Tu primera palabra, la sonrisa de tus padres al escucharla.
Tu primer contacto con la arena de la playa, lágrimas en los ojos saliendo provocadas por
una extraña sensación desconocida hasta el momento.
Tus primeros pasos, alegría a tu alrededor, personas celebrando el comienzo de una nueva
etapa llena de peligros.
Llegan los tres primeros años de una vida en la que siendo tan pequeño intentan hacerte
sentir enorme.
El primer día de colegio, agotador e intenso,
rodeado de personas que para ti son indiferentes pero con el paso de los años se volverán
importantes.
Recuerdos inestables, sumidos en el olvido.
Adolescencia, hormonas recorriendo tu cuerpo cargadas de intensidad, las primeras peleas,
¡Uy, qué carácter!.
Tu primera amistad, lo das todo por alguien que a la primera de cambio no va a dudar en
irse.
Los primeros complejos, mucha importancia a lo que te sobra o a lo que te falta.
El primer amor, con él, la primera desilusión, miles de lágrimas terminan recorriendo unos
párpados llenos de ojeras provocadas por el insomnio y la ansiedad.
Acostumbrados a conformarnos con bronce mereciéndonos oro.
Cumples 18 y la sociedad te obliga a sentirte gigante, cuando en realidad, eres un enano.
Después, todo va muy rápido, porque, al igual que viene se va.
Dejar de sentir, dejar de leer, de disfrutar del olor del jazmín.
Todo queda reducido a una caja de madera en la que hacerse eterno hasta caer en el
olvido.
Cuídate, cuídalos
Nos vemos pronto.