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¿Se ha hundido España?

Empezamos nuevo año. Y año electoral, para más señas. Y como es natural, los partidos políticos se preparan para la carrera a las distintas casas de gobierno que se ofrecen a escrutinio; es decir, a votación del respetable.

Ya sabéis: para los que mandan, todo va bien. Para los que aspiran a mandar, todo va mal. Aunque en la realidad ni todo va tan bien ni todo va tan mal, consistiendo el juego en convencer al votante de lo que uno dice. Y la misión del votante reside, claro está, en distinguir entre la verdad y la mentira.

Vivimos lamentablemente en una época en la que la mentira en política se ha convertido prácticamente en la herramienta fundamental de algunos grupos políticos. Se miente de forma absolutamente descarada, desmintiendo los datos de las instituciones especializadas, tanto públicas como privadas, o intentando retorcerlos para hacerlos parecer falsos. Se intenta hacer parecer culpable al adversario de lo que uno mismo ha hecho, de echarle la culpa en suma de los errores propios. Se dice hoy blanco sobre un asunto y mañana negro sobre la misma cuestión sin pudor ninguno. Y en España lo estamos viendo día sí, día también.

La oposición española está, como he dicho muchas veces, para oponerse. Para presentar su propio proyecto social, político y económico, para defenderlo y para intentar llegar al poder con el fin de aplicarlo. Pero lo llamativo es que, hoy por hoy, nadie sabe muy bien cuál es el proyecto de la oposición española; es más, el votante se encuentra un tanto perplejo ante lo que la oposición propone.

Porque si, por poner un ejemplo, la oposición critica las ayudas sociales del gobierno por escasas y resulta que cuando ella ha gobernado en época de crisis no solo no ha habido ayudas sociales extraordinarias, sino que se han eliminado muchas de las existentes, el elector con algo de memoria y acceso a la hemeroteca se queda bastante patidifuso. ¿En qué quedamos? De hecho, el movimiento se demuestra andando y por lo andado anteriormente la oposición ha demostrado poco movimiento (bueno, algún partido de la oposición ha demostrado ser muy del “movimiento”).

Otra: España está hundida, con un estado en crisis y descomposición en el que los independentistas marcan el paso y con un gobierno que se encuentra prácticamente hundido desde el día uno de su proclamación. Curiosamente, este gobierno, sin tener mayoría absoluta y a base de pactos, ha aprobado presupuesto tras presupuesto del estado y ha aplicado casi con plenitud su programa electoral, de altísimo contenido social. Y, lo que resulta curioso, ha comprometido en la gobernabilidad del estado a grupos políticos que representan a quienes se quieren separar de él. Algo que hasta hoy ha sido una asignatura pendiente no solo de la actual democracia española, sino de España en su conjunto en los últimos dos siglos.

Naturalmente, se han hecho concesiones a cambio. Nadie da nada gratis. Pero o mucho me equivoco o las regiones en las que el independentismo es fuerte siguen formando parte de España y no han ganado nada en autogobierno que esté fuera de la Constitución y del ordenamiento jurídico español. Incluso, nada que no haya pactado y bendecido previamente la actual oposición cuando antes fue gobierno. Pero claro, una cosa es predicar y otra dar trigo. Y si no que se lo digan a los propios independentistas, con problemas para explicar sus pactos a sus correligionarios con un estado español que es en teoría el enemigo, y a cuyo gobierno sin embargo han sostenido.

Naturalmente, la oposición olvida estos datos. Olvida también los económicos, cuando no los tergiversa o simplemente miente sobre ellos. Por ejemplo, la inflación. Los portavoces opositores claman a los cuatro vientos por la espantosa inflación que hunde en la miseria a los españoles y que es la más alta, llegan a decir, del mundo. Sin embargo, la subida de precios en nuestro país