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Francisco Marín: «Yo soñaba el manto de cada Jueves Santo»

Una vez leí que la historia de la Semana Santa la construyen grandes hombres que, sin dudarlo, ponen todas sus facultades y horas al servicio de una empresa mayor que es, cada año, sacar a la calle las cofradías y hermandades ciezanas. En este Lunes Santo, en el que de antaño se realizaba el traslado de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, ponemos nuestros focos en una de las personas más queridas y admiradas por los ciezanos, aunque ellos no sabían que lo admiraban.

Dirigimos nuestros pasos hasta la Calle Empedrá donde, en su número 23, habita la Esperanza los 365 días, el incienso inunda sus escaleras, una talla de Carrillo te recibe y la Familia Marín conserva como un tesoro, los recuerdos que nuestro entrevistado de hoy, Francisco Marín Fernández, guarda de sus años como soñador del manto que policroma y perfuma cada tarde de Jueves Santo en Cieza.

Esta entrevista no hubiera sido posible sin la inestimable colaboración de Enrique Marín. Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento.

Paco: ¿Qué te dicen los ojos de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza? ¿Cómo mira?

Sus ojos para mí son el todo, porque fui fundador y porque le tengo una gran devoción a Nuestra Señora de Gracia y Esperanza. La verdad es que la mirada de la Virgen es lo más grande que hay.

Durante muchos años fuiste el encargado de diseñar cada Jueves Santo el manto de flores de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza ¿en qué te inspirabas para su confección?

(No terminamos de hacerle la pregunta cuando, como un rayo, responde: 40 años)

La gente me preguntaba como lo hacía y, la verdad, es que yo soñaba el manto. Yo le decía a la gente como tenía que hacerlo, pero yo no sabía explicarlo porque yo me acostaba por la noche y veía el manto hecho. Aunque, es cierto, que yo era un poco anárquico. Yo no decía a nadie nada y hacía de mi capa un sayo. Unos salían de una manera, y otros de otra.

¿Cuándo disfrutabas más el Jueves Santo?

La verdad es que cuando iba de andero en la procesión. Antes te ponías donde querías, y a mí me gustaba ponerme en la vara de atrás pegado al manto, pero en la vara que daba a la calle. Yo quería ver la expresión de la cara de la gente. Eso era mi satisfacción. Yo, de ver la cara de satisfacción de la gente, ya lo tenía todo pagado. Tú date cuenta que, por ejemplo, acababa con las manos negras y agrietadas de cortar flores, pinchar etc. ¡Ni con lejía se iba eso!

¿Cómo eran tus Jueves Santo?

¡Lo más grande que había! Yo me levantaba a las ocho de la mañana e íbamos mi hermano y yo a la plaza por alhelíes, una tabla que ya estaba encargada y que la Verdusa me recogía de su huerta cerca del Puente de la Policía, eso sí, yo la vigilaba para que no me quitaran ninguno ¡Eran para la Virgen! Luego íbamos a ARTEFLOR a recoger la flor elegida. Previamente, hablaba con María José para que me lo dejara todo listo. Ella era mi asesora artística, yo le decía que quería hacer y ella me decía el tipo de flor y como tenía que hacerlo. Yo lo llevaba en la cabeza y en un pequeño boceto a lápiz y ella me decía, Paco: esta flor o la otra. Eran unos mantos muy frescos. Y, tengo el orgullo, de que nunca, nadie, me echó un manto para atrás.  Continúo por donde me he quedado, después de visitar a María José y a la Verdusa, yo empezaba a organizar el manto; comenzábamos con el verde, aunque el Miércoles Santo por la tarde íbamos a por sabina, lentisco etc… Una vez recogido eso, con las morcillas ya comenzaba a realizar los dibujos donde iría un tipo u otro de flor. Antes se terminaba el manto el jueves por la tarde. ¡No se paraba, era de un tirón! Eso sí, algunos presidentes nos traían la comida para coger fuerzas para continuar con la faena. Antiguamente se hacía una cosa que ahora se ha perdido, todo el que iba, colaboraba en realizar el manto. Eso a los críos los motivaba. Muchos padres al día siguiente nos transmitían la emoción de sus hijos por haber estado conmigo poniendo flores. Toda esa ayuda provocaba que el trabajo fuera rápido y agradecido.

Eres uno de los fundadores de la Cofradía de los Hijos de María, ¿Cómo nació la idea?

