Porque hay que pensárselo. De hecho en ningún momento de la pandemia hemos tenido tasas tan altísimas de transmisión. Y lo que está por llegar, porque cuando volvamos habremos celebrado todas las festividades habidas y por haber, nos habremos juntado con miríadas de personas, vacunadas o no, enfermas o no, y será a la vuelta cuando empecemos a asaltar el cielo del pico de contagios, e incluso iremos más allá.
Vale, esta variante del virus parece menos, valga la redundancia, virulenta. Pero si resulta que las cifras de infectados se multiplican, la menor virulencia no será ningún consuelo, porque el número final de hospitalizados y de muertos no desmerecerá los alcanzados en otros picos y con otras variantes. Esto se puede manejar mediante la vacunación de los aún no vacunados y las terceras dosis, pero me da la impresión de que no llevamos el ritmo adecuado para ello. ¿Por qué?
Pues, por ejemplo, porque los adolescentes en los institutos apenas han recibido la primera dosis. Es cierto que sus profesores van ya por la tercera, pero hay que tener en cuenta que la proporción en los centros de secundaria es 1/10 (un profesor por cada diez alumnos, más o menos), lo que sin duda se traduce en un riesgo general alto para todos. Es cierto que los centros educativos mantienen un control bastante estricto de la profilaxis en forma de limpieza y de uso de la mascarilla, pero en general empieza a notarse, al igual que en toda la sociedad, un evidente cansancio, cuando no agotamiento, y un notorio rechazo a estas medidas por parte del alumnado. Y ello puede traducirse en un incremento del riesgo de contagio y de los propios contagios en los centros que imparten educación secundaria.
En los de primaria el problema es mayor. Buena parte de los niños no utiliza mascarilla y no está todavía vacunado. De nuevo nos encontramos con la dicotomía entre los docentes, que están recibiendo ya la tercera dosis de la vacuna correspondiente, y sus alumnos, muchos de ellos aún sin vacunar y otros, en el mejor de los casos, tan solo inmunizados con la primera dosis. No podemos negar que los niños y niñas son más resistentes a los contagios. Pero no son inmunes. Y menos aún sus maestras y maestros.
La situación es problemática. Tan problemática que las autoridades educativas están intentando decidir qué hacer con la reincorporación a los centros de las respectivas comunidades educativas. Incluso aquí, en Murcia, con una consejera decididamente negacionista, se admite que nos enfrentamos a una situación complicada. De hecho las comunidades autónomas se miran unas a otras a la espera de qué decisiones toman las demás. Algunas, las menos, ya han anunciado que se volverá a clase tal y cómo se cerró con las vacaciones. En defensa de su decisión aluden a que el entorno escolar es seguro, aunque el aumento de contagios ha sido notorio y se nota una cada vez mayor laxitud en el seguimiento y la contabilización de casos por parte de las administraciones educativa y sanitaria, más que nada por agotamiento y falta de medios. Otras comunidades dudan sobre qué hacer. Todas ellas intentan alejar el fantasma de la semipresencialidad, aunque este está muy presente y puede ser, en algunos territorios, la única solución, esperemos que temporal, a la avalancha de casos que padecemos y que sin duda será sobrepasada por los nuevos picos de la sexta ola.
¿Qué hacer? Depende del lugar. Preparados para la semipresencialidad estamos de sobra, pero debemos intentar que esta medida sea la última que tomemos. Entre otras cosas porque, a diferencia del primer confinamiento y los meses posteriores, estaríamos tomándola con apenas un tercio del curso desarrollado de forma totalmente presencial, y el resultado podría ser desolador a nivel académico. Además somos testigos de la necesidad imperiosa de socialización de nuestras alumnas y alumnos, que se truncaría sin duda si se volviese al sistema semipresencial. Ahora bien, hay zonas donde me temo que no existe alternativa ante la avalancha de contagios que se padece ahora mismo, antes incluso de las fiestas de Nochevieja, Año Nuevo y Reyes. Y lo malo es que para tomar una decisión tan difícil no se podrá contar con los datos reales del pico de la sexta ola, que llegará probablemente a mediados de la semana lectiva del 10 al 14 de enero, una vez iniciadas las clases.
Complicada decisión la que han de tomar las autoridades educativas. De cualquier forma queda algo más de una semana para hacerlo, aunque al menos en mi opinión se debería atender a consideraciones sanitarias antes que a cualquier otra, porque me temo que si no lo hacemos así esto va a ser, como ya hemos visto tantas veces, el cuento de nunca acabar. Y la vuelta al cole ha de ser, sin ninguna duda, segura para tod@s.
En cualquier caso, os deseo la más feliz despedida de año y entrada en el nuevo que sea posible. Ojalá la próxima vez no tengáis que leer columnas como esta, ni yo escribirlas.
