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Cieza, hoy. Ser joven, hoy en día, es una mierda

Soy un ingenuo. Lo sé. Soy un necio. Lo sé, pero lo que sí sé es que esto no es lo que me habían prometido de pequeño. Escribo como si yo fuera algo así como el líder de una generación frustrada, nada más lejos de la realidad. Escribo por los demás, pero ¿qué piensan los demás? No lo sé. A algunos ni los conozco, pero sé que, como yo, somos parte de una generación frustrada y engañada de manera repetida y reiterada.

Cuando creces, tus padres, tus profesores y tus familiares te repiten siempre aquella manida frase de: ‘’ si estudias, tendrás un buen futuro’’, pero ¿dónde está el futuro, ese del que hablan? ¿Dónde se encuentra? ¿Quién lo trae? ¿Quién lo construye? Y, lo que es más importante ¿Cuándo llega? Creces con la expectativa de que tu esfuerzo valdrá la pena, de que, algún día, podrás tener una familia, tu propia casa y, con suerte, un trabajo estable, pero, conforme se te va cayendo el pelo y las ojeras aparecen,  te das cuenta de que todo eso de lo que hablaban era una auténtica utopía. Te das cuenta de que te has tirado toda la vida estudiando y que, con tus 30 años, todavía sigues pagando masters y menciones con la expectativa, real eso sí, de añadir dos renglones más a tu perfil de Linkeln. Esa red social que no terminas de pillar y donde te llegan mensajes de una china que no sé qué leches dice de pedidos. Al final estudias por inercia porque, antes que levantarte a las doce, algo tienes que hacer con tu vida, eso sí, estudias sabiendo que nada te asegurada nada, porque la nada es el espejo en el que te miras cada día.

En España el suicidio es la tercera causa de muerte en el grupo de edad de entre los 15 a los 29 años, superado solo por las causas externas de mortalidad y los tumores, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística. Por si eso fuera poco, España lidera el ranking de desempleo juvenil en Europa. Un 30,6 % de jóvenes están en situación de desempleo en España, uno de los países más desarrollados de la UE. Por lo tanto: ¿dónde está ese futuro maravilloso del que nos hablaban en todos lados cuando cargábamos con mochilas más grandes que nosotros? ¿Qué hemos hecho mal? Yo no lo sé, pero lo que sí sé es que cada vez tengo más dudas sobre mí mismo y, como yo, estoy seguro de que miles de jóvenes que se han dejado los cuernos estudiando carreras, oposiciones, master, tesis doctorales e idiomas, pero, sin embargo, lo único que les aporta certeza es ver como las cifras de su cuenta bancaria sangran cada día mientras los precios se desbocan y a lo único que puedes aspirar es a sentarte en un banco a comer pipas o coger el coche para ir a pasar el domingo al pueblito de la playa o la montaña. ¡Qué digo! Ya ni eso, porque llenar el depósito del coche te sale más caro que si todos los sábados de un mes cenas fuera de casa. Se lo aseguro.

Estudiar ya no asegura nada. Es una realidad, pero lo que también es una realidad es que, tristemente, miles de jóvenes que se han dejado los cuernos en su etapa estudiantil hoy están abocados a vivir frustrados por un trabajo que no les hace felices, un jefe que le pone reuniones fuera de horario laboral y, por negarse a ir y reclamar sus derechos, son despedidos porque, en la cola del paro hay veinte como él. Y, esto último, no me lo he inventado, lo leí en Twitter hace un par de semanas. Jóvenes sin felicidad, sin perspectivas de futuro y sin sueños que cumplir. Yo no sé si estoy dentro de ese grupo, me temo que sí, pero quiero creer que no. Quiero creer que las cosas, algún día, me irán bien, pero eso sí, sé que solo será temporal porque ya llevo a mis espaldas dos crisis económicas, una pandemia mundial y ahora una guerra, y tan solo con treinta años. Sorprendente ¿verdad?

Esperaré que arranque la campaña de fruta para intentar ganarme unos euros y así poder sobrevivir al largo otoño e invierno. Porque, queridos lectores, ser joven hoy no nos permite vivir, simplemente sobrevivimos mientras esperamos que la sociedad nos engulla y nos dirija hacia un futuro que, vete tú a saber, a lo mejor  acaba con nosotros.

Yo miro en el horizonte a Inglaterra porque, que quieren que les diga, me he tirado 5 años de universidad para trabajar como maestro y, si no es aquí, tendré que hacer las maletas y salir a buscarme mi futuro fuera de España y, la verdad, llevo tiempo sopesándolo. Quizás Inglaterra sea mi nueva patria y, en lugar de comer marineras y dormir la siesta, coma fish and chips y a las ocho esté durmiendo, como hacía cuando tenía nueve años. Total, ser joven hoy es una mierda.