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Bartolomé Marcos: «El cine fue siempre mi refugio»

Nuestro entrevistado de hoy ha pasado su vida entre los pasillos del IES Diego Tortosa, donde era su particular Fernando Fernán Gómez en la Lengua de las Mariposas, y antiguas cintas de televisión apiladas en estanterías pintadas por el paso del tiempo que en ellas quedaba encapsulado. Su semblante, caminar y hablar le confieren un aura de divinidad basada, principalmente, en su sencillez para hacer de la palabra algo extraordinario. La vida de nuestro catedrático bien podría resumirse en la siguiente frase que escribió D. Miguel de Unamuno para autodescribirse y que, en esta ocasión, viene como anillo al dedo. Decía Don Miguel: ‘’ fundamentalmente, no soy más que palabra; el no hablar es morir’’

Comunicador ante todo, caminante del alba, pregonero eterno por amistad, docente sin vocación, realizador de televisión y cronista no oficioso de su tierra querida, la que cada mañana ve desde su ático, pero, por encima de todo, un hombre querido, respetado y admirado por sus paisanos, porque, pese a que es catedrático, Bartolomé Marcos, es un hijo de su pueblo, al que ha escrito y grabado cada día de su vida.

¿Qué niño fue?

Yo creo que ni fui niño. Nací adulto porque muy joven me vino la desgracia. Me vino la pérdida de mi padre y, a partir de ahí, una desgracia detrás de otra. Es decir, me  tuve que ir a un colegio interno, me desarraigué del pueblo de Cieza, que era lo que yo siempre había querido ¡Era mi pueblo! Y ahí pasé diez años, primero con monjas, después con curas, los Salesianos. No fue bonito, pero tampoco me arrepiento de nada.

¿Le has tenido miedo a la muerte?

Le he temido alguna vez, pero, cada vez menos. En efecto, me he encontrado una vez en mi vida cerca de la muerte y, desde luego, lo más parecido a la muerte es la anestesia. Te vas y no te enteras. Como decía Lolita Marín Ordoñez: ‘’ le temo a la agonía’’, pero a la muerte, no.

Toda una vida dedicado a la enseñanza, ¿la hubieras cambiado por otra profesión?

Sí, pero a estas alturas no, pero inicialmente claro que sí. Yo nunca tuve vocación específica  de docente, lo que pasa es que me llevaron ahí las circunstancias. Yo tuve vocación básicamente de comunicador; lo que intenté hacer fue, ser  docente-comunicador, entonces hice de todo. Yo digo que he tenido tres cenobios: uno mi casa del Paseo, otro Tele Red y otro el instituto, mi vida era ir de un cenobio a otro.

¿Cómo fue tu último día como docente?

Fue exactamente el 30 de agosto de 2011. No tuve docencia ese día, por ser periodo vacacional, pero cerré las puertas del instituto, al igual que las abría. Yo era conserje mayor del instituto, con permiso y perdón de Pepe Ortiz. Yo abría el instituto, encendía la calefacción, muchísimas mañanas ¡Estaba ahí antes que Pepe! ¡Hacía de todo! ¡Era mi otra vida! Yo no entiendo la vida con términos medios. Siempre he sido muy extremoso, aunque no lo parezca; porque, eso que decía Santo Tomás de’’ In medio consistit virtus’’ a mí no me vale. O todo, o nada; un extremo, o el otro; o blanco o negro. Siempre he sido de extremos. Lo que pasa que he tenido un límite en las personas, es decir: yo he sido muy celoso de mi propia persona, me he querido mucho a mi mismo, entonces quiero mucho a los demás, por eso mismo, porque me quiero mucho a mi mismo, y sé lo que yo valgo, entre comillas, pero, me quiero.

¿Cómo crees que te recuerdan tus alumnos durante tu época de docente?

