En el lento transcurrir de los días de playa, la posición más habitual que hemos mantenido ha sido la comodísima de decúbito supino, y las duras camas del ático, carísimo y algo desvencijado, que alquilamos para esta ocasión a una inmobiliaria rusa, acabaron de arruinar nuestras ya bastante maltrechas espaldas y doloridos costillares. De vuelta de nuevo a Cieza, repasamos el cosmos, el micro y el macro, al igual que en las noches tranquilas de Julio, más cerca del cielo, repasábamos, sin pensar en nada, empachados de infinito, el eclipse parcial de Luna o las sucesivas recolocaciones de la Osa Mayor en el falso y negrísimo firmamento, otro bestial “fake” como el del “Show de Truman”, cuajado de estrellas muertas, mientras contábamos gaviotas, a razón de cuatrocientas o más cada cuarto de hora, volando mansas hacia zonas de descanso nocturno cerca ya del lagunaje cloacal próximo, vista al frente, a San Pedro del Pinatar. Viaje plácido y epilogal de cada anochecer hacia fecundos pudrideros de los que resurgir, renacidos, mañana.

Ya recluido en mi celda, reanudo la costumbre de sumergirme en mi mundo virtual de series y películas, que devoro con avidez. Es lo que toca y me queda, que me queda, que me va quedando. De una de esas series, “The Strain”, una especie de siniestra revitalización del mito del vampiro, muy bien contada y ambientada, con tintes apocalípticos y terroríficos, extraigo el inquietante deseo-reflexión que sirve de título a este artículo y que bien podría aplicarse a un análisis circunstancial, es decir, que atienda a las circunstancias, de la realidad política local, regional y nacional, que amenaza el futuro de Cieza, de Murcia, de España y –por qué no- también del mundo. “Ojalá vea una ciudad hermosa y (…sobre todo) gente brillante emerger de este abismo”. Difícil lo primero. Más difícil aún lo segundo. Imposible en realidad, salvo generosidad inconcebible e impensable en el inconsciente, caprichoso y ambicioso niño guapo, inexpresivo y grandote al que han permitido y siguen permitiendo que mande en su partido, reconvertido de socialista en “sociolisto” y “sanchista” (pero no a la menera de Sancho Panza el Prudente), y hasta eso estaría bien y sería un mal menor siempre y cuando fuera sin él, que es el que sobra, sin Sánchez…por favor, sin Sánchez. Socialismo o sanchismo sin Sánchez, como ha venido existiendo y existe en España (¿a qué decir lo contrario o negarlo?) el franquismo sociológico sin Franco.

Así que vuelvo del pestor de la Manga y contemplo el espectáculo de los “estrigoids”, los temibles y asquerosos vampiros de “Strain” a nuestro alrededor, los chupasangres insaciables que se adjudican sueldos de vértigo despreciando el esfuerzo, actual o pasado, de los que son, hemos sido o serán currantes de verdad. El vampiro chupasangre Pedro Sánchez, que esta semana presentó un infumable e increíble programa, en un aburridísimo discurso de dos horas de duración al que pocos dieron credibilidad ni prestaron demasiada atención ni dentro ni fuera del hemiciclo de las Cortes, no fue investido como presidente en la primera intentona, el martes, 23 de Julio, pero todo apunta a que, tras múltiples y tontos postureos, y muchas payasadas, lo habrá logrado el jueves, 25 de Julio, alumbrando un nuevo gobierno Frankenstein llamado a durar la eternidad de cuatro años y a dejar –esta vez sí- a España que no la va a reconocer ni la madre que la parió, que bien pudo ser Michelle Jenner, o sea, Isabel la Católica.

Ojalá me equivoque y ojalá que podamos ver una ciudad hermosa y gente brillante emerger de este abismo, en el que empezamos a sumergimos en Diciembre de 2015, cuando las fuerzas constitucionalistas no tuvieron el arrojo de plantarse juntas frente a la amenaza, pero, visto lo visto y a estas alturas de insolidario, estéril y temerario ensimismamiento, creo que no será posible mientras en España continuemos con la actual ley electoral, agravada por la impericia y falta de credo democrático de la clase política que ocupa los escaños del Congreso y del Senado. En cualquier otro país de nuestro entorno ya habría una gran coalición constitucionalista o se habrían cambiado las leyes para dar entrada a la posibilidad de una segunda vuelta electoral. Aquí seguimos esperando…¿A qué? ¿A quién?