Este sábado, por unos instantes, todo cambió en el Convento de San Joaquín de Cieza. Túnicas, esas que llevan un año sin salir de los armarios, cirios, música procesional, incienso y Ella, Nuestra Señora de Gracia y Esperanza. En un acto sustitutivo del tradicional traslado procesional de la Madre del Jueves Santo, los cofrades de los Hijos de María volvieron a reunirse ante la titular de la cofradía. Un acto que por unos minutos nos hizo recordar tantos y tantos sentimientos que permanecen durmiendo a la espera de una nueva amanecida de pasión.
Tras una breve introducción de Antonio Morales, directivo de la cofradía, un breve video nos recordaba todo lo que los Hijos de María viven alrededor de sus tronos, sus imágenes y bajo el capuz. Unos instantes después, se alzó la voz de terciopelo de Marí Carmen y los acordes de Caridad del Guadalquivir inundaron este templo de reminiscencias franciscanas para ver como la Virgen de Gracia y Esperanza avanzaba por el pasillo central del templo hasta situarse en el crucero del mismo, escoltada por dos velas rizadas e iluminada por un foco que realzaba su tocado hebraico, algo tradicional, como es el atuendo de hebrea, en esta cofradía durante las últimas cuaresmas.
Mientras la imagen se encontraba frente a frente a su pueblo, como lo hace cada Jueves Santo, la voz de su hermano número uno, y ministro de Dios, Ramón García, exaltaba la Fe, la Gracia y la Esperanza de María.
Tras la exaltación mariana, los hermanos de la cofradía y devotos pudieron venerar la imagen de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, la Madre del Jueves Santo ciezano, la que llena de aroma a flores frescas el recorrido procesional.