También dejó constancia expresa de su pensamiento. Entiendo que hay argumentos para sustentar una y otra creencia, como los hay para no creer ni lo uno ni lo otro y pensar simplemente que el ser humano es torpe, ridículo, gandul, comodón, simplón y estúpido por naturaleza, y eso explicaría cumplidamente bien la justeza de cada una de las dos frases contrapuestas con las que arrancábamos este artículo. Quizá eso sería lo que sobre la naturaleza y la condición humana pensaría el rumano Émile Cioran, y se acerca bastante a lo que pienso yo mismo, que además entiendo también que deberíamos recuperar un conocimiento más profundo de la condición humana (para conocerla, nada como leer “el Quijote”, por cierto), abundando en los estudios de historia, filosofía, literatura, arte, o, ¿por qué no?, hasta de Latín… Justo lo que se viene haciendo en el sistema educativo en los últimos tiempos…
Fíjense: está el mundo a vueltas con las revueltas, avances y retrocesos de la dichosa pandemia, que ya sabemos (yo se lo he venido repitiendo una y otra vez) que es una estafa, bien apalancada en el dolor para que surta efecto, y estamos también todos prestos a unas nuevas-viejas navidades que renovarán el mensaje, la buena nueva, de que el anunciado mesías redentor vino para traernos, además de vino, güisqui, cerveza, champán, gambas, dulces y turrón, a este mundo nuestro que no sabe a dónde va, como decía Karina en su optimista canción “En un mundo nuevo y feliz”, pero del que sí sabíamos -desde siempre- que era un mundo de simpáticos pícaros y pícaros nada simpáticos, y de recalcitrantes sinvergüenzas, porque no sólo es la pandemia, que no está siendo sino otra vuelta de tuerca en la historia universal de la infamia y un corolario, epítome, resumen o sentencia de muerte de un Universo que se muere sin remedio, qué le vamos a hacer, con pandemia, o sin ella.
Ya no es la estafa de ahora mismo. Es que nos están estafando, gobiernos corruptos y empresas desalmadas (a la cabeza de las cuales hay un buen número de multinacionales químicas y farmacéuticas), desde hace décadas y encima tienen la desvergüenza y el descaro, el cinismo en definitiva, de presumir de generosidad, altruismo y filantropía ¡Ja!
Un botón de muestra porque para muestra vale un botón: el del ácido quenodesoxicólico, medicamento que ya en 2011 llevaba más de 30 años en el mercado para el tratamiento de algunos tipos de cálculos biliares, dolencia conocida vulgarmente como piedras en la vesícula y de cuyos rigores conocí yo mismo hace unos años. La caja de 48 cápsulas costaba 6.96 euros (14 céntimos cada una). Desde finales de los años 90 el fármaco también se había empezado a utilizar, fuera de indicación, para una enfermedad genética muy rara y grave, la xantomatosis cerebrotendinosa (XCT), que causa un deterioro neurológico que puede ser mortal.
Los cálculos biliares que trataba el ácido quenodesoxicólico son una dolencia común que llega a afectar a un 4% de la población, (ya les digo, hasta yo los he sufrido) aunque la mayoría de afectados no desarrolla síntomas (yo sí los tuve…dolor abdominal intenso, inflamación...qué les voy a contar, lo pasé muy mal), pero el avance de técnicas quirúrgicas poco invasivas (como la laparoscopia) y otros fármacos con menos efectos secundarios dejaron anticuado el quenodesoxicólico, que se quedó sólo como tratamiento para una enfermedad rara como la xantomatosis cerebrotendinosa, para la que no resultaba rentable producir el medicamento, cuyo coste alcanzó dimensiones siderales. Debido a la escasa demanda y bajo precio, este medicamento perdió interés para los laboratorios, circunstancia que fue bien aprovechada por la empresa Leadiant Biosciences para quedarse en exclusiva con la comercialización del fármaco en régimen de monopolio, tras lo cual la referida empresa empezó a exigir 14.000 euros a los gobiernos por cada caja del medicamento, colocando los precios en 140 euros la pastilla, 420 euros el tratamiento diario de 3 pastillas y en ¡153.000 euros! el coste del tratamiento de un solo paciente en un año (1.095 pastillas) ¿Recuerdan que la caja de 48 pastillas de este medicamento costaba 6,96 euros (14 céntimos por pastilla)? Pues eso…
Esto es lo que está pasando. En lo que se refiere a la pandemia, que no deja de ser sino otra variante del gran negocio del momento, está todo previsto y planificado desde un principio, y hasta existe un calendario de las diferentes variantes y mutaciones del virus y las fechas aproximadas de su puesta en circulación. Las vacunas se han convertido así en la vacuna interminable, la infinita tomadura de pelo, con terceras y cuartas dosis, a cual más inoperante por incompleta. Pfizer Inc ha pronosticado que la pandemia de Covid-19 no finalizará antes de 2024. Además de una descomunal estafa, un hiriente cachondeo y una burla gigantesca, el problema importante y gravísimo que subyace en todo este asunto es el de la concepción de la Sanidad como un negocio puro y duro, en el que por encima de cualesquiera otras consideraciones prima la de la rentabilidad económica y el beneficio, a costa de los sistemas públicos de sanidad y de la Seguridad Social. Negocio saneadísimo para unos pocos, ruina para el común de los mortales, sobre todo para los más pobres de entre ellos. Pfizer ha desarrollado su vacuna con la alemana BioNTech SE , y actualmente espera que genere unos ingresos de 31.000 millones de dólares sólo en el próximo año. Entre sus previsiones se encuentra fabricar 4.000 millones de vacunas el año que viene. Sin comentarios…mientras, consecuente con sus prejuicios, el Gobierno ha suprimido el estudio de la filosofía en los nuevos planes de estudio. Ya no es necesaria: estamos condenados y nos parece muy bien, vienen a decir. Prohibido pensar… Es un “viva la muerte” progresista. Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même…”dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo”. Sí…y así nos va…y así nos vamos yendo.
