El tiempo - Tutiempo.net
El tiempo - Tutiempo.net

Lo que nos jugamos en Ucrania

Nos jugamos mucho. Y no solo cosas materiales.

En primer lugar hay que ser francos: nuestro bolsillo lo va a notar. Aunque España no compre gas ruso y aunque el petróleo ruso no suponga más que un 1,8% del total de nuestras importaciones, la inestabilidad desencadenada por la invasión rusa de Ucrania ha disparado los precios internacionales de ambos combustibles. Algo que ahora mismo está ocurriendo por pura especulación, ya que los suministros siguen fluyendo a través de gaseoductos y oleoductos. Pero ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y algunos en los mercados de futuros y en los de materias primas se están frotando las manos con lo que está ocurriendo.

Por otra parte, y aunque casi nadie en España lo sabía, resulta que la producción de cereales de Ucrania es fundamental no solo para nuestro país, sino también para muchos otros, hasta el punto de que una parte imprescindible de los que se utilizan para fabricar los piensos empleados en la cría de animales son precisamente de origen ucraniano. Y aquí se que se va a producir, al menos momentáneamente, una situación de desabastecimiento, ya que a esta escasez se le suman las más que probables pésimas cosechas en nuestro país y en otros muchos a causa de la sequía producida por el cambio climático. Es decir, una tormenta perfecta que hará subir el precio de los alimentos. O para ser más precisos, que impulsará más una subida que viene ya de tiempo atrás.

Si a todas estas “buenas” noticias le sumamos la pérdida de mercados y ventas para muchas empresas españolas (se habla de al menos dos mil de ellas que ya no pueden vender sus productos y servicios a Rusia y Ucrania), el panorama que se dibuja ante nosotros es muy, pero que muy oscuro. Y os podéis imaginar en qué se va a traducir ese panorama: subidas de precios, disminución de la actividad, mayor pobreza…

Y como solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, nos damos cuenta ahora de que tal vez deberíamos habernos dado más prisa en sustituir los combustibles fósiles por energías renovables para disminuir nuestra dependencia energética (la nuestra y la de todo occidente) de países inestables o gobernados por sátrapas como Putin, Y de paso para frenar, aunque fuese solo un poco, un cambio climático que nos va a afectar muy gravemente. Y tampoco hubiera estado mal apoyar a la agricultura tradicional de esa España que ahora está vacía y producir aquí los cereales que tal vez en Ucrania u otros lugares sean más baratos, pero que ahora dejaremos de recibir a causa de la guerra.

Pero hay algo tan importante o más que la economía. Y es la seguridad. Y la decencia. Y la humanidad. Porque en la sangrienta historia de Europa en demasiadas ocasiones nos hemos cruzado cobardemente de brazos ante dictadores que han invadido, conquistado y destruido países más pequeños que los suyos. Y esos dictadores, reforzados por la pasividad y la falta de reacción de las democracias, han arrasado después a sangre y fuego la mayor parte del continente. Hoy, en 2022, la historia se repite, y un desequilibrado que ha demostrado sobradamente que es un asesino que elimina a cualquiera que tenga la osadía de oponérsele y que quiere reverdecer viejas y caducas glorias imperiales llevándose por delante a miles de mujeres, niños y hombres protagoniza una nueva guerra injusta de agresión y de conquista. Pero en esta ocasión, y el primer sorprendido he sido yo, Europa ha reaccionado de inmediato. Tal vez no con toda su fuerza, pero desde luego con mucha más energía que la que el desquiciado sátrapa ruso había previsto

Y esta reacción, junto a la heroica y desesperada resistencia del pueblo ucraniano, el cada vez mayor malestar dentro de la propia Rusia escenificado en constantes manifestaciones contra la guerra de agresión y la completa derrota en la batalla de la propaganda han puesto de muy mal humor a Putin. Y cabe la posibilidad de que también se encuentre en una posición incómoda a nivel interior, incluso peligrosa, ya que la oligarquía rusa está perdiendo mucho dinero y se ve además expulsada de los círculos de lujo y poder internacionales. Y Putin puede ser un dictador con mucho poder personal, capaz de eliminar (como ya ha hecho) a algunos oligarcas, pero no a todos. Y puede que el malestar de quienes controlan la sociedad rusa los lleve a tomar decisiones radicales.

Y hasta es posible que para él acabe muy mal esta enloquecida aventura en la que ha embarcado a la fuerza a todo el planeta. Aunque, y desgraciadamente, antes serán muchos los muertos, los heridos, los desplazados a causa del delirio sádico de un personaje que daría risa si no tuviese en sus manos un ejército y un botón nuclear.

Todo eso, y algunas cosas más, nos jugamos en Ucrania.