Y yo me pregunto, ¿qué pasa con las múltiples declaraciones institucionales, manifestaciones populares, pronunciamientos de partidos políticos, etcétera, etcétera y etcétera? Pues no pasa nada, como si no hubieran existido. Lo único cierto es que el Proyecto Leo (que así se llama el plan de la empresa para extraer combustibles fósiles en los municipios de Calasparra, Hellín, Jumilla y Cieza) tiene luz verde para su inicio.
La verdad es que hay cosas que no entiendo. Este mismo ministerio es el que declaraba hace poco y sin ambages la guerra al diésel primero y al carbón y la gasolina después. Es el mismo que planea eliminar los combustibles fósiles de la generación de energía y de los motores de los vehículos para 2040. Y ahora permite la búsqueda de gas y petróleo y su extracción mediante una de las técnicas más contaminantes que existen: la fractura hidráulica o fracking. Y además en contra de los deseos no sólo de los habitantes de la zona, sino también de los políticos locales del mismo partido (es decir, del PSOE) que han encabezado incluso el movimiento contra este caballo del apocalipsis que amenaza nuestras aguas, nuestros suelos, nuestros cultivos e incluso nuestra estabilidad sísmica. ¿Es así como se escucha al pueblo?
No sé a qué razones obedece este informe favorable. No conozco tampoco qué estudio de impacto ambiental ha presentado la empresa Oil Gas Capital. Ni siquiera sé quién ha realizado dicho estudio. Pero estoy seguro que no dice lo mismo que otros estudios realizados por expertos independientes, los cuales avisan de que se puede pagar un precio muy alto si se inicia la explotación mediante fracking. Y no sólo se trata de contaminación.
Porque hay otras variables muy negativas que seguro que el informe de la empresa tan alegremente aceptado por el Ministerio no ha tenido en cuenta. Por ejemplo el agua, un elemento del que se necesitan grandes cantidades para la extracción mediante fracking, pero del que tenemos un gran déficit. Me temo que habría que desviar grandes cantidades de su uso actual (básicamente regadío) y encima subvencionarla en parte; y os aseguro que el coste de la subvención iba a recaer básicamente sobre los usuarios domésticos, que tendríamos que pagar a quienes nos además agreden medioambientalmente.
Otra variable negativa es el riesgo sísmico. Vivimos en una zona recorrida por múltiples fallas cuya tensión se descarga constantemente mediante pequeños (y a veces grandes) terremotos que estabilizan momentáneamente el sistema. Pero una explotación mediante fracking alteraría sin duda ese delicado equilibrio y produciría una respuesta sísmica difícil de prever, pero en todo caso peligrosa. Y si algún experto contratado por la empresa lo niega, que pregunten a los habitantes de las zonas interiores de Estados Unidos, geológicamente muy estables, por qué tiembla ahora la tierra bajo sus pies y sobre todo desde cuándo. Yo contestaré a esa pregunta: desde que se inició la explotación de petróleo y gas mediante fracking en sus territorios.
La empresa tiene un objetivo claro: ganar dinero. Las consecuencias de todo tipo de que acarrearía alcanzar ese objetivo no le importan en absoluto. Pero al gobierno de la nación si debería importarle el bienestar de sus ciudadanos. Y también la opinión y los deseos de los mismos. No parece que sea así. Y me encantaría saber por qué. Me encantaría porque nadie, salvo la empresa explotadora, ganaría nada. Apenas se crearían puestos de trabajo, y los pocos que se creasen serían básicamente ocupados por técnicos muy especializados que vendrían de otros lugares. La empresa apenas pagaría impuestos. El precio del agua, ya alto, se dispararía y su escasez se agravaría. Agricultura, ganadería y turismo se verían fuertemente afectados y con ellos el sustento de buena parte de la población de los municipios en los que se desarrolla el Proyecto Leo. Y todo ello sin hablar de la contaminación o el riesgo sísmico.
Pues nada, señora ministra del Ministerio de transición ecológica: sea usted tan amable de explicarnos lo que su ministerio ha hecho en este caso que tanto nos afecta. Nosotros, por nuestra parte, lo tenemos muy claro: ¡Fracking, go home!