El arquetipo tiene su representación por doquier, en España y en el mundo. Sin ir más lejos fíjense en la pareja actualmente en la cúspide del poder ejecutivo en España: el presidente Mariano (el corto) Rajoy, patético trasunto de un fracasado Don Quijote, que aún podría acabar, como su mayor logro, multiplicando a España por cero, y la vicepresidenta Sor Aya (Saenz de Santamaría), práctica, monjil y – a la sombra de su señor- irresoluta Sancha Panza.
Puigdemont, otro lastimoso, ridículo y “jaimitesco” Don Quijote , con el Sancho mucha Panza Junqueras -“Bizqueras” y con la fea Maritornes, bien representada por Anna Gabriel, antídoto de la libido donde los haya. Odiosos personajes, sin discusión. No lo piensen, no lo duden siquiera: ellos- los independentistas- son los malos… Ahora proclaman la independencia pero la suspenden. Ya está bien de burla. Los españoles, y los catalanes probablemente también, estamos hartos de un conflicto que, de tan largo y repodrido, hiede que apesta. Acábese ya, déjennos en paz. Si acaban ganando será por aburrimiento… por desistimiento del antagonista, que acabará arrojando la toballa (que sí, que también se dice así, que lo admitió la Real Academia Española hace algún tiempo).
Ellos, en su facineroso “parlament” están muy divertidos jugando a la política mientras cobran bien cobrao a fin de mes (que esta es una democracia bien pagá), pero los ciudadanos no, los ciudadanos siguen en la azarosa y dura lucha por la vida, tantas veces en medio de la más cruda intemperie, necesidad y precariedad, que no se vayan a creer, que la crisis aún aprieta y dista mucho de ser un mal recuerdo. La historia pasará factura y recordará el estropicio del nacionalismo catalanista y los estragos causados a su nonata república y a España, en una nueva página negra del nacionalismo insolidario, egoísta y excluyente más infame, que sólo sabe repartir dolor. Como siempre.