A lo largo de estos últimos 30 años de dedicación total a la pintura, sus personajes pictóricos igual que sus observaciones han ido evolucionando. La catalana afirma que “parece ser que ni todas las civilizaciones, universidades ni filosofías han conseguido que el ser humano se libre de las pequeñas miserias como envidias, celos, vanidades... La sociedad crea cánones que si no los cumples te marginan. No admite lo distinto la sociedad acepta lo estánda”. Para ella lo distinto, lo personal es lo que merece una atención especial. Sus personajes pues no son guapos, ni jóvenes pero sobreviven a este mundo.
Se trata de una colección de obras pintadas sobre papel irregular en la que la deformidad de las figuras antropomorfas se asientan en el mundo cotidiano, en el día a día, demostrando que lo irregular, lo imperfecto, está íntimamente ligado al devenir de la sociedad.
Las obras de Pfeiffer, más crípticas y simbólicas, llenan la segunda planta de la galería ciezana. Se tratan de cuadros que evocan paisajes mentales oníricos e invitan a iniciar un viaje hacia el diálogo con uno mismo.