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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 27 February 2016

Y nosotros, sin gobierno

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

Pues sí. Más de dos meses ha que el sufrido pueblo español cumplió con su cita con la urna (no se alarmen: electiva, no funeraria) y, contra la costumbre, no tenemos quien nos gobierne.

Bueno, seamos exactos. Gobierno hay, aunque en funciones. Lo que significa que debe limitarse a la gestión, y no tomar decisiones que tengan calado y duración.

 

No es que falten candidatos. En realidad, candidatos sobran. Todos los que pilotan sus partidos en las procelosas aguas de la política patria aspiran a serlo. Algunos, incluso, han andado ya parte del camino a la poltrona firmando pactos que, de momento, no parece que tengan muchas posibilidades de convertirse en realidades de gobierno.

 

Y nosotros, los españolitos, a mirar y a esperar. Que tampoco es algo demasiado malo, no vaya a creer usted. Algún país socio nuestro, como es el caso de Bélgica, se tiró no hace mucho la friolera de 580 días sin gobierno, y ahí están, felices y contentos. Bélgica sigue unida, rica y satisfecha. Y nosotros la envidiamos.

 

Nosotros. Los curritos. Los españolitos de a pie. Los que votamos, sí, pero después no decidimos. Los que no entendemos de política, pero las más de las veces la sufrimos. Si vas por la calle y preguntas a la gente sobre la actual situación política, un 99% de los preguntados responderá: ¿Y por qué no se ponen todos de acuerdo? ¿Por qué no pactan para arreglar lo que está mal en el país?.

 

A lo que responderán muchos políticos: porque somos fieles a nuestras ideas y nuestros principios, y no vamos a hacer renuncia de ellos. A eso le llaman honestidad política. Y puede que lo sea. Pero, ¿y el patriotismo?.

 

Entiéndanme ustedes, señor y señora lectores. Para mí, el concepto de patriotismo no es el de las banderas, el de los himnos. Un país no es un símbolo. Un país es su gente, toda su gente, no sólo los que se envuelven en la bandera y tararean el himno, no sólo los que se aprovechan de su patria para llenarse los bolsillos mientras enarbolan su enseña y sisean como serpientes el nombre del país al que parasitan (esos, en realidad, no son el país, sino sus mortales enemigos). Un país somos usted y yo, y su abuela, y su vecino, y su compañera de trabajo, y el amigote con el que se toma las cañas, y la vendedora de cupón que siempre le saluda, y la panadera que le vende todas las mañanas pan y madalenas calientes, y el policía que le da paso en el cruce, y la ancianita que se intenta colar en la cola del supermercado, y el niño en bicicleta que circula por la acera y casi le atropella, y todas y cada una de los personas que viven dentro de este territorio que antaño se conocía como la piel de toro.

 

Porque sí, señoras y señores, España es el pueblo español. Y no hay vuelta de hoja: el bien de España es el bien del pueblo español, de todo el pueblo español. Porque un país que trata mal a su pueblo, o al menos a la mayor parte de su pueblo, no merece el nombre de patria. No es una patria. O mejor dicho: quienes maltratan a su pueblo o a la mayor parte de su pueblo no son patriotas, sino parásitos, y no merecen manchar con su boca el nombre de la verdadera patria al pronunciarlo. El nombre del Pueblo Español, con mayúsculas, el nombre de la verdadera España.

 

Y fíjense ustedes, señores políticos, que ese Pueblo Español al que ustedes representan pasa bastante de principios irrenunciables y líneas rojas. Y no es que no los tenga. Pero tiene también sentido común. Y cuando mi madre, o la dependienta de la verdulería, o el farmacéutico, o el albañil de la obra de la esquina, dicen: “deberían ponerse todos de acuerdo para arreglar el país”, créanme, señores políticos, que estas personas son sus verdaderos jefes, quienes les han colocado donde están. Y que además tienen razón, porque para la inmensa mayoría de ellos la cosa está mal, y para muchos muy mal. Y no necesitan discursos, ni grandes y graves palabras, sino soluciones que les permitan pagar el alquiler, el recibo de la luz, los libros de los niños, sentirse seguros en la calle y tener una jubilación digna que les permita vivir dignamente los últimos años de su existencia.

 

Pues bien: aplíquense a la tarea, señores y señoras políticos. Sus votantes no tienen ninguna necesidad imperiosa de que se forme un gobierno, pero el país (sí, también sus votantes), lo agradecería a corto plazo, y a medio sí que lo necesita imperiosamente. Así que pónganse al tajo, y piensen un poquito en su país, en su gente, en España. Sean ustedes, señoras y señores políticos, patriotas de verdad.

 

Porque seguimos sin gobierno. Y aunque no lo echamos de menos, puede que sí que nos haga falta.

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