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Bajadas de impuestos para tontos (salvo si ere rico)

Definición de populismo: acción (que no teoría) política que procura que el pueblo crea que todo se hace por y para él, aunque en realidad no se trate más que de gestos vacíos que benefician única y exclusivamente a los poderosos.

Eso, y no otra cosa, es la esencia de las últimas bajadas de impuestos en algunas de las Comunidades Autónomas de nuestro país gobernadas por la derecha. Bajadas que se centran en impuestos que gravan fundamentalmente a las grandes fortunas, como son el impuesto sobre el patrimonio o el de donaciones y sucesiones. Impuestos cedidos en todo o en parte a las Comunidades Autónomas y de los que obtienen una parte considerable de sus recursos. Así por ejemplo Madrid y Andalucía compiten ahora mismo por ver cuál de ellas baja más los impuestos de este tipo, intentando convencer al respetable de la bondad de estas rebajas impositivas y llamando a los grandes capitales de otras comunidades a emigrar a las suyas para pagar, en palabras textuales, menos impuestos.

Ahora bien, esas bajadas solo benefician, casi en exclusiva, a quienes disponen de una considerable riqueza. El obrero, el parado, el pequeño empresario, el empleado de la clase media, todos ellos no se verán beneficiados de ninguna manera, ya que apenas pagaban el impuesto de sucesiones (debido a lo exiguo de las herencias que recibían) o directamente no lo pagaban, y no hablemos ya del impuesto de patrimonio. Eso sí, estos gravámenes complementaban de forma nada desdeñable del dinero del que disponen los gobiernos regionales para gestionar sus comunidades.

Palabras textuales de Ayuso al presidente andaluz Moreno Bonilla: “bienvenidos al paraíso”. Al paraíso de los impuestos bajos, claro está. Pero, ¿bajos para quién? Pues bajos para quienes más poseen. De hecho en estas regiones la presión impositiva para los ricos es muy inferior a la que soportan clases medias y bajas, a pesar de que la riqueza de solo unos pocos de ellos supera con creces a la de todos los demás juntos. Y, claro, cuando quienes más tienen son quienes menos pagan, los recursos totales para sostener los servicios públicos se derrumban. Así Ayuso, caracterizada por la incoherencia de sus declaraciones y de su pensamiento político (su única coherencia radica en favorecer siempre a los poderosos), anuncia a los cuatro vientos esas bajadas de impuestos selectivas y se queja al mismo tiempo de la infrafinanciación a la que está sometida Madrid, culpando de ella al gobierno central. Naturalmente Ayuso olvida hablar de las inmundas condiciones de muchas de las residencias de ancianos dependientes de su comunidad, de la huida de profesionales de la medicina ante los vergonzosos sueldos y condiciones de trabajo que les ofrece la comunidad madrileña, de los cierres de centros de atención primaria y de urgencias, de los recortes de las becas de comedor a las familias más necesitadas mientras se ofrecen becas a rentas muy altas para que sus hijos estudien en colegios de lujo, del derrumbe de los servicios sociales y del pésimo funcionamiento, por falta de recursos, de los servicios de transporte o de limpieza dependientes de la administración autonómica. Y si se acuerda de todo esto es, lisa y llanamente, para culpar a la administración central de una falta de recursos que es, casi en exclusiva, responsabilidad suya por estas reducciones de impuestos a las rentas altas.

Y Andalucía parece imitar el mismo camino. Dentro de poco el gobierno andaluz se quejará de falta de recursos y copiará el mantra ayusero: la culpa es del gobierno central, de Sánchez, que nos tiene infrafinanciados y nos discrimina porque no somos de su partido. Eso sí, en poco tiempo los recursos públicos empezarán a menguar de forma inasumible. Y aunque culpen a quien culpan siempre, no podrán engañar durante mucho más tiempo a la población, y entonces seguirán hasta el final el método Ayuso, a saber: os hemos bajado los impuestos (aunque olvide decir a quiénes), así que hay servicios que son insostenibles: la educación y la sanidad públicas, las ayudas sociales, las políticas de igualdad y tantas otras que permiten que buena parte de la población no caiga en la miseria y en la pobreza absoluta. Y, como borregos, quienes se han creído a pies juntillas las falacias de sus gobernantes, preferirán pagar menos impuestos (aunque sigan pagando lo mismo, o incluso más), lo que será aprovechado por sus gobernantes para cargarse aún más de razones y argumentos y bajar de nuevo los impuestos a los ricos, provocando otra vez la misma situación. Solo que el número de pobres y desheredados será cada vez mayor.

Ese es el objetivo final de esta política fiscal: la desaparición, por inanición, del estado del bienestar, con el único objetivo de disminuir, si no eliminar, los impuestos a los más pudientes. Y habrá quien encima, y sin pertenecer a estas clases dominantes, aplaudirá, a pesar de ser directamente perjudicado. Y como sarna con gusto no pica, pues todos tan contentos. Pero como a cada tonto le llega su San Martín, al final llegarán los llantos y el crujir de dientes.

Y será demasiado tarde.