Yo no sé cómo me recordarán ahora mismo, pero sí como dicen que me recuerdan cuando me los encuentro por ahí. Yo he escrito artículos incluso sobre mis fantasmas, mis queridos fantasmas con ph y muchos son los que me encuentro por ahí, en la ribera del río y en los paseos. Ellos se acuerdan de mí, en general, sin animadversión. Se acuerdan, no voy a decir con cariño, pero si con respeto. Yo creo que piensan que yo les di algo que no tenía porque, no me obligaba la ley y es verdad, a mí no me obligaba la ley a irme a la siete de la mañana, siete y media u ocho al instituto a encender la calefacción, pero lo hacía. A mí no me obligaba la ley a meterme en un aula, sustraerle las butacas que le sobraban a Andrés López del  Capitol y montarme un pequeño cine  en un aula desaprovechada del instituto, pero lo hice. A mí no me obligaba nadie a inventarme ni una ni cuatro revistas, como hice. Pues todo esto, al cabo de los años, los chavales reconocen la entrega, la dedicación y la profesionalidad.

¿Cómo ha evolucionado la juventud desde tu etapa de profesor en el instituto hasta nuestros días?

Yo creo que no ha evolucionado, son iguales. Chavales, son  jóvenes.

Yo recuerdo cuando me fui cinco años al centro de profesores. Me licencié en el centro de profesores y volví al instituto que era lo mío. Recuerdo cuando volví que Alicia Núñez, profesora del instituto, me dijo: “¿te vienes ahora del centro de profesores con lo a gusto que estabas allí?”, yo le dije que me había licenciado y que había descubierto que los profesores no eran lo mío, que lo mío eran los alumnos.

¿Cómo ha influido Bartolomé Marcos a la hora de que sus hijos elijan dedicarse a la enseñanza?

Yo no he influido para nada o, por lo menos, no directamente, me veían poco porque pasaba mucho tiempo en el instituto y en Tele Red.

Eres asiduo a las tertulias con los amigos, ¿Qué te aportan?

Muchísimo, son puntos de vista siempre enriquecedores. Yo he sabido en la vida tener una cosa por encima de todo, más que crear y más que hablar, lo que he tenido muy claro es que quería saber escuchar. Para mí saber escuchar es esencial. El que sabe escuchar comprende al otro, aprecia al otro, jamás se enfada con el otro, es decir, el que sabe escuchar es un hombre de paz.

¿Y cómo se aprende a escuchar?

Escuchando. El movimiento se demuestra andando. A escuchar se aprende escuchando. No se aprende. O se sabe, o no se sabe y, si no se sabe, y se quiere aprender, pues escucha. Escucha a todo el mundo, aunque te parezca un cretino.

¿Qué esperas de la vida? ¿Te ha sido agradecida?

La verdad es que no espero mucho ya, pero, no es que tenga todos los años del mundo. Tengo 71, por lo que tengo una expectativa de vida razonable, menor de después de los achaques de salud que he tenido, y tengo. Calculo unos 7 años de vida más, si llega. Los aprovecharé, aunque sea tendido en la cama pensando. Pero, volviendo a la pregunta, si creo que la vida me ha sido agradecida. Mucho más agradecida de lo que yo podía haber esperado, sobre todo después de las desgracias iniciales, pero después tuve una mujer extraordinaria, ¡la misma que tengo!, la cual ha hecho un pacto con el diablo, porque no envejece. Tengo tres hijos extraordinarios, además, entre ellos dos hijas que son un tesorazo; un hijo que es noble donde los haya, pero hasta el punto de ser tonto; tengo una buena pensión, mientras me la pague Pedro Sánchez, con eso es suficiente, pero, fíjate, tengo lo que no pensé tener en la vida: un ático. Incluso traicioné a mi madre, porque me fui de la casa en la que viví desde que nací, que era la suya, se lo prometí, pero, donde hay patrona, no manda marinero. La vida me ha sonreído.

