En su calle nació la primera “Facultad de Ciencias del Cotilleo”. No tuvo nunca una peluquería, pero controla todos los líos del barrio. Su puerta es el punto de encuentro para charlar de cada inocente que pasa por delante. De puertas hacia dentro, mientras suenan de fondo las guerrillas de los teloneros de “Sálvame”, cocina sus guisos a la par que añora la vida de antes. La nueva era digital ha dejado fuera a la mejor promoción de licenciadas en esta ciencia, sus vecinas y ella, pero aun así lucha por hacerse un hueco y yo soy su aliada.
La vida ya no es la de antes, eso está claro, y los canales para obtener información tampoco. En la última entrevista de trabajo que hice me preguntaron cómo me mantengo informada de las noticias, podría haber mentido y decir que lo primero que hago al levantarme es leer las portadas de las principales cabeceras nacionales, pero no es así. La actualidad inmediata es el plato principal del que se alimentan las redes sociales y es con ellas con quien desayuno.
A media tarde, normalmente, mi abuela hace sonar mi teléfono para contarme lo que ha visto en el telediario, para debatir lo que se cuece en el Congreso, para avisarme de quién se ha llevado el último rosco de “Pasapalabra”, para darme su opinión sobre la trama de Rocío Carrasco con su hija y para mil historias más que darían para un nuevo artículo. Las últimas llamadas de emergencia han sido protagonizadas por su desesperación al ver como familias quedan desoladas tras el caótico escenario que deja el paso de una DANA y con las imágenes y testimonios que está viendo estos días con la erupción del volcán de La Palma. La fuerza de la naturaleza le asusta y, a veces, prefiere prescindir de esas noticias y apagar la tele.
Mantenerse informado es una necesidad casi social, no puedes ir a tomar el café sin tener una mínima idea de lo que ocurre a tu alrededor. Comprender los hechos implica varias fases de estudio, informarse es solo el primer paso. Encuentro la inmediatez en redes sociales, pero busco más allá de ellas. Mi abuela solo conoce la realidad que marca la programación de su televisor, pero el contenido que ve está previamente seleccionado, no está todo e incluso ni siquiera la mitad. Informarse es una necesidad casi social, sí, pero somos nosotros quienes elegimos los canales para hacerlo.
La mayor de mi familia alimentada por la incertidumbre y el exceso de información sensacionalista, coge la única arma tecnológica de la que dispone para ponerse en contacto conmigo y a pesar de que nos separan más de cincuenta años de por medio, abre sus horizontes y practica el arte de la escucha. Comprende que la vida ha cambiado y aunque entienda poco los nuevos medios para informarse, ella se entera de todo, así que esto también lo verá.
