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Viernes, 19 de Abril del 2024
Friday, 07 May 2021

El VIAJE (más final aún) a Ninguna Parte. La última victoria del imperio en el que no se ponía el sol

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

Quizá recuerden ustedes el incidente del islote de Perejil, territorio de soberanía española a apenas un tiro de piedra, 250 metros, de la costa de Marruecos.

Poco más que un pedrusco emergente, el de Perejil acabó siendo un ridículo conflicto armado que involucró a España y Marruecos, el primero librado en el siglo XXI por ambos países, desarrollado entre el 11 y el 20 de julio de 2002. El casus belli fue la ocupación militar de la isla de Perejil por una dotación de la Marina Real de Marruecos, poco más de cuatro o cinco gendarmes que plantaron cara a la metrópoli española por entonces comandada por José María Aznar, aún con bigote, y enrolado gustosamente (creyéndose así más importante) en el llamado trío de las Azores (de infausto recuerdo) junto a Tony Blair y Georges W. Bush junior, que anda que sí que lucía el trío.

 

La “heroica” hazaña de la recuperación del peñón de Perejil (ya que no nos atrevíamos con Gibraltar) se convirtió en el año 2002 en el culebrón del verano en España. El del Perejil era, y es, un peñón africano situado a unos 250 metros de la costa marroquí, que quizá serviría para reverdecer vetustas hazañas bélicas del glorioso ejército español: fragatas, helicópteros, barcazas de desembarco y hasta 70 “boinas verdes” del flamante ejército profesional español contra apenas media docena de gendarmes marroquíes que, por cierto, dormían tranquilamente en su tienda de campaña cuando los esforzados soldaditos españoles reconquistaron el desolado peñasco, sin pegar un tiro. En realidad no habría hecho falta tanto alarde y demostración de poderío; para reconquistar la isla habría bastado con una pareja de la guardia civil desde una patrullera.

 

Peñón el del Perejil que no era en realidad de nadie, al que fueron de acampada salvaje los gendarmes de Marruecos y del que los echaron, en pic nic bien montado, las bien pertrechadas fuerzas expedicionarias españolas, que, sin embargo, pasaron de largo por otro peñón, de mayor envergadura y bulto, el de Gibraltar, este sí español de la integridad territorial patria irrenunciable, ¿verdad?, para el que sí que habrían hecho falta heroísmo y “güevos” a la hora de atreverse con su reconquista, porque los ingleses ya demostraron cómo se las gastan cuando la invasión de las Malvinas. Y es que llevamos muchos años (ahora más aún) viendo películas de guerra sin (afortunadamente) protagonizarlas, llevamos mucho tiempo con héroes de nombre anglosajón, ¡qué cojón, copón! Tenemos para comer y para beber, vivimos bien si consideramos nuestro bienestar material, pero nos faltaba y nos falta ilusión y necesitamos sentirnos orgullosos de lo nuestro, importantes en el mundo, volver a ser unidad de destino en lo universal (sic) ¡Pobres! Parece que no hubiéramos superado el 98. No preveíamos entonces, hace casi veinte años, lo que nos quedaba aún por ver y por vivir. Por eso la fulgurante y exitosa, aunque indudablemente ventajista, “Operación Perejil”, con la banderita rojigualda ondeando encajada en lo más alto del islote, no fue sino un gesto de patrioterismo fácil y barato años cincuenta. Por otra parte, ¡qué orgullo más grande, madre mía, y qué guapos los soldados españoles – hasta parecían americanos- y qué feos los marroquíes!

 

Seis “moros” subidos en un risco con un trapo al viento y una tienda de campaña frente a setenta “marines” bien equipados y entrenados, con la cobertura además de buques de guerra y helicópteros ¡Qué derroche! Gary Cooper solito (que estás en los cielos) lo podría haber hecho igual o incluso mejor. El episodio, bastante ridículo y no poco penoso, sólo acabó demostrando lo que sabíamos desde siempre, que el gobierno, sea el que sea, se gasta las perras de todos en lo que quiere y le da la gana, y eso con Felipe González, con Aznar, con Zapatero, con Rajoy o (sobre todo) con Pedro Sánchez. El gesto de Marruecos ocupando el islote sin más, sin avisar, estuvo mal (claro que en su descargo hay que decir que consideraban que era suyo), y desde luego fue inamistoso y provocador, pero creo también que si provocador fue, el gobierno español cayó en la provocación, picó el anzuelo. Era normal y legítimo que Marruecos planteara reivindicaciones territoriales sobre Ceuta, Melilla…o Perejil, como es normal y legítimo que España las plantee sobre Gibraltar. Otra cosa es que hubiera, y que haya, razones de por medio para negarse a las pretensiones anexionistas de Marruecos, razones basadas sobre todo en la historia de esas ciudades y en la población que vive en ambos enclaves, enraizada en ellos desde hace siglos. Tampoco creo que Marruecos planteara en aquella ocasión a anexión de la isla Perejil como el primer eslabón de una cadena que llevaría al sátrapa que reina en Marruecos a empezar por el peñasco, seguir después con las ciudades de Ceuta y Melilla, pasar a las Canarias y acabar finalmente reinando desde la Alhambra de Granada como capital del Gran Marruecos. Seguramente ese era el sueño de Mojamé Sexto, pero habría que llegar a Mojamé Sexagésimo quinto (por lo menos), para que ese sueño tuviera visos de hacerse realidad, y ni así…Notoriedad, propaganda y hacerse la víctima cuando estaba (y está) siendo el verdugo con el Sáhara y los saharauis.

 

Lo dicho: el gobierno español picó el anzuelo, se gastó los cuartos en una operación militar aparatosa, pero nada heroica ni sublime, y contribuyó a magnificar la reivindicación histórica de Marruecos sobre territorios españoles, al tiempo que le granjeaba al rey montado en un pollino que mantenía (y en gran medida mantiene) a su pueblo en la miseria, el Mojamé rico de los mojameses pobres, apoyos con los que no contaba. No es una hazaña de la que sentirnos orgullosos. Es algo así como el 12 a 1 contra Malta en el Mundial de Fútbol de 1983.

 

Por otra parte, a Marruecos no le hacía ni le hace falta invadirnos porque ya lo está haciendo desde hace décadas. Si no me creen, miren a su alrededor en la zona de la cuesta de la estación, o en los alrededores del Mercadona de la Gran Vía de Cieza.

 

Aznar gestionó aquella crisis desproporcionando la respuesta del poderoso frente al débil, que es lo que le pedía su ADN imperial y megalomaníaco. Los que mandan ahora en España, aunque gobernar gobiernan poco, seguramente habrían entregado sin más el islote, Ceuta y Melilla y hasta las Canarias, a los seis gendarmes marroquíes.

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