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A vueltas con la bajada de impuestos: la cuenta de la vieja

De donde no hay no se puede sacar, dice mi madre. Y también lo decían mis abuelas. Y la lógica más aplastante.

De nuevo, y en plena y peligrosa crisis, nos encontramos con que un partido político, concretamente el Partido Popular, ofrece como solución casi única a la actual situación económica la bajada generalizada de impuestos, en especial de los de tipo directo, como es el caso del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Según el nuevo y flamante líder de la formación, Alberto Núñez Feijóo, es la única forma de restituir a las familias españolas la pérdida de poder adquisitivo debida a la inflación desbocada.

Naturalmente una bajada del IRPF tendría sus efectos sobre las economías familiares españolas. Pero a alguien se le ha olvidado decir que las más necesitadas, las más pobres, las que ganan el salario mínimo interprofesional o poco más, apenas contribuyen por este impuesto o no lo hacen en absoluto. Es decir, los más pobres entre los trabajadores y trabajadoras de nuestro país no verían prácticamente un céntimo por esta pretendidamente solidaria bajada de impuestos. Por el contrario, quienes contribuyen por sus elevados salarios y ganancias varias con los tipos máximos, de hasta un 49%, sí que se ahorrarían importantes cantidades de dinero. Y ahí está el meollo de la cuestión: cada vez que alguien agita la bandera de la bajada de impuestos lo hace en prácticamente exclusivo beneficio de los más ricos, y en perjuicio de los más pobres y de la Hacienda Pública.

Y claro, al bajar los impuestos directos Hacienda, ya muy necesitada para mantener los servicios públicos, se queda por decirlo en castellano del llano “a verlas venir”. Solución: bajar la calidad y cantidad de los servicios a los ciudadanos arguyendo que con los impuestos que se pagan no da para más. Y privatizando lo que queda de dichos servicios con la excusa de que así su gestión resulta más barata, cuando una vez tras otra se ha demostrado que la gestión privada de los servicios públicos es siempre más cara, de peor calidad y con mucho mayor riesgo de corrupción que la pública.

Y todavía más: la rebaja de impuestos suele ser falsa. Se bajan algunos, los que más gravan a las grandes rentas y capitales; es decir, a los ricos. Pero como el Estado se queda en mantillas, y aun recortando en servicios básicos no hay suficientes recursos para mantenerlo, se suben los impuestos indirectos, los que gravan por igual a ricos y pobres, los más injustos, de tal forma que se redistribuye la carga total de los impuestos aumentando la proporción que paga la parte más pobre de la población y disminuyendo la que paga la parte más rica… Robin Hood, pero al revés.

Esto es precisamente lo que han hecho los gobiernos del Partido Popular, en especial durante las épocas de crisis. Notable fue la actuación en este sentido de José María Aznar, aunque tuvo la suerte de hacerlo en una época de burbuja económica, lo que enmascaró el resultado final de su política. Mucho mas visible fue lo realizado por Mariano Rajoy, quien tras sus promesas desde la oposición de bajar la carga fiscal dejó el poder con un aumento real de la presión impositiva sobre la ciudadanía española, aunque con una fuerte transferencia de impuestos desde las clases altas y medias altas hasta las clases medias bajas y bajas. Ahora Alberto Núñez Feijóo vuelve a hacer la misma propuesta, cuyo resultado final ya sabemos cuál es: más impuestos a los pobres, menos a los ricos, peores servicios públicos, privatizaciones y corrupción. De hecho el propi Núñez Feijóo se ha caracterizado en su actuación política en su Galicia natal por privatizaciones masivas de los servicios públicos que han tenido como resultado un empeoramiento evidente de su calidad, aunque curiosamente haya conseguido una nueva mayoría absoluta en las últimas elecciones…

En fin, la más elemental lógica económica y matemática, el más elemental sentido común, nos dicen que es muy difícil, por no decir imposible, mantener unos servicios públicos en declive con menores cantidades de dinero; máxime cuando las rebajas de impuestos son mucho mayores de lo que se puede pensar, dado que afectan a quienes más dinero pagan, ya que son quienes más ganan. Y para reequilibrar gastos y recursos se recortan los primeros y se aumentan los segundos a costa de quienes menos tienen. Y que no se nos olvide que existe una cosa que se llama deuda y que aumenta no porque aumenten demasiado los gastos, sino porque disminuyen demasiado los ingresos. Y esta deuda, que nadie lo dude, la acabaremos pagando los de siempre: los españoles de a pie, los que menos tenemos, los que después del desastre somos acusados de haber vivido “por encima de nuestras posibilidades”.

Pues eso: que la cuenta de la vieja nunca falla. Así que, a la hora de valorar las ofertas políticas, recomiendo muy encarecidamente aplicarla.