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Va de becas (y de cómo se prostituyen)

Una de las características del liberalismo que muchos de quienes se autodenominan liberales desconocen o simplemente desprecian es la igualdad de oportunidades: en esencia, que nadie sea más que nadie por el simple hecho de que haya nacido en una cuna de más altura.

Por ello el sistema liberal tuvo desde sus inicios un especial interés en promover la educación gratuita para toda la población. Por ello, y porque los trabajadores bien formados resultaban siempre mucho más productivos para las empresas, aumentando así sus beneficios. El caso es que se instauró el ascensor social: en teoría, el hijo de un obrero podía desplegar sus capacidades a través de la educación para ascender en la escala social, sin importar de forma decisiva que sus padres no pudieran pagarle los estudios. Y de aquí surgió el concepto de beca, definido por la RAE como “subvención para realizar estudios o investigaciones”. Subvención, naturalmente, para quien la necesité. Es decir, para quien no dispone de medios económicos para poder estudiar y formarse.

Pero esta política tiene un defecto, sobre todo cuando el capitalismo imperante es el de amigotes, el de comisiones y chanchullos, el de conseguidores y comisionistas. Y no es otro que el permitir que elementos extraños (los hijos de los trabajadores y de las clases medias) puedan acceder por méritos y por formación al coto cerrado en el que se cuecen los grandes contratos y las corruptelas, un coto que se forma a través de relaciones forjadas en los centros educativos de élite, casi siempre privados, donde estudian los hijos e hijas de las clases dirigentes y en el que es casi imposible entrar sin pertenecer a ellas.

Por eso algunas mentes ilustres del neoliberalismo fascistoide, como la presidenta madrileña Díaz Ayuso, han declarado la guerra abierta a la educación pública, quitándole año tras año recursos para dárselos a la privada y concertada. Pero ha ido incluso más allá, al ampliar el límite de rentas para recibir becas para cursar bachillerato en colegios privados hasta los 100.000€ anuales. Rentas altísimas, que solo perciben un porcentaje mínimo de las familias españolas. Estas becas son además indecentemente altas, puesto que pretenden cubrir el coste de estudiar el bachillerato en centros cuyos precios son inasumibles para las familias de rentas medias y bajas, aunque no para las altas. Es precisamente en estos centros donde se establecen esas relaciones de coto cerrado de las que hablaba antes.

No creáis, lectoras y lectores, que Díaz Ayuso se ha inventado este sistema de Robin Hood al revés: robar a los pobres (hay miles de familias madrileñas que no tienen acceso a una plaza de guardería pública que les es imprescindible, pero sí hay dinero para pagar los estudios de los hijos de las familias pudientes) para dárselo a los ricos. Aquí en Murcia somos pioneros en esta desvergüenza, habiendo decidido el gobierno regional ya hace unos años permitir el concierto de los bachilleratos a colegios que hasta entonces los tenían de pago, colegios de élite en los que cursar estos estudios puede costar a los padres del alumno o alumna del orden de 600 (y más) euros mensuales. Cantidad que, por cierto, se detrae de los fondos destinados a la educación pública; se calcula que el coste de estos conciertos de bachillerato es superior a las asignaciones de todos los colegios públicos de la Región de Murcia.

En resumen: estamos llegando a un sistema que prostituye el mismo concepto de igualdad de oportunidades, ya que resta recursos a la educación pública y a las becas, progresivamente insuficientes, que permitían a los hijos de clases bajas y medias llegar a ascender socialmente y a asegurarse una vida más cómoda y mejor que la de sus padres. Por el contrario, se subvenciona ya sin tapujos, de manera escandalosa, la educación no ya solo privada y concertada, sino incluso elitista, diluyendo el concepto de la educación en general como servicio público y convirtiéndola en un negocio cuyo único objetivo es garantizar que quienes más tienen reciban una educación exclusiva en un ambiente exclusivo y sin que les cueste un euro, estableciendo al mismo tiempo los contactos necesarios para pertenecer, por origen y no por capacidad, a las futuras clases dirigentes que manejan la política, la economía y la sociedad de nuestro país.

Y es que ya lo dice Díaz Ayuso: la educación es insostenible. Aunque olvide decir que la de los pobres, la de quienes solo deben ser buenos y dóciles trabajadores y nunca, nunca, aspirar a mejorar su situación. Y aquí en Murcia el gobierno regional (más aún quien dirige hoy en día la destrucción del sistema educativo murciano) no es que sea un alumno aventajado en el tema, sino que se demuestra como un adelantado a su tiempo y da clases magistrales de cómo convertir el sistema educativo público en una ruina, que sin embargo garantice la mejor educación para quienes más tienen y la peor, o ninguna, para los demás.

Así que, queridos lectores y lectoras, y dado que esto parece ser que es una democracia, si quienes prostituyen las becas y la igualdad en educación pueden hacerlo es porque nosotros les hemos puesto ahí. Cosa que dice muy poco en nuestro favor, en especial sobre lo que nos preocupa el futuro de nuestros hijos.