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Jueves, 25 de Abril del 2024
Saturday, 18 November 2017

¿De verdad se acabó el "asunto Cataluña"?

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

¿Ya está? ¿Esto es todo? ¿Se acabó el “Asunto Cataluña”? ¿Han terminado los noticiarios interminables, las conexiones en directo, los telediarios monotemáticos, los plazos a punto de vencer, los whatsaps, twits, entradas de Facebook, todo sobre lo mismo?. 

La información es caprichosa. O no. Porque muchas veces la información no busca sólo lo importante, sino lo conveniente (para algunos), lo necesario (para otros), o simple y llanamente lo que hay que tratar porque así lo manda quien lo mande. El caso es que la información, eso sí, busca exprimir los temas que pueden ser interesantes para el público, y el Asunto Cataluña estaba empezando ya a hartar, máxime después de un mes de octubre loco con 24 horas sobre 24 de información constante y apabullante. Cuando la presión independentista ha aflojado, no sé si por estrategia político-informativa o por falta de interés, pero el caso es que el flujo informativo sobre Cataluña ha aflojado notablemente y otros temas que se escondían tras éste han pasado a ocupar las primeras planas.

 

¿Pero se ha acabado el Asunto Cataluña? Pues me da la impresión de que no. A pesar de que algunos presuman de que han reconducido la situación y de que otros entonen un mea culpa sospechoso por su escaso carácter de arrepentimiento y su notable aspecto de giro táctico. No nos engañemos: el problema está ahí, no se ha solucionado en absoluto. Pero me temo que quien debería empezar a diseñar una salida airosa y beneficiosa para todos no sólo no está por la labor, sino que se empecina en el tancredismo origen de buena parte del problema.

 

Queridos lectores y lectoras, hay una realidad evidente: varios millones de ciudadanos catalanes (no sabemos exactamente cuántos, dada la burda manipulación y los nulos controles que los convocantes aplicaron el 1-O) quieren la independencia de Cataluña, y muchos de ellos han estado movilizados (y muchos aún lo siguen estando) para conseguirla. De un modo muy poco democrático, a pesar de sus constantes apelaciones al carácter democrático de su movilización, ignorando que en sus bautizadas como elecciones plebiscitarias de 2015 obtuvieron en votos reales un claro “no” a sus tesis y que más de la mitad de sus conciudadanos no quieren convertirse en extranjeros en su propia tierra. Pero es innegable que la Cataluña independentista está ahí, es numerosa y, aunque momentáneamente desconcertada, no tardará en reorganizarse.

 

¿Qué hacer? Muy sencillo: todo lo contrario de lo que se ha hecho hasta ahora. En 2010, cuando se aprobó el nuevo Estatut, el independentismo en Cataluña no llegaba al 20%. Tras su anulación por el Tribunal Constitucional y las constantes negativas del gobierno a cualquier concesión a Cataluña, el total de partidarios de la independencia ha llegado a rozar el 50%, aunque parece que en la actualidad es algo inferior. De hecho los partidos independentistas catalanes, sobre todo los independentistas de toda la vida como es el caso de Esquerra Republicana, se congratulan y agradecen al señor presidente del gobierno por ser (palabras textuales) “el mayor fabricante de independentistas”. Si el propio adversario te lo reconoce, deberías cambiar de línea, al menos si quieres ganar en la lid.

 

Parecía que al fin había llegado la cordura a quienes nos gobiernan, pero puede que sólo fuera una ilusión. Tras haber prometido al principal partido de la oposición iniciar el estudio de una reforma constitucional que diese un mayor autogobierno (dentro del límite del respeto absoluto a la integridad del país) a Cataluña, y en una actitud que nos es, lamentablemente, de sobra conocida, el gobierno dice ahora que de eso, nada. Que donde dije digo, digo Diego. Que sólo buscaba el apoyo para la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Pero entonces, ¿y ahora qué?

 

Pues ahora, nada. Porque todo sigue igual. La retirada del independentismo es sólo de carácter táctico. Ningún independentista de pro ha renegado de su objetivo último. Tan sólo han admitido que no estaban preparados, que es muy complicado (por no decir imposible) llevar a buen término una independencia unilateral y que no contaban con una mayoría social de la ciudadanía catalana que apoyase sus tesis. Pero de dejar de prepararse para volver intentarlo, nada de nada. Por su parte el gobierno central no parece querer moverse ni un ápice, convencido de que su actuación inmovilista le granjeará nuevos votos. Aunque me temo que las encuestas dicen todo lo contrario.

 

La solución es clara: dar a Cataluña algo de lo que pide. Buscar un mejor encaje de esta Comunidad en la España del siglo XXI. Demostrar que lo de “España nos roba” o “España nos oprime” no son más que bulos sin fundamento. Hacer que los catalanes sientan que son parte de España con todos los deberes que ello conlleva, pero también con todos los derechos. En resumen, hacer atractiva a España para que esos millones de españoles que quieren dejar de serlo vuelvan a sentirse cómodos en nuestro país, en el de todos. O al menos una parte de esos millones.

 

¿Es fácil? No. ¿Posible? Sí. Un buen ejemplo, aunque salvando las distancias, es el Euskadi, donde el independentismo ha bajado de un 35% a un 19% de la población en los últimos años. ¿Y por qué? Sin duda, el final de ETA tiene que ver, pero también el hecho de que los vascos se encuentran cómodos y bien en España, se dan cuenta de que estar en España es beneficioso para Euskadi. Y eso mismo hay que lograr con Cataluña. Porque las encuestas son también muy claras. Un porcentaje muy elevado de los independentistas, aproximadamente la mitad, dejarían de serlo si Cataluña tuviese una más amplia autonomía y una mayor disposición de recursos. Y un mayor reconocimiento de su singularidad.

 

Pero hay que actuar rápido. Ahora mismo el independentismo está desconcertado, ha perdido aliento, por lo que una salida airosa sería aceptada de mil amores por muchos de sus líderes, que así podrían vender a sus seguidores que el “Procès” ha conseguido mejoras reales para Cataluña. También sería beneficioso para el propio gobierno central, quien podría decir con todas las de la ley que en esta ocasión que ha buscado y aplicado una solución realista y duradera para un problema grave que aqueja al país, y de paso reforzar sus depauperadas posiciones en la propia Cataluña. Y, muy probablemente, una solución rápida contribuiría a atenuar el clima de tensión y enfrentamiento que se vive hoy, aunque los independentistas traten en vano de negarlo, en la Comunidad Autónoma. Eso sí, habría que dejar claro a los partidos nacionalistas catalanes que las bromas se acabaron, y que la lealtad institucional es una vía de doble sentido. No es que se condene el independentismo, tan respetable como cualquier otra postura política; pero sí la unilateralidad, el saltarse a la torera la legislación, acusando curiosamente luego al adversario de hacerlo.

 

¿Tendremos suerte y veremos una solución racional al “Asunto Cataluña”? No sé qué decir. Sería lo lógico y deseable, pero en este país nuestro lo lógico y lo deseable no son lo cotidiano. Lo que sí puedo asegurar es que el “Asunto Cataluña” sigue ahí, y no se puede dejar que se enquiste o agrave.

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