El fútbol no es uno de mis deportes favoritos, vaya esto por delante de todo. Es más, se podría decir que solo veo partidos cuando se convierten para mí en un acontecimiento social. Ni hablemos de jugar, solo he tenido un balón sobre mis pies cuando algún compañero del colegio por error me lo pasaba sin querer. Sin embargo, las poquitas veces que me convierto en parte de la afición y me callo para observar cada pase, me demuestra lo efímero que es el tiempo y lo que cambia cada jugada según la perspectiva que se le dé, a pesar de las reglas que lo rigen.
El último debut de la Selección Española en el Estadio de San Siro dio mucho de qué hablar. Vi este partido casi por casualidad, el “periodista” infiltrado del equipo de fútbol La Ventana del B me incitó a ello y tampoco tenía nada mejor que hacer, aunque esto espero que quede entre ustedes y yo. No me pregunten que pasó en los primeros 45 minutos, no tengo ni idea. Empecé a prestarle atención a la pantalla en el minuto 60 aproximadamente, cuando Oryazabal consiguió poner el marcador 1-0 y levantar a todos del sofá a la par que celebraban al unísono el primer y único gol de la Selección. El placer de respirar tranquilos que se experimenta al ir por delante del rival duró bien poco. El “periodista” de la Ventana del B y algunos de sus compañeros apenas habían puesto de nuevo su culo sobre el sofá mientras que Benzema solo necesitó dos minutos para igualar el marcador. Palmadita en la espalda y a volver a empezar.
A diez minutos de acabar el encuentro, cuando casi se vislumbraba la prórroga, parece ser que las normas del juego cambiaron. El árbitro cual mago se sacó un AS de la manga para explicar lo inexplicable, el VAR le daba la razón y se hizo realidad el segundo gol de Francia. Un truco que no hizo mucha gracia a los seguidores de la Selección Española: Mbappé no estaba en fuera de juego. Yo me quedé igual que estaba, era la trigésima vez que me explicaban eso de que es falta que el jugador “estando en la mitad del campo de su oponente, cualquier parte de su cabeza, cuerpo o piernas esté más cerca de la línea de gol que el balón y el penúltimo de los oponentes”. Asumo la culpa si estoy diciendo alguna barbaridad y, de ser así, retiro las gracias que le he dado previamente a Google por ayudarme a comprender, solo un poquito más, este concepto.
Lo que sí vi fue el furor de La Roja y los mil y un intentos por meter el balón en la portería contraria y, a pesar, de que las estadísticas marcan que estuvo por delante de Francia casi todo el partido y de probar hasta que el árbitro pitó el final del partido, se colgaron la medalla de subcampeones de la Nations League. Eso sí, con la cabeza en alto fueron los reyes de las portadas de todos los periódicos nacionales.
La vida a veces es así, no siempre es justa. No hay ningún VAR que revise quién tiene razón en las polémicas comidas familiares, pero sí hay bares que quitan las penas. Y aunque hay días en los que no me sale bien ni el café, en los que siento que estoy en el lugar equivocado o fuera de juego como Mbappé, todo puede cambiar en cuestión de segundos. La única regla que me impongo y recuerdo a diario es que “todo pasa” y que hay que ir con decisión partido a partido.