Su nombre es Antonio Yuste Martinez, General jefe de mi familia y parte de otra, leal servidor a su mujer e hijos, padre de una hija asesinada por el cáncer y juró vengarse de él en ésta vida o en la otra, hasta que al final lo consiguió, donando su propio hígado, salvando así a una persona, ya sé que no es Gladiator, pero si se que es mi héroe de carne y hueso.

¿Y por qué digo que es un héroe? Porque nació en 1940, en una época de penurias, después de una guerra civil, en plena guerra mundial y en el seno de una familia humilde. Pronto, a muy corta edad, empezaría a trabajar de menaor con el esparto, intentando llevar algún sustento a su familia. Más adelante, un poco más adulto y con más experiencia, cuando terminaba su jornada laboral, por las noches fue contratado para proyectar películas en el cine Galindo y esporádicamente en el cine Borrás, cuando me lo contaba a mí, en mi niñez, “hijo, esa la proyecté yo”, sobre todo las del western, lo flipaba (jo, mi padre había proyectado pelis en el cine, guau yo también quiero), quizás hay empezó mi afición al cine, pero volvamos a él.

Siempre he dicho que tenía porte de estrella, y en la época que vivió, perfectamente podría haber interpretado el papel de Robert Redford en “Dos hombres y un destino”, la foto de arriba me lo confirma, o en otra con sus colegas de batalla como “Los intocables de Eliot Ness”, porque no, es solo nacer en el sitio adecuado, seguro que lo hubiera hecho igual o mejor. Pero al final le tocó vivir el cine desde el otro lado, la butaca y la proyección. Todo eso acabó, dedicándose en cuerpo y alma a su trabajo y familia, que sin ningún tipo de estudios sabía hablar francés y comprenderlo perfectamente, ya que tuvo que sobrevivir como emigrante en Francia en las famosas campañas de vendimia junto a mi madre, no como ahora, masters, psicólogos, ellos sí que eran buscavidas y luchadores, porque a base de golpes aprendían.

Tuvieron que pasar unos años, hasta conseguir la estabilidad que en sus tiempos mozos no tenía. Pero cuando más tranquilo estaba ya en su retiro, hace unos cinco años, su corazón fue atravesado con una flecha mortal (su hija falleció), igual que el “Cid” de Charlton Heston que en su última batalla contra los musulmanes, medio muerto y a caballo, logró expulsar a los moriscos de Valencia (gran película épica por cierto). Mi Padre también logró echar sus males, pero la herida fue tan grave que no logró superarla, pero lo que sí consiguió, fue irse en paz sin hacerle daño a nadie y vuelvo a repetir, salvando una vida que casualmente cuando estaba escribiendo el artículo, nos llegó la carta de agradecimiento del hospital, comunicándonos, que habían dado el alta a la persona que ya porta el hígado de mi Padre, una gran noticia que nos ayuda a llevar su pérdida.

Siempre me quedaran sus recuerdos, la afición que me creó, y cada vez que vea una peli de acción, lo tendré presente, y si son de western, más, lástima que ahora no las hacen como antes, como las de John Wayne, James Stewart, Alan Ladd en Raíces Profundas (¿cuántas veces la habré visto con él? muchas), Sólo ante el peligro, Horizontes de Grandeza, Río Bravo, Duelo al Sol, Él 7ª de Caballería, La Diligencia, varios clásicos insuperables, pero al final me quedo con las de Clint Eastwood, mis favoritas.

Adiós Papá, el cine tiene otra estrella en el firmamento, la tuya, que brillará siempre, donde quiera que estés.

Podría seguir más, pero no acabaría, así que, ya en el próximo artículo volveremos a la normalidad, también con el concurso de la B.S.O., regalando entradas de cine, nos vemos en quince días o antes, en una galaxia muy, muy lejana…