¿Y las cocineras? ¿Y los limpiadores? ¿Y las kellys? ¿Y el personal de recepción?
Todas estas preguntas, con las que se podría construir la letra de una canción melódica de los años 80, esconden una realidad inapelable: en medio de una temporada alta que se anuncia de récord, el sector hotelero-hostelero se encuentra con una preocupante falta de personal y una más que notoria dificultad para reclutar mano de obra suficiente.
Ahora bien, cuando se trata de buscar una explicación a este hecho, las opiniones son muy diversas. Según los sindicatos y los propios trabajadores, la causa es sencilla: los bajísimos salarios, la falta de descanso, los horarios imposibles y la precariedad del trabajo en el sector. Según los empresarios, la culpa es de la falta de personal con la formación suficiente para desempeñar su labor en el sector. ¿Quién tendrá razón?
Pues, al menos en mi opinión, aunque rara vez se puede encontrar un único culpable de una situación como esta, en esta ocasión el asunto ofrece pocas dudas: el escaso sueldo, las jornadas maratonianas y la imposibilidad de conciliar la vida familiar y laboral son la principal causa de que muchísimos jóvenes españoles se alejen del tradicional sector-refugio de la hostelería y se integren en otros mejor pagados y con mejores condiciones laborales. De hecho en la hostelería la mayoría de los contratos son de media jornada y la media del salario bruto de este tipo de contratos es de 10.800 €/año, o de 771,43€ por cada una de las 14 pagas reglamentarias, a las que hay que descontar retenciones (si las hay) y seguros. Y lo que es peor: la realidad es que muchos contratos de media jornada esconden horarios de trabajo muchísimo más largos, cuyas horas de más o se pagan a precios miserables (los sindicatos se quejan de que apenas por encima de los 3€ por hora) o incluso no se pagan. Contratos con jornadas de mayor duración declarada tienen también mayores sueldos, al igual que los que se abonan a trabajadores con alta experiencia demostrable, pero en ningún caso son salarios comparables a los que se cobran en otros sectores económicos por las mismas horas de dedicación.
En especial los salarios son especialmente bajos para las camareras y camareros sin experiencia. De hecho son tan bajos, y el trabajo tan exigente y continuado, que muchos jóvenes buscan cualquier otro empleo distinto al del sector hostelero. Y no hablamos solo de los camareros; hace poco tiempo el conflicto de las kellys, las camareras de piso de los hoteles, adquirió gran notoriedad ante los bajísimos salarios que cobraban y las descabelladas condiciones en las que se veían obligadas a trabajar.
Naturalmente, una parte del empresariado hostelero niega todo esto. Como ocurrió precisamente con las kellys, a las que sin embargo todos los que somos usuarios de hoteles hemos podido ver en acción y comprobar lo difícil y agotador que les resultaba alcanzar las tareas que se les asignaban. Por no hablar de los camareros de muchos bares y restaurantes, en los que apenas uno o dos trabajadores deben bregar con barras y mesas de interior y exterior, viéndose desbordados en muchísimas ocasiones. Y todo ello por un sueldo más que bajo a cambio de jornadas interminables que superan con mucho lo pactado en su contrato.
¿Es de extrañar entonces que falte personal? Probablemente no. Y yo mismo, como casi todos vosotros y vosotras supongo que también, habréis visto en bares, restaurantes, cafeterías y hoteles como los jóvenes que entraban una temporada a trabajar no volvían a la siguiente. Es cierto que la mano de obra de hoy en día no es tan sacrificada como la de hace una o dos generaciones. Pero también es cierto que, mientras los trabajadores del sector hostelero de aquellas épocas pasadas podían alimentar a una familia más o menos dignamente, en la actualidad eso es imposible, ya que a la elevación del coste de la vida se une el descenso real de los salarios de estos empleados. Cada vez vemos menos camareros de los de antes, de cierta edad y gran experiencia, con un saber estar y una discreción y rapidez en el servicio que hacía las delicias de los clientes. Ya no están, porque han huido a otros sectores mejor pagados o porque su propio sector les ha expulsado para sustituirles por jóvenes sin experiencia a los que se paga mucho menos y se exige mucho más. Jóvenes que rápidamente abandonan el sector y son sustituidos por otros, aunque este reemplazo no puede ser eterno.
Y no lo puede ser porque la población joven de España, como todos sabemos, ha sufrido un auténtico desplome de efectivos . Si a ello le unimos todo lo que hemos visto antes, la conclusión es simple: el sector fundamental de la economía española, la hostelería en su conjunto, se encuentra ante una encrucijada de fácil solución en teoría pero de difícil resolución en la práctica: la falta de personal. Y digo difícil porque para solucionar el problema hay que hacer atractiva la profesión con mejores salarios y condiciones de trabajo. Y mucho me temo que eso no se va a producir, al menos a tiempo de que la medida sea efectiva por completo.
Mientras tanto, los camareros siguen escondidos…