Paso de contarles lo que ha sido este 2020; paso de hablarles de lo que todos hablan porque tengo la certeza de que ustedes no me leen para que yo les hable de lo que todos leen. La vida, como decía en el primer párrafo, se nos iba en excentricidades que quedaron reducidas a la nada. Fue un simple comunicado, como si de un chasquido de dedos se tratara, el que nos bajó, de repente, de un mar de nubes que no nos permitía ver la realidad de lo que deberíamos comprender y entender como vida.
2020 se nos irá en días y, gracias a él, hemos comprendido muchas cosas. Este rincón quincenal ha tenido, quizás, y perdonen ni altanería, más importancia que nunca. Ha tenido más importancia que nunca porque, de todo aquello de lo que hablaba sobre Cieza, hemos sido conscientes justo ahora que no lo tenemos. Justo ahora que añoramos tanto hemos comenzado a ser conscientes de que añoramos lo que siempre tuvimos pero que, obnubilados ante el ‘’carpe diem’’, no éramos conscientes de que eso que teníamos por habitual era algo extraordinario que, revestido de rutina, nos impedía reconocer la importancia que tenia para nosotros y, por ende, para Cieza.
El ‘’carpe diem’’ se declaró como un modelo de vida que, si o si, debía servirnos como himno que cantar hasta morir. Pero ahora creo que lo hemos desterrado para añorar lo que no tenemos y un día tuvimos. Añoramos abrazarnos con nuestros paisanos en el Ribereño, añoramos ir a un bar y zamparle dos besos a un conocido, añoramos comer en un campo con la tranquilidad de que nada pasa a nuestro alrededor más que el susurro de los árboles y el sol fulminante del estío ciezano; añoramos la conversación tranquila en cualquier esquina de nuestro pueblo, añoramos hablar cara a cara sin miedo al contagio. Añoramos muchas cosas, porque el ciezano entiende el día a día como un canto a la vida, al hedonismo y al disfrute al modo de los antiguos griegos; pero, si los ciezanos algo añoran son sus fiestas. Añoramos, como un puñal que se nos clava en el alma, el ponernos la túnica y salir corriendo al encuentro con nuestros hermanos de la vara, añoramos el olor a flores frescas cuando un trono se nos acerca y parece que se nos cae encima, añoramos el sonido de la música procesional en las mañanas de Pregón, Ramos y Cortesía, añoramos la cadencia, indescriptible, de un trono ciezano y de una fila de cualquier Kábila o mesnada ciezana. Añoramos escuchar ‘’Moros vienen’’ y salir a borbotones desde San Bartolomé para defender lo nuestro, nuestro sueño de pueblo. Añoramos enseñar lo nuestro al forastero y, en las tórridas mañanas de agosto, ponerle el refajo y salir al encuentro del apóstol en la mañana del 24 y en la tarde del 8 de septiembre cuando un arco de luz cruza el Puente de Hierro revestido de flores y Buen Suceso. Añoramos la cultura, añoramos los conciertos, añoramos nuestras bandas de música y añoramos vivir en Cieza como se vivía antes, como si del Paraíso se tratase.
Volverá la Semana Santa, volverán los Moros y Cristianos, volverá la Feria y Fiestas de San Bartolomé, volverá nuestra patrona, la Virgen del Buen Suceso Coronada, volverá la programación cultural del CAPÍTOL, volverá el otoño y volverá la vida a brotar de ‘’la piedra, testigo mudo de pretéritos amaneceres’´.
Todo volverá pero, ahora, más que nunca, debes poner tu granito de arena para que, cuando volvamos a amanecer, todos estemos aquí, bajo el amparo del Santo Cristo y la Atalaya. Feliz Navidad, queridos lectores.
