Ha llegado el momento de tomar decisiones. La cuestión a plantear, lo primero que hay que decidir, es: ¿qué sistema queremos? ¿Queremos un sistema con una mayoría de pensiones bajas, lo justo para mal vivir, que tengan que ser complementadas con ahorros o planes de pensiones privados para poder sobrevivir? ¿O bien un sistema de pensiones dignas que den a nuestros mayores la oportunidad de vivir su retiro de forma tranquila, sin tener que pasar estrecheces o necesidad, y que sea de naturaleza pública?
Haciendo un análisis somero podría decirse que ambos sistemas son posibles. Pero tengo la impresión de que en realidad algunos son más posibles que otros. Y creo que no van a ser los que algunos esperan que sean.
Primer sistema: pensiones bajas, complementadas con ahorros y planes de pensiones. Para el Estado pueden parecer el más cómodo, ya que le exige un esfuerzo económico mucho menor. Pero este sistema tiene sus inconvenientes. El primero, y a mi modo de ver el más importante, fiar buena parte del dinero del que disfrutará (o con el que sufrirá) el pensionista al ahorro que pueda realizar a lo largo de su vida activa. Ello supone, claro está, que el sufrido trabajador español tenga un sueldo decente, del que pueda sacar unos euros todos los meses para meterlos en una hucha, debajo del colchón o en un plan de pensiones. Pero no sé si usted, querido lector, o usted, querida lectora, tienen capacidad económica para realizar semejante proeza. Y es que más de la mitad de las familias españolas tiene dificultades para llegar a fin de mes, o no puede irse nunca de vacaciones, ni siquiera una semana al año. Están como para quitarse el trozo de pan de la boca y ahorrarlo para la vejez. Por no decir que el verdadero objetivo de este ahorro es permitir bajadas de impuestos que beneficien, sobre todo y como siempre, a los más ricos. Además, el ahorro obligatorio de una parte sustancial de los salarios para la vejez retiraría ese dinero de la circulación de la economía real, lo que provocaría un descenso del consumo y de la inversión. En resumen: con esta solución la mayor parte de los futuros pensionistas españoles vivirían en la estrechez, cuando no en la miseria. Ni que decir tiene que este sistema es el que preconizan los teóricos del neoliberalismo, las grandes empresas y las grandes fortunas.
Segundo sistema: pensiones dignas, aseguradas básicamente por el Estado. Avisémoslo antes: se trata de un sistema caro de mantener y que necesita de un cambio evidente en la forma de concebir los servicios sociales (que más bien se quieren destruir) que impera actualmente. Haría falta dinero, sí. Y mucho. Pero este dinero se puede conseguir por varias vías. La primera, eliminando las ventajas que se dan a las empresas en cuanto a cotizaciones sociales por contratar trabajadores, ventajas que según muchos expertos constituyen una enorme sangría recaudatoria para el sistema de pensiones. Segundo, prohibiendo los contratos basura que son los dominantes hoy en día, y cuyas bajísimas bases de cotización a la Seguridad Social hunden más aún la recaudación. Tercera vía: impuestos, en especial a quienes más tienen, que son precisamente quienes menos pagan en nuestro país, y que es lo que se hace en la mayor parte de los países de nuestro entorno, en especial en los más avanzados, donde las pensiones son más dignas. Y no crean ustedes a quienes les digan que esto es demagogia: cualquier economista les aclarará que es perfectamente posible, y que si los grandes capitales europeos se vienen a España es porque saben que aquí pagarán menos impuestos que en cualquier otro sitio. Además, este aumento impositivo no recaería sobre todo en las clases bajas y medias, sino en las altas, y apenas retiraría capitales de la economía real, sino básicamente de la especulativa y financiera, por lo que apenas se deprimiría la actividad económica; como mucho, tal vez, la relacionada con el superlujo.
Dos sistemas, con sus diversas variantes entre uno y otro. Y una necesidad acuciante: la de tomar una decisión que no suponga, como siempre, poner un parche. Primero, seleccionar un sistema. Segundo, ponerlo en marcha con todas las consecuencias. Más de nueve millones de ciudadanos y ciudadanas en España esperan noticias sobre su pensión. Y más de nueve millones de votos también. Porque nuestros mayores no deberían tener pesadillas a causa de su pensión, sino vivir con dignidad y tranquilidad esos años dorados que les esperan tras toda una vida de trabajo.