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Sálvese quien pueda

La vida nunca deja de sorprenderme. La última broma de mal gusto con la que aún no he logrado soltar carcajada la intentan provocar la Asociación Andaluza de Empresarios de Hostelería de la Feria de Abril. Condiciones, salarios, contratos que dan significado a la precariedad laboral y que lejos de soltar carcajada sí que sacan mi rabia al ring. El asunto en cuestión es que los empresarios protestan contra la reforma laboral y amenazaban con anunciar paros porque ésta les impone muchas limitaciones para firmar contratos que se ajusten a sus “necesidades” o, más bien, a sus bolsillos. La disputa viene servida por las horas de la jornada que, en principio, no han de superar las ocho horas. Se les olvida que el máximo de horas de la jornada se marcó el siglo pasado, desde 1919. Y es más, en el Estatuto de los Trabajadores de 1980 se reconoce el descanso. Entre el fin de  un día de trabajo y el comienzo del siguiente han de estar separados por doce horas. Es decir, hacer contratos que superasen las ocho horas ya era ilegal antes de esta reforma laboral.

Considero conveniente recordar un tweet que publicó hace pocos días David Jiménez, quien fue por poco tiempo director de El Mundo: “No sabes más de la guerra que los reporteros, de la pandemia que los científicos o de la inflación que los economistas. Entenderlo no te hace menos ignorante pero sí menos pesado, tóxico y conspiranoico”. Cuando salió a la luz la intención de Yolanda Díaz de tomar el mando del timón y cambiar la esfera laboral, hice el esfuerzo por aproximarme al derecho laboralista gracias a la mano que me tendió un abogado experto en esta materia. Reconozco que no logré comprender algunos vericuetos que recoge la nueva norma pero sí comprendí que busca pisar el freno en el camino de la temporalidad, excluir atajos e intentar asentar el contrato indefinido. O al menos con aquello me quedé.

Ahora con el caso de los caseteros de la Feria de Abril pienso también en los agricultores y en la temporada alta que pronto dará la bienvenida a muchos manipuladores de fruta de hueso en nuestro municipio. Pienso en ellos como jugadores que conforman el tablero de un futbolín al mando de quién no cumple todas las normas, o al menos omite el uso de la ética y acuden constantemente al uso de la ruleta porque es la manera más rápida de controlar el balón y marcar gol. Pienso también en los profesionales del sector sanitario que salen de España buscando mejores condiciones laborales, en sanitarios que han doblado turnos y turnos en los momentos más difíciles de la pandemia y a los que ahora despiden.

Sólo el paso del tiempo dictaminará los resultados de la implantación de la reforma laboral y sus consecuencias. Expertos se alegraban porque, aunque todavía hay mucho camino que recorrer, este es un gran paso. Yo solo sé que universalmente mirar hacia otro lado es más fácil que hacer frente al problema. Dicho esto: sálvese quien pueda.