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Martes, 23 de Abril del 2024
Friday, 13 March 2020

Contra la pandemia, disciplina

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

La cosa se pone fea. Y más que se va a poner.

La epidemia causada por el COVID-19 se ha hecho mayor, y es ya una pandemia en toda regla. Pocos países del mundo están libres de ella. La cuestión es: ¿qué hacemos para acabar con el coronavirus?

 

Antes de empezar, un aviso: el coronavirus ha venido para quedarse. Pasará a formar parte de la legión de bacterias y virus que, anualmente, nos recuerdan que somos vulnerables ante seres tan pequeños que algunos de ellos ni con microscopios pueden ser vistos. Pero el presente es que no tenemos forma de prevenir la enfermedad salvo la tradicional y muy eficiente profilaxis. No tenemos vacunas ni medicamentos que luchen realmente contra el virus.

 

Ya lo tenemos aquí. El COVID-19 avanza inexorable por calles y caminos españoles sin distinción de clases ni procedencias. Las infecciones y las muertes aumentan exponencialmente y las autoridades sanitarias y políticas han intentado, hasta ahora infructuosamente, limitar la expansión de la pandemia mediante medidas de contención poco agresivas. Ante el fracaso las actuaciones públicas se hacen de día en día más extremas, algo necesario si se quiere tener éxito en este combate contra la enfermedad.

 

Fijémonos en el ejemplo chino. La epidemia en el país asiático comenzó mucho antes del reconocimiento oficial de la misma. Incluso el gobierno chino intentó ocultar su expansión, encarcelando y sancionando a médicos y periodistas que la anunciaban. Cuando ya resultó imposible hacerlo, comenzó a tomar medidas drásticas de aislamiento que requerían para ser efectivas de la absoluta colaboración de la ciudadanía, obtenida por grado… o por fuerza. Naturalmente, siendo China un país dictatorial en el que la población está acostumbrada a obedecer las órdenes del gobierno, resultaba más sencillo que esta aceptase las normas de aislamiento y reclusión.

 

Pero en España somos diferentes. No solo nosotros, en general todos los países democráticos. Y es que en ellos los ciudadanos son libres, y salvo en estados de emergencia o excepción es difícil que las autoridades puedan imponer una política férrea de prevención de los contagios, única manera de frenar la pandemia. Por ello hay que recurrir a la responsabilidad del ciudadano y a su confianza en el trabajo que desarrollan las autoridades; algo que a veces resulta difícil, dado que nos han engañado tantas y tantas veces… Sin embargo ahora es diferente, porque nos va la salud, no solo la nuestra sino la de nuestras familias, nuestras ciudades, nuestros países, el mundo entero, en ello.

 

¿Qué quiero decir? Muy simple. Las recomendaciones de las autoridades se hacen con el objetivo de limitar los contagios, aunque la enfermedad curse de forma leve en la mayor parte de los afectados. Pero al ser muy contagiosa su extensión puede colapsar no solo los sistemas sanitarios, sino las economías y las sociedades en general. Si nos dicen que respetemos una serie de recomendaciones no solo es por nuestro bien, sino por el de todos. Cada persona que no se contagia rompe uno de los eslabones de la cadena de extensión de la enfermedad, ahorrando a otras la infección. Pero si no seguimos las instrucciones lo más probable es no solo que enfermemos, sino que transmitamos la enfermedad a otros, probablemente gente muy cercana a nosotros. Y a su vez ellos se transformarán en nuevos vectores de la pandemia, y así hasta el infinito.

 

Si nos dicen que procuremos no viajar, no viajemos. Si nos piden que nos lavemos las manos con frecuencia, lavémonoslas. Si nos aconsejan no acudir a lugares concurridos, hagamos caso. Si nos advierten contra las falsas noticias y los bulos que corren, informémonos en los canales oficiales. Porque en esta ocasión los políticos se están haciendo a un lado y están cediendo el protagonismo y el diseño de las actuaciones a seguir a los que saben del tema: los médicos y epidemiólogos, los únicos que realmente pueden elaborar una estrategia capaz de hacer frente con éxito a la pandemia.

 

Resumiendo: hay que hacer lo que nos dicen, máxime teniendo en cuenta que quienes nos lo dicen son personas que saben lo que hacen. Tenemos que ser también pacientes, porque el proceso va a ser largo, incluso plagado de malas noticias que se irán convirtiendo poco a poco en menos malas y, finalmente, en buenas. Y tenemos también que confiar en la ciencia, la única que nos puede dar armas para luchar contra el COVID-19, y desconfiar de charlatanes y pseudocientíficos que, digan lo que digan, tienen un único objetivo, que no es otro que ganar dinero con sus mentiras y engaños. Si lo hacemos así, si cumplimos nuestra parte, si somos solidarios con nosotros mismos y con toda la sociedad, si asumimos nuestra responsabilidad en estos momentos difíciles, es seguro que el coronavirus se convertirá en una molestia, sí, pero solo en una molestia.

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