Lo escrito anteriormente es la convocatoria para una nueva feria. Es la llamada de la gente trabajadora a una nueva feria de compromiso, constancia, esfuerzo y sacrificio.

Cuando todo el mundo sale a pasear, disfrutar, escuchar música en directo o cenar en una tasca, ahí están ellos: Las personas anónimas de nuestro pueblo que sacrifican ‘’su’’ feria por un proyecto común. Un nuevo paso, un arreglo en x capilla, el mantenimiento de un club deportivo o el acabar el pago de un arreglo, entre otros tantos proyectos. Cuando todos disfrutan ellos están ahí. Ellos son los anónimos que cada noche te recibirán con una sonrisa en las tascas de la Plaza de España y la Era.

Desde que la Feria es Feria, las tradicionales tascas siempre han ido cogidas de la mano con los festejos más reseñables de nuestra tierra. Junto con el turronero, los juguetes, el churrero, el escenario y las luminarias siempre han estado las tascas de comida. Es imposible concebir una feria de Cieza sin las típicas tascas de la Plaza de España. Su típico olor a fritanga pura, y en esencia, sus cuentas redondeadas y engordadas, sus camareros inexpertos y sus típicas libretillas de apunte se han convertido con el paso de los años en un elemento más que necesario en la forma que el ciezano tiene de concebir el final del verano en su semana más festiva; la de la Feria y Fiestas en Honor a San Bartolomé, Patrón de Cieza.

Cofradías y hermandades, templos parroquiales, clubes de fútbol o particulares instalan las tradicionales casetas de hierro en el exterior de la Plaza de España. Unas tienen como fin el enriquecimiento personal, pero otras, las que más, buscan que el dinero que reciben revierta de nuevo en nuestra ciudad. Cofradías como la del Cristo del Perdón, Beso de Judas, Verónica, Ánimas, Hijos de María, Samaritana, Dormis, San Pedro, Magdalena o Agonía han devuelto, con creces, el dinero que los comensales pagaban por comerse unos montaditos de lomo, salchicha o morcilla, entre otras cosas. Ese dinero ha sido devuelto al pueblo de Cieza en forma de arte, en forma de pasos procesionales y como granito de arena para engrandecer la semana más bonita del año para los ciezanos: La Semana Santa. Otras entidades, como la Basílica de la Asunción, ponen su tasca para poder hacer frente a la restauración de una determinada capilla que con el paso de los años no es ni la sombra de lo que era. Todo tiene un fin, un fin en beneficio de un pueblo, de una gente y de un sentido de colectividad que ahonda profundamente en el corazón de los ciezanos.

Si todo lo anterior es majestuoso, no es menos majestuoso, el sacrificio y la entrega que demuestran las personas que, sin necesitarlo ni tenerlo por obligación, abandonan sus casas, sus parejas, sus familias y amigos cada noche para, con su mejor sonrisa, servirte lo que pidas, limpiarte los platos o hacerte a la plancha lo que tu estómago te pida. Esa gente merece todo nuestro respeto, porque no son profesionales, es gente que ama a sus entidades. Es gente que se sacrifica por el bien común, es gente que allá por donde pase se merece un trato cordial, respetuoso y siempre, repito, siempre, educado.

Vaya desde aquí mi más sincero reconocimiento a todos aquellos que hacéis posible que la Feria de Cieza pueda tener, otro año más, sus tascas de la Feria.

Felices fiestas, queridos lectores.

Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.