Quieras que no, fue Ramón; cuando vino de Málaga vino con la idea clara de hacer un manto de flores, al igual que el de las Penas de Málaga. Como perras no había para manto bordado, me preguntó si yo me comprometía a hacer uno de flores. Yo, inocentemente, le dije que en mi casa de campo, al lado del Puente de Hierro, podíamos plantar rosas y claveles para apañarlo. Nada más lejos de la realidad. Pero volviendo a la pregunta, Ramón fue la voz cantante, él diseñó el trono, daba las ideas etc.… Yo llegué a los Hijos de María porque Ramón convenció a mi hermano una mañana de julio en la Librería de Aníbal. Él iba con una bayeta de zinc y, con el bolígrafo, comenzó a repujarla y le vendió a mi hermano la idea del trono, tras esto, llegó a casa y me convenció a mí. Nosotros teníamos por aquella época entre los 15 y los 20 años. Así que fíjate.

Paco: ¿Cómo recuerdas los felices años 60 en los que, siendo un niño, vestías de romano y de los Dormis?

Yo era muy amigo del Morena y del Cavo Vázquez, por lo que ambos me dijeron que si quería salir de romano. Después habló con mi padre, porque ambos trabajaban en la Lonja Municipal, y fruto de su amistad nació la oportunidad de vestirme de romano. Tras eso mi tía Pepita me hizo la capa, bordándome hasta un dragón. La verdad es que no se le daba mal, puesto que había trabajado en la Sección Femenina. Y claro, como yo era el único varón por parte de mi madre, pues era el rey de la casa. En tanto en cuanto a la Dolorosa, era la tropa. Me apunté gracias a Antonio Ballesteros y a que este conocía a mi padre, puesto que eran muy amigos porque mi abuelo Paco era socio de Ballesteros. Ambos tenían una tienda, la de Marín y Ballesteros. Hasta que mi abuelo falleció en la guerra, que entonces se la quedo Ballesteros

Si no fueras Hijo de María ¿de qué cofradías serias?

¡Hombre! Yo de la Agonía.

Supongo que para un semanasantero como tu ha sido muy duro no ver procesiones por las calles de Cieza en estos dos últimos años, ¿Cómo lo has vivido?

Pues hombre, el primer año era un nudo en la garganta que no me dejaba respirar. Tras 40 años saliendo, y de golpe y porrazo, te dicen que no podemos salir, pues lo pasé mal, y gracias que tenemos una casa con patio. Esto parecía una casa de duelo. ¡No éramos capaces de asumirlo! Anda, y gracias al TELERED. Ha sido una experiencia muy mala. Ese Jueves Santo sacamos un angelico al balcón con dos velas y mi cuñada, Manolita, tocó el violín. Eso no se digería de ninguna manera ¡Date cuenta de que venía de ser Nazareno del Año de la Junta de Hermandades!

¿Qué diferencia a la Semana Santa de Cieza del resto?

Yo, como no he conocido nada más que la nuestra, no te puedo decir; lo único que te digo es que los doce meses que estuve en la mili mi única obsesión era hablar de Semana Santa y venir el Jueves Santo. Fíjate que me dio un cólico nefrítico un día antes de que me dieran el permiso para venir a Cieza en Semana Santa. Así que yo me callé y me vine en un taxi desde Alcalá de Henares con más ciezanos, entre ellos Diego, el Policía; estuve con un dolor de muerte desde Viernes de Dolores y, fíjate tú, el Jueves Santo el dolor se alivió y pude hacer el manto, eso sí, al terminar me fui al médico y no salí, pero la Virgen se arregló.

¿Crees que la Semana Santa podrá devolverte algún día todo lo que has dado por ella?

Yo no he dado nada, porque yo no pido nada. Yo solo le pedía a la Virgen salir el Jueves Santo. La Semana Santa me lo ha dado todo; fui el primer Hermano de Honor de los Hijos de María, mi hermandad; y luego la Junta de Hermandades Pasionarias me nombró Nazareno del Año. Yo no necesito nada más. Estoy muy agradecido.

Para finalizar: ¿Cómo quieres que te recuerde la familia nazarena ciezana?

Pues hombre, como una persona trabajadora que siempre ha tenido su casa abierta para la Semana Santa de Cieza; pero, sobre todo, como un nazareno más.