Pero, “quiá”, de la cabeza de Telesforo ni serrín salía por más que empujaba el curica con saña. Villarrobledense o villarrobledano de nacimiento, Telesforo arrastró con más o menos dignidad, resignación y paciencia el sambenito impuesto por sus padres en la pila bautismal y acabó, con el paso del tiempo, (lo que va de los trece o catorce años a los setenta que debe tener en la actualidad) en la zona francófona canadiense, Quebec, casado, creo que ya en segundas nupcias, con una indígena precolombina, Dalia, de buen ver, de las muchas que la conquista española dejó con vida y salud, para que luego hablen mal de España en la indignante, asquerosa y torticera leyenda negra, ante la que sólo cabe decir, con Don Quijote, aquello de que “ladran, luego cabalgamos, amigo Sancho”. Y que se jodan…

Y saco a relucir a Telesforo porque, de un tiempo a esta parte, siendo como siempre ha sido una persona más bien de izquierdas o como ahora suele decirse, “progresista”, se nos ha convertido en un fustigador guasón e implacable de reblandecidos mentales (a mucha gente le metieron quizá la cabeza en un cajón mucho más que a él…). A Telesforo (que algunos estarían cerca de rebautizar como fascista) le gusta mucho viajar y suele hacerlo con frecuencia. Ahora mismo está de viaje turístico por la mejicana península del Yucatán, en Méjico, y nos manda unos guasaps que no tienen desperdicio. Dicen así: visita a la ciudad de Valladolid, una de las villas coloniales mejor conservadas. Tiene una catedral enorme que parece una fortaleza. Cuenta el guía que «esta catedral fue construida por los españoles con las piedras que trajeron tras haber destrozado los templos mayas y haberles robado las piedras». Pregunta de un español exasperado, o sea, el propio Telesforo: «señor guía, ¿cómo puede explicar que los españoles les robasen las piedras a los mayas, (el próximo asentamiento Maya se encontraba a 80 km.) sabiendo el trabajo que cuesta 1) destruir un palacio Maya y 2) transportar esos pedruscos, uno por uno, en carro, a lo largo de 80 km? Lo digo porque, como todos sabemos, Valladolid está construida en territorio de piedra caliza (todo Yucatán es pura piedra caliza) que es la piedra más fácil de trabajar. ¿No hubiese sido más fácil agacharse y agarrar las piedras ahí mismo, como a lo largo del Yucatán lo hicieron los Mayas, los Toltecas, los Aztecas et tutti cuanti? (…) Y luego van, y claro, empiezan a derribar las estatuas de Cristóbal Colón. Putos españoles, además de robarles el oro, les robaron las piedras. Uno de los rarísimos sitios donde se ha podido documentar una presencia española atacando a los Mayas fue en Tulum, donde un puñado de españoles pactó el ataque a esta ciudad-estado con varios miles de indios que estaban hasta los cojones de sus vecinos Mayas. Y nadie se llevó ni una sola piedra como recuerdo. Bueno, pues la doctrina oficial, propagada por 5.000 guías mayas a unos entre 5 y 10 millones de turistas que vienen al Yucatán, es que los españoles destruyeron el imperio Maya… ¡300 años antes de la llegada de Colón! (…) ¡Ridículo, hatajo tontos!

Lo aprendí en mis viejos libros de Bachillerato hace mucho tiempo. Cuando cayó el Imperio Romano de Occidente, arrasaron España los bárbaros del Norte, en particular tres tribus: los suevos, que se asentaron en la zona de Galicia, los alanos, que se dirigieron al oeste y se instalaron en la Lusitania, y los vándalos, que divididos en grupos, se dispersaron desde el norte hasta la Bética, en el sur. Cuenta la leyenda (y si no lo cuenta lo digo yo) que de estos últimos se desgajó un grupo particularmente cabezón e irreductible, los ciezanos, caracterizados por ser muy, pero que muy, incívicos y…marranos, sobre todo eso, marranos, muy marranos. Mi amigo Pedro Luis Almela se hace eco de la noticia publicada en la prensa en días pasados, referida a una de las últimas hazañas de la tribu agreste de los “ciezanos”, bajo el titular de “unos vándalos (hablando con precisión “unos ciezanos”, o sea de esa tribu) arrancan de cuajo una baranda metálica. La valla en cuestión debía tener unos 4 o 5 metros de longitud y estaba en plena calle”. Se pregunta mi amigo si no sería mejor dejar tranquilas a las tribus godas (que nunca estudiaron el Bachillerato y que después de todo se movían esencialmente por el hambre y la satisfacción de las necesidades más primarias) y haciendo un esfuerzo de justeza y precisión en el lenguaje, se calificaran los hechos con palabros más directos y concretos. Por ejemplo, el hecho en cuestión podría haberse titulado así: en Cieza UNOS (descerebrados) HIJOS DE (la gran) PUTA, ARRANCAN DE CUAJO UNA BARANDA METÁLICA. Termina diciendo mi amigo que así “todos ganaríamos... El periodista en concreción, los lectores en información y la Historia en inocencia”.

Y en decencia…Y, reconociéndolo, podríamos ponernos manos a la obra para intentar remediarlo. Que será ardua y hasta heroica tarea, la verdad.