Por cierto que aún no se han ido los que dicen querer irse de España y entre sonrisitas irónicas expresan aquello de “adeu, Espana”, para acto seguido quedarse en el mismo sitio. ¿Pues no os ibais? Nadie les impide marcharse y sin embargo siguen allí, ocupando esa porción noroeste de la península Ibérica, de España, después de haber conseguido sólo, tras más de 35 años de machaque y mentiras, enrarecer el ambiente y romper relaciones, amistades y hasta familias, en un viaje para el que no necesitábamos alforjas, amigo Sancho ¿Y por qué seguimos aguantando estoicamente a los Mas, Junqueras, Turull, Puigdemont, Forcadell, Tardá o Gabrielito Rufián, el niño de la hp? Y encima los españoles somos los malos malísimos de esta soporífera historia para no dormir.

Probablemente ya saben ustedes, queridos amigos y convecinos que me aguantan cada semana de manera estoicamente fiel, y que quizá hayan “elegido el estudio del Idiotés como contenido curricular troncal” (qué miedo…), ya saben, decía, transcribiendo a un inspirado Antonio Burgos, “que nuestra lengua es un dialecto, derivado por un lado del Politiqués y por otro del Tertulianés, de los que toma muchas de sus voces, que cada vez tienen mayor uso y éxito pues, como bien conocen, en nuestra patria (con perdón) el número de gilipollas que quieren pasar por cultos se multiplica exponencialmente de un día para otro”, en prolífera e incontenible expansión. Así que calendaricemos curricularmente, pues, y viabilicemos la sostenibilidad del empoderamiento. Empoderamiento transversal, nunca se olviden de esto. Hay que posicionarse en la verbalización para viabilizar que todo empoderamiento sea transversal porque, si no es transversal, ni es empoderamiento ni es ná. Y mucho menos vale si no produce empatía, por la gloria de mi tía. Teniendo además en cuenta que nunca se debe descontextualizar lo que nos verbaliza nuestro interlocutor. Interlocutor válido, obviamente”, que no va a ser, lógicamente, un Puigdemont cualquiera. “En estas clases de Idiotés les recomendamos siempre que no hablen con desconocidos y mucho menos que verbalicen con un interlocutor si no es válido: mírenle la fecha de caducidad, como a los yogures. Exíjale incluso, si se trata de cerrar un negocio o firmar un pacto político, el carné oficial de Interlocutor Válido, o, en su defecto, el título convalidado por nuestra Facultad de Ciencias de la Gilipollez, que tan notables resultados académicos está obteniendo en los modos de verbalización de la ciudadanía y, en ocasiones, incluso del ciudadanío”. “Para conseguir todo esto, en tiempos de escasez, es vital optimizar recursos. Si no optimizamos recursos es que no valemos un pimiento, y ustedes lo saben. Se trata de inicializar la interlocución, eso que antes se llamaba hablar, como les decía, de acuerdo siempre con las tendencias y después de testarlas. Quede claro que testar no es ir a una notaría para hacer testamento y, con la última voluntad allí expresionada, hacer la puñeta a unos cuantos sobrinos que se creen todavía los tontos que van a trincar algo cuando la palmemos. Testar en Idiotés Clásico es poner a prueba algo. Por ejemplo, los resultados de la esponsorización de eventos o la sostenibilidad de la movilidad, que nunca deben confundir con la movilidad de la sostenibilidad, que parece que son lo mismo, pero son asuntos muy distintos”.

“Podría también estar de conductor de programa. «Conductor», creen los lerdos que no dominan el Idiotés, que es el señor que va al volante de un automóvil o un camión. Y no… «Conductor» es el que lleva (“conduce”) un programa informativo de radio, por ejemplo. No se les ocurra, si a tal puesto llegan, verbalizar palabras como «España». Cuando deban hablar de asuntos patrios, digan «dentro de nuestras fronteras». Lo que no tiene fronteras, como ven, es el Idiotés, hasta el punto de que parece esponsorizado por Gilipollas sin Fronteras”.

¿Se han enterado ustedes de algo? Si es que no, no se preocupen. El problema no es suyo sino del idiotés. Además, el auténtico drama que vive nuestra sociedad no es el del idiotés, que sólo es una moderna y pedestrísima aguja de marear cultos, sino del particularismo y el egoísmo, que por cierto riman con nacionalismo, que es una actitud, emocional según dicen, que por definición se sitúa por encima de los intereses generales. La crisis económica se habrá acabado, sí, pero seguimos inmersos en otra gravísima y endémica crisis moral e intelectual. Nuestra sociedad está enferma y puede morirse.