Su impoluto traje, blanco y oro quedó impregnado de sangre apenas comenzar los primeros muletazos a su primer toro. Eso era fiel reflejo de su toreo, bordeando la jurisdicción del toro; tan al límite...
Sus compañeros de terna, en cambio abandonaron el ruedo con sus ternos prácticamente limpios. Su faena de alta expresión, finamente elaborada, con los "tempos" justos puso los corazones de muchos asistentes a altas revoluciones; sobre todo en las tandas con la mano izquierda, que hicieron crujir la plaza. Toro de una enorme nobleza y bravura y que López Simón supo mecer en su muleta..
Dibujó una sinfonía pletórica de plasticidad, alta emoción y exquisito gusto. La pujanza y codicia de un animal que no se cansó de embestir en el mismo centro del albero provocó que el público solicitase a la presidencia su indulto. Y todo condujo a la habitual ceremonia de estos casos: el torero fue estirando la faena, realizando el simulacro de intento de matar durante varias veces; mientras la presidencia delibera al modo de los combates entre gladiadores romanos si el luchador es merecedor de seguir con vida; -en este caso sería el toro. Una vez mostrado el pañuelo naranja, que no el pulgar del emperador hacia arriba; el toro fue devuelto a chiqueros y el artista pudo pasear las orejas y el rabo de otro toro, hermano de camada y que presumiblemente fué el primero del festejo.
En su segundo, el único de pelaje negro; -ya que los cinco restantes fueron castaños con diversos matices-, las cosas fueron diferentes. No tenía la transmisión del anterior y si en cambio algunos problemas de acometidas, pero que un torero como Alberto, tan preclaro y confiado en su técnica supo solventar y además imprimirle la emoción que el toro del Tajo y la Reina nunca tuvo. Finiquitó de estocada entera y de nuevo volvió a pasear un par de apéndices de su oponente.
Uceda Leal fue un torero muy respetado por la afición madrileña. Su ben hacer a la hora de ejecutar la "suerte suprema" le hizo ser muy valorado en Las Ventas. Corrían otros tiempos, porque ahora al parecer vive en "horas bajas"; sus contratos son escasos y eso se percibe en el ruedo. Para colmo, tuvo la desdicha de tener que pechar con el lote más deslucido. Aún así desgranó unas verónicas con mucho empaque y sabor en su primero. Su labor muleteríl fue discreta ante un animal de escasas fuerzas y embestida sosa. Lo mató al encuentro y el público silenció su labor.
En su segundo oponente sus ánimos parecían otros y no quería quedar detrás de sus compañeros, que ya habían paseado diversos trofeos. Llegó incluso a echar mano de recursos poco habituales en él como dar un par de "largas cambiadas". Posteriormente realizó una faena cargada de esfuerzo ante un toro que nada le puso fácil. El sabio público ciezano quiso premiar su gran voluntad y entrega pidiendo de manera fortísima un trofeo, que el presidente desestimó; posiblemente al valorar la estocada que había quedado baja. Mal por parte de la presidencia, ya que en el siguiente toro lidiado por el Fandi, la estocada cayó tan baja como la de Uceda y sin embargo le otorgó un par de orejas....
Lo de David Fandila es otra historia. Nunca fue torero de arte ni exquisiteces, pero el hombre ofrece todo cuanto humildemente tiene. Cierto es, que sus "puestas en escena" son siempre las mismas, es como un guión repetido, una película que hemos visto infinitas veces: largas cambiadas, afarolados, serpentinas; pares de banderillas casi siempre por el mismo pitón, culminando con "el violín" y la consabida carrera delante del cornúpeta que provoca los delirios en el personal.
Su toreo se basa y fundamente en lo atlético, no hay concesiones al clasicismo, a lo sutil, a los detalles que quedan en el recuerdo del aficionado. Sin embargo es honesto y honrado a carta cabal y tiene el don de empatizar con los públicos a la vez que su transmisión hace de los tendidos todo un clamor efusivo; -algo así como en otros tiempos hiciera el maestro Dámaso Gonzalez. Tuvo suerte en su lote, que le permitió hacer su toreo alegre, bullanguero y casi eléctrico.
La tarde fue vivida con intensidad por un público que casi rozó los tres cuartos de plaza. A excepción del lote de Uceda, los toros de Joselito y Martín Arranz dieron buen juego, aunque desiguales tuvieron buenas hechuras, siendo el tercero, el de mayot nobleza y bravura de todo el encierro.
La Deseada vivió un año más otro pletórico festival de sensaciones taurinas y además cada temporada muestra mejor semblante. Esta vez, sus propietarios: los hermanos Carlos y Eduardo López; siguiendo la estela de su padre Andrés López Marín han revestido los burladeros de la plaza con un cartel de esencias ciezanas, que un servidor tuvo el honor de realizar hace algunos años, representando a la mujer ciezana y al desaparecido torero, el maestro Manzanares. Junto a uno se hallaba el gran aficionado lorquino Felipe Hernández, poseedor de un verdadero caudal de recuerdos y objetos taurinos que engrandecerian cualquier museo.
Y por último, agradecer a la empresa liderada por Ortega Cano su firme apuesta por toreros nuevos que tanto pueden aportar como Alberto López Simón o Fandiño, el pasado año; aunque todavía no se cuente con los toreros locales. Quizás esa sea la asignatura pendiente del maestro Ortega....
