Y aún más le extrañaría a qué se dedican sus paisanos hoy en día. Y fijaos que el sector mayoritario al que se dedicarían los trabajadores ciezanos sería el mismo: la agricultura. Pero los productos que se cultivan, que se cosechan y se venden... Eso es harina de otro costal.
Si afirmo que las frutas de hueso son en la actualidad el núcleo de la economía ciezana, pensaréis que me podría haber ahorrado decir lo que todo el mundo sabe. Sin embargo no viene mal de vez en cuando recordar lo que parece obvio, pero que en ocasiones, por conocido, llegamos hasta olvidar. E insisto: la economía de Cieza gira en su mayor parte en torno a la producción de las frutas de hueso. Y en especial, de una: el melocotón.
El melocotón no es un recién llegado a nuestra agricultura, pero tampoco es un cultivo de siempre en Cieza. Ni él ni las demás frutas de hueso, como el albaricoque, la nectarina, la ciruela y un largo etcétera. Todos estos primores de la huerta eran árboles de cultivo limitado en las parcelas privadas cercanas al río hasta que un suceso cambió por completo la vida no solo de Cieza, sino de todas las localidades atravesadas por el río Segura (y algunas incluso lejanas): la llegada de agua a través del trasvase Tajo-Segura.
Un agua que obró el milagro de convertir una tierra seca y tradicionalmente pobre en un vergel conocido como la huerta de Europa y cuyo nivel de vida ha aumentado de manera exponencial, gracias a la producción de frutas y verduras de gran calidad y muy tempranas, con escasa competencia en otros lugares no solo de España, sino de toda Europa.
Pues bien, para Cieza el desarrollo de la agricultura de regadío significó la extensión del cultivo de las frutas de hueso, y muy especialmente de una: el melocotón. Una fruta atractiva, cuyo consumo se propagó rápidamente primero por el país y después por toda Europa. Una fruta además temprana, cada día más, de tal forma que los productores ciezanos colocan melocotones en los mercados continentales ya en abril, aunque tengan poco que ver con los melocotones originales, esos que se recogían en julio y en agosto.
La cuestión es que la especialización de Cieza en el melocotón acabó por convertir a la localidad en la meca de este cultivo. De hecho son muchos quienes afirman que el melocotón ciezano es el mejor del mundo, algo que siempre se puede discutir pero que no impide que esta opinión esté muy extendida. Por tanto lo que le ocurra al melocotón ciezano tendrá una importancia capital para la ciudad.
En nuestro mundo actual ya no solo importa el precio de un producto, sino que cada día más los consumidores buscan la calidad. Y esa calidad no solo sale del propio producto, sino que en los mercados de hoy los “label”, las etiquetas que certifican el origen y las características de los productos, dan seguridad al consumidor de que está ante un producto controlado, con unas características determinadas y un origen geográfico certificado. Eso, y no otra cosa, es lo que significa el término Indicación Geográfica Protegida que acaba de obtener el melocotón ciezano. Algo, de hecho, muy importante para la economía de la ciudad.
La consecución de la IGP va a otorgar al melocotón de Cieza un marchamo de calidad que mejorará sustancialmente su imagen, ya bastante buena, en todos los mercados. De hecho es muy posible que la producción derive cada vez más hacia frutas de mayor calidad, primando esta sobre la cantidad. Las perspectivas del sector, y de toda la localidad, van a mejorar sin duda alguna. Si con el tiempo se consigue la DOP (Denominación de Origen Protegida), el futuro será muy promisorio.
Sin embargo no hay que echar las campanas al vuelo en demasía. Es una magnífica noticia, sin duda, el haber conseguido la IGP para el melocotón. Pero hay que ser realistas y responsables con respecto a todo el sector agrícola local y a la economía de Cieza en general. Porque si no, corremos el riesgo de reforzar lo que ya es una característica preocupante de la economía ciezana: la especialización excesiva en la agricultura, y más aún en las frutas de hueso. Y en especial, en el melocotón. Porque la especialización excesiva nunca es buena para una economía, sea del nivel que sea. No es que no haya que aprovechar las oportunidades que la IGP va a ofrecer al sector; todo lo contrario, hay que exprimir, de forma inteligente, esta nueva ventaja comparativa para nuestro melocotón. Pero también hay que intentar diversificar nuestra economía, y no solo por aumentar la actividad, que también, sino porque la diversificación impide que las crisis inevitables del sistema económico capitalista destruyan el tejido productivo excesivamente concentrado en uno o dos productos.
En fin, no se puede dudar de que nuestros melocotones están muy ricos. Hasta en los supermercados extranjeros los encuentras, en lugares reservados para los productos de calidad: doy fe. Pero no olvidemos que también producimos otros frutos, y que no nos vendría nada mal un poco (o bastante) más de industria y de comercio. Para que nuestro futuro económico esté un poco más asegurado.
Mientras tanto, disfrutemos de nuestros melocotones.