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Cieza, hoy. Moros vienen, ahora sí

Con la primavera todo renace. La vida se abre paso, los sueños cogen velocidad de crucero, vuelven los vencejos a surcar los cielos, los días sueñan con poder besarse con la luna, la gente recorre, una y otra vez, los kilómetros del Paseo Ribereño, en las esquinas ya se ven a las vecinas sacar sus sillas al fresco de la noche. La primavera es el renacimiento de los días y, por fin, el renacimiento de las Fiestas del Escudo ‘’La Invasión’’ después de dos años.

Nosotros somos más de cofradías, marchas procesionales y Calle Larga que de kábilas, mesnadas, marchas moras y Balcón del Muro – no carguen sus tintas contra mí, calma- pero sí somos del pueblo, somos de lo que nos da, porque el ciezano hace suya la calle, planta sus discursos de esquina en esquina, afirma y sentencia, te saluda y te roba el alma, pero, el ciezano es eso, ante todo, ciezano, y, en esa amplitud de la palabra, va implícito el amor y el respeto por lo que entre ellos tiene lugar. Nos da igual lo que sea, porque, como tenemos tantas y tantas cosas, tenemos la dicha de poder decirle a cualquier persona, de tú a tú: ‘’ eh, que en Cieza tienes lo que te de la gana. Nos sentimos orgullosos de lo nuestro y nunca nos aburrimos’’ y, la verdad, es que no es ninguna mentira esa. Hace apenas quince días dormíamos al abrigo de la vara, llorábamos en el hombro del hermano de túnica y nos compungíamos con la marcha procesional y hoy, dos semanas después, nos despertamos con el soniquete de los timbales que anuncian filas moras, con el Casco Antiguo cuajado de banderolas, comerciantes y vida. Hoy el 2022 se postra ante las huestes venidas desde el Reino Nazarí de Granada para, como ocurriera el 6 de abril de 1477, abrirles, de par en par, las puertas de todos y cada uno de los rincones de esta bendita tierra que revienta de vida, alegría y colorido cuando el mes de abril ya se va despidiendo allá por donde la cebada, el olivo y la vid duermen pacientemente a la espera de ser recolectados, Cagitán.

Cieza retrocede al medievo, se abre en canal para recibir al Rey de Granada, Abu-l-Hassán, y saludar a los que, gracias a Dios, pusieron la primera piedra de la Cieza del presente, la Orden de Santiago. Cieza desfilará agarrada al brazo del compañero de kábila, verá los vencejos asaetear el cielo cuando la pólvora estalle en el atardecer que la historia escribió, para siempre, en el escudo que nos representa a todos los que soñamos con abonar la tierra que nos da, año tras año, lo mejor de sí.

Cieza, una y mil veces,  la histórica, la de los Reyes Católicos, la de la Encomienda, la de la frontera, la de la Invasión, la desdichada, la que no tiene más que campesinos y rehenes. Cieza, la que rompe el tiempo para hacer del tiempo un recuerdo que, pese a los siglos, sigue presente en todos y cada uno de los ciezanos que cada mes de abril ven como, gracias a la inconmensurable labor de la Hermandad de San Bartolomé, la historia se repite cuando el ensangrentado ocaso está a punto de venir a dormir en los melocotones que, ya casi, están listos para llevar el nombre de nuestra tierra más allá de nuestras fronteras.

Es tiempo de Moros y Cristianos, de trajes de lujo, de arcabuces, de alfanjes, de cruces de Santiago, de Caravana, Abul-Khatar, Juanito El Jarri, Orgullo Santiaguista, antorchas en la bajada al Muro, embajadores, moro y cristiano, emocionando con sus versos y nervios, mujeres radiantes ataviadas como nunca imaginó Boabdil y parlamento a lorillas del Segura.

Cieza es momento de volver a las calles, ya nada detiene tus sueños, la oscuridad y la soledad en abril son simples recuerdos, es momento de ponerte el jubón o el turbante, de coger el alfanje o la bastarda y caminar presuroso al Muro, la Invasión te espera después de dos años de ausencia. Moros vienen, ahora sí.

Os espero en quince días, mientras sigo observando la vida.