¿Cómo se puede pregonar la Semana Santa de Cieza, dejar una frase para la historia ‘’ Del pueblo, desde el pueblo, para el pueblo y con el pueblo, porque la Semana Santa es suya. Está en su corazón y en sus afanes’’ y, quizás, uno de los textos más bellos dedicados a esta fiesta, sin ser cofrade?

Hombre, muy sencillo. Dos razones: una, desde la nostalgia de lo que no tuve, porque desde pequeñito no me había echado un anda a los hombros en la vida, bueno, miento, me la eché una vez para trasladar un trono desde la Cuesta del Río hasta la Iglesia. Cogí tal dolor de hombros que dije: ‘’ esto no es para mí’’. ¡Yo admiro  a los semanasanteros! Ahí abandoné para toda la vida la idea de cargarme. Mi problema es que no he vivido la Semana Santa ni de niño, porque en los colegios en los que estuve veníamos por Navidad y en verano, pero no por Semana Santa, porque los colegios estaban lejos y no era razonable hacer un viaje de seiscientos o setecientos kilómetros para ocho o nueve días. Total, que yo siempre tuve la nostalgia de los caramelos y  de la Semana Santa metida en el corazón ¡Era una de las cosas de mi pueblo, Cieza! Además, escribí aquel pregón desde el entendimiento de que eso era algo que estaba en el corazón de los ciezanos; desde la comprensión de que era una cosa que los ciezanos amaban, que lo querían y lo sentían; desde el amor a lo diferente, que yo ni era cofrade ni muy creyente. Fíjate, siendo no muy creyente, pude contemplar, desde el ambón de la Basílica, una estampa para mi imborrable, como es la de un cura, D. Antonio Muñoz Catalán, bebiéndose embelesado mis palabras mientras yo decía que la Semana Santa acaba en la explosión de La Cortesía, en la metáfora de la Resurrección. También yo conocía referencias de la Semana Santa de mis amigos que quedaban aquí y luego, claro está, hubo un factor importantísimo, como es un íntimo amigo, y alumno, que se llama Rafael Salmerón Pinar, que fue, y es, una de las personas que más quiero en la vida, pese a su carácter a veces difícil, y él lo sabe. Ahí están sus 18 años de presidente de la Junta de Hermandades Pasionarias. Hizo una labor por la Semana Santa impagable. Él fue otro de los factores importantes para pregonar la Semana Santa. Él y su empeño. Yo recuerdo que un día me reunió la directiva de la Junta de Hermandades Pasionarias en el Gran Vía y me dijeron: ‘’Venimos a proponerte, Bartolomé Marcos, que sea pregonero de la Semana Santa’’ Yo miré a Pepe Balsalobre y Rafael y les dije: ¿Vosotros sabéis algo que yo no sepa? Es decir: que me voy a morir; porque si no me parece inconcebible que me estéis proponiendo eso, y más tú, Rafael. Yo le dije a Rafael: ‘’Sabes que no te voy a dejar mal, si digo que sí, no te voy a dejar mal, pero no me voy a traicionar, pero tampoco te voy a dejar mal. Voy a cumplir para que quedes bien’’ Esas son las razones de que fuera pregonero de la Semana Santa ¡Y con muchísimo gusto! Yo la respeto, y mucho. Fíjate que yo este año, cuando todavía salir a andar, escribí un artículo cuyo título era ‘’Hambre de Semana Santa’’, y fíjate, lo escribí viendo la procesión más aburrida, la de los estandartes, y, sin embargo, me pareció deliciosa de solo percibir en la gente las ganas de Semana Santa. Me apoyé en un muro y me tragué la procesión entera. Me gusto percibir en la gente esas ganas, esa hambre de Semana Santa.

Fuiste uno de los pioneros en apostar por las retransmisiones en directo de la televisión local por cable, ¿cuéntanos como fueron esos comienzos?

