Así lo afirma al menos el último informe de la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública (ADSP), en el que esta Asociación llega a varias preocupantes conclusiones sobre el estado de salud de los habitantes de Murcia.
La ADSP dice lo siguiente: la sanidad pública regional gasta bastante dinero (quien esto escribe lo puede asegurar porque así se lo ha reconocido personalmente la más alta autoridad presupuestaria regional) en la atención sanitaria a su población. De hecho gasta más que la media nacional y que la mayoría de las otras comunidades autónomas. Pero el gasto se concentra en capítulos como las medicinas, la alta tecnología sanitaria y la atención hospitalaria, prestándose mucho menos atención a la base de todo sistema sanitario: la atención primaria y la prevención y la sanidad pública. Es decir, la casa se empieza por el tejado y no por los cimientos, por lo que el sistema funciona mal. Faltan muchos médicos y enfermeras de atención primaria que podrían hacer que la asistencia hospitalaria y el consumo de medicamentos (y por tanto el gasto sanitario en general) fuese mucho menor. Por no hablar de la necesidad de campañas de prevención y educación sanitaria a la población, que en realidad serían una inversión que rendiría sin duda sus frutos en ahorro y salud.
Sin embargo, y según la ADSP, no es el desequilibrio en inversión y prioridades el único culpable del mal estado de salud de los murcianos. Hay otro mucho más difícil de detectar pero que incluso resulta más negativo que el anterior: la pobreza, mayor en nuestra Región que en otras comunidades de España.
La pobreza y la salud no casan bien por varios motivos. En primer lugar la pobreza deja poco o ningún margen de maniobra para mejorar una asistencia sanitaria pública en declive por los recortes: el pobre no tiene dinero para sustituir los cuidados que el sistema sanitario público ya no le ofrece y su salud se resiente.
Pero además la pobreza suele ser sinónimo de malos hábitos de salud. Por ejemplo, de alimentación desequilibrada. No sólo escasa, sino poco diversificada y falta de nutrientes esenciales, ya que los alimentos más baratos suelen ser precisamente los menos saludables, los ultraprocesados, cuyo consumo constante desemboca en enfermedades metabólicas, muchas de ellas crónicas. También suele la pobreza dificultar el acceso a la higiene, lo que redunda en un aumento de las enfermedades infecciosas de todo tipo.
Igualmente la pobreza supone casi siempre una mayor dificultad para el acceso a la formación y a la cultura en general y como consecuencia a conocimientos de autocuidados médicos y de hábitos saludables de todo tipo. No se puede negar que cuanto más alto es el nivel cultural y de formación también lo es la salud de los seres humanos.
¿Y qué decir de los malos hábitos de los ciudadanos y ciudadanas de la Región de Murcia? Pues eso, que en gran medida son muy malos. La Región y sus gentes tienen muchas cosas buenas, pero también algunas muy malas. En algunas clasificaciones nacionales estamos a la cabeza, pero más nos valdría no estarlo, ya que se trata por ejemplo del consumo de tabaco, de alcohol o de alimentos poco saludables. Que el tabaco es tremendamente perjudicial no creo que lo dude nadie, al igual que el alcohol consumido en demasía. Lo mismo vale para los alimentos ultraprocesados. Sin embargo en Murcia hacemos uso y abuso de todos ellos y las consecuencias a medio y largo plazo para la salud de los murcianos son terribles.
También hay que mencionar (aunque el estudio de la ADSP no lo hace) al factor medioambiental. El uso generalizado de pesticidas y abonos químicos en la agricultura regional y la contaminación atmosférica derivada del transporte y la industria son de todo menos buenos para la salud. Aquí en Cieza lo sabemos muy bien, reconociendo incluso los responsables sanitarios que la alta incidencia en nuestra ciudad de enfermedades graves como el cáncer tiene probablemente sus causas en agentes medioambientales; no creo que sea necesario recordar a mis vecinos las quemas antiheladas o el baño en pesticidas, herbicidas y otros cidas que nos damos los habitantes de Cieza sin comerlo ni beberlo y que muy buenos no serán, casi con seguridad, para la salud.
En resumen: nuestra salud no es buena. Podría ser muchísimo mejor si todos los que tienen responsabilidad en su cuidado (nosotros los ciudadanos incluidos) nos preocupásemos algo más por nuestro estado físico e hiciéramos caso a quienes saben del tema.
A ver si con el tiempo lo logramos.