Son estas “Aguas” un libro de poesía lírica que se hace comunal, épica y panteísta…poesía en la que está Federico - ¡cuántas resonancias poéticas en ese nombre!- y en la que estamos, también, todos y cada uno de nosotros, porque es viaje esencial, primordial y primigenio, en busca del sentido de todo, aun sabiendo que en el viaje podría haber oscuridad y miedo y, en la meta final, dolor, bastante dolor, y hasta desengaño, en el sentido literal de dejar de vivir engañado y optar sin remedio (que no es optar) por abandonarse y diluirse en la mera fluencia de la naturaleza y de la vida. “Aguas arriba de mi madre”, o sea de la suya (pero que es también la mía, porque yo soy Hu Zi y Federico, según Federico), es una buena invitación para encontrarse uno a sí mismo más allá o más acá de las palabras, sirviéndose para ello de las palabras justas siempre biensonantes en inesperada ocurrencia y sorprendente y quizá azarosa combinatoria. Hay versos aquí de verdadera, nueva y futura antología, memorables sin esfuerzo, que harán suavemente inmortal a este ciezano de dinamita que es también Federico de Arce, versos, o lo que sean, sencillos en su dificultad, complejos y difíciles en su aparente-real simplicidad: “Aunque no habla el árbol/ sabe los nombres de todos sus pájaros”/ “Yo soy otro es la voz”. “Soy un árbol/soy un pájaro/soy un hombre”, reitera en esta obra una y otra vez Federico de Arce. Yo también, Federico…versos, por cierto, sin una sola rima, de quien, por otra parte, es un experto y fácil rimador (me lo ha demostrado incluso en vivo y en directo al pie y calentorcillo de un café de recuelo el pasado domingo, 9 de Abril, Domingo de Ramos, al hilo de amena conversación en la cafetería los Valencianos de la Plaza de España), llenos de paralelismos que les confieren un ritmo–dijéramos- morfológico-semántico –ideático- y llenos también de sugerentes hallazgos expresivos, preñadísimos de sentidos y de una sabia y relajante filosofía de la inmanencia y del aquí y ahora en comunión y hasta confusión tranquila y feliz con la naturaleza, sea a orillas del Tajo, sea a la vera del Segura, del río Amarillo, o en íntimo espacio de conformidad consigo mismo, o donde sea sea. Un alter ego, trasunto de Federico y de mí mismo, Hu Zi, escribe a la manera oriental esta elegía que a veces roza los haikus y a veces las leyendas chinas.
Hace poco más de un año y medio tuve ocasión de presentar en este mismo espacio lector, el de la Biblioteca Pública Municipal “Padre Salmerón”, de Cieza, otro libro de Federico de Arce, en este caso una novela, “La Vieja”. Hoy se trata , para entendernos, y por extensión o analogía, de un poemario, bastante atípico, pues que hasta estructura capitular y progresión narrativa tiene, y que bien podría considerarse como una epopeya a la manera del Ramayana o del Mahabbarata, que no exagero. A la Vieja la presentamos Federico y yo y pienso que quedó dignamente presentada. No obstante, para este viaje “Aguas arriba de mi madre” (dispénsenme la apropiación matriarcal), hoy contamos con un importante refuerzo, el del poeta ciezano –aquí todos somos del terruño y estamos un poco aterrados- Ángel Almela Valchs. Si tenemos en cuenta que Federico de Arce Ramos, el padre de la criatura y atrevido vaginauta antigravedad (si se me permite la expresión, que a ver quién va a prohibírmela) es también, además de poeta y narrador, profesor y crítico, los tres copresentadores y contertulios que hoy nos damos cita aquí bien podríamos cerrar el círculo de lo que en 1943 explicara Juan Ramón Jiménez, cuando decía que el poeta es mitad creador y mitad crítico, con lo que aquí y ahora tendríamos a Federico, poeta y por tanto creador y crítico, Ángel Almela, poeta y por tanto creador y crítico, y yo mismo, que, por habérseme negado los dones que no quiso darme el cielo (y mira que los he implorado con frecuencia) he devenido sólo en lo de crítico (vamos, que me intitulo yo de tal y si es que llego, que a lo peor sólo criticón soy sin la gracia de haber nacido ni Gracián (sic) ni gracioso, que también es pena y es dolor).
Federico de Arce es expatriado feliz…feliz porque es feliz, sin más, y feliz por ser expatriado…o por estar y permanecer como expatriado…que es situación que le proporciona distancia, perspectiva y… aureola. El poeta es un “loco perdido en los caminos” como Don Quijote y transita “exiliado en el tiempo y en el espacio”. Pobre, o no, Hu Zi.
Para Federico de Arce, como para Octavio Paz, la poesía “no es vivir sino decir”; “el poeta no es una persona real” sino “una ficción, una figura del lenguaje”; su libro “Aguas arriba de mi madre” refleja un interés por las “precisas construcciones hechas de unas pocas sílabas capaces de contener un universo”. Explica Alfonso González-Calero que la nueva obra poética de Federico de Arce es un “empeño circular sobre el sentido de la palabra, de la naturaleza, del otro, del lenguaje y del mundo”. Estoy de acuerdo y añado que, de ésta, Federico, empujado por los chinos, se nos sube al Parnaso.