Fue una odisea porque lo hacíamos con un emisor de microondas, funcionaba regular, pero funcionaba. Retransmitíamos desde el Rincón de los Pinos, desde la Esquina del Convento, desde el final del Paseo, desde varios sitios y nos salió de todo, unas veces churros y otras obras de arte, pero aquello fue realmente apasionante. Recuerdo que los viernes santos teníamos sesión continua, porque por la mañana era la Procesión del Penitente y por la noche la del Santo Entierro, estábamos todo el día de procesión y al mediodía terminábamos a las dos de recoger todos los aparatos que teníamos en la Esquina del Convento y nos íbamos a comer y a beber, por eso variaba tanto de una procesión a otra. La retransmisión  de la procesión de la  mañana era trabajada y cogida con ganas y la de la noche era manierista.

Eres un amante del cine, ¿cuál es tu género preferido?

Ninguno y todos. Últimamente, no veo nada, hubo una temporada que me hinchaba a ver series y películas, pero últimamente me aburren todas, me suenan a repetidas, las poses, los gestos, sobre todo de la gente joven, me suenan a déjù vu, pero el cine fue siempre mi refugio.

Además de escribir artículos en diferentes medios de comunicación, perteneces al colectivo ‘La Sierpe y el laúd’, ¿De dónde te viene la afición por la escritura?

Pues porque soy un escritor frustrado, aunque ya no tan frustrado porque estoy escribiendo mucho. Como he dicho, antes mi vocación auténtica era ser comunicador como mi coetáneo. Arturo Pérez Reverte. Me hubiera gustado haber sido periodista y escritor, pero no tuve la oportunidad. Ahora me importa escribir y saber que hay alguien al otro lado. Me da igual si es uno, dos , tres, cuatro….. Me da igual la cantidad, pero que haya alguien al otro lado.

¿Cuándo vas a escribir una novela?

Nunca. No tengo paciencia. Mira, Juan García Egea, antiguo gerente de TeleRed, en sus locuras, una de ellas fue durante una temporada decirme que yo estaba desaprovechado, que escribiera una novela y TeleRed me la pagaba. Así mismo. Él me pagaba la impresión, pero ni por esas me faltaba paciencia. Yo soy un escritor a vuelapluma.  Ser escritor o novelista me hubiera gustado, incluso intenté ser poeta. Ahí están mis textos en la Sierpe y la Laud.

Bartolomé Marcos no tiene pelos en la lengua a la hora de escribir sus artículos, ¿le ha supuesto esto crearse muchas enemistades?

Pues no, porque hubo un momento determinado en el que la gente aceptaba el contenido de los artículos porque venía de quien venía. Se puede decir lo más disparatado del mundo, lo más duro del mundo, pero  la forma de decirlo o de escribirlo es esencial.

Para ti, ¿cuál es el mejor alcalde que ha tenido Cieza? ¿Por qué?

El mejor alcalde, el rey, del rey abajo, ninguno, como decía Calderón de la Barca en una obra de teatro que se titulaba así o Lope de Vega.

Los poderes locales tienden a la corruptela, al caciquismo y lo sé porque he tenido poder, entre comillas, como director del instituto y percibí los peligros de ese poder tan evitable y tan tonto como el de poder abrir el instituto a las siete de la mañana para poder encender la calefacción.

¿Qué supone para ti cada amanecer?

Iba a decirte que un milagro, pero aún no llego a eso, pero cada amanecer, y más desde aquí – habla desde la terraza de su ático que da a la Atalaya- es una maravilla; cada amanecer es un milagro. Supone un reto, vivir un día más. Seguir viviendo. Yo siempre he pensado que la vida es lo que importa. Yo mismo lo escribí en un artículo: ‘’vivir es aburrido, pero vivir es lo que importa’’ Así que cada amanecer significa que estás en la vida, que estás aquí, que estás con tu Sol, con tu Almorchón, con tus ermitas, con tu Basílica de la Asunción. ¡Es un privilegio poder verlo todo desde aquí! ¡Es un regalo de los dioses, o de Dios, según se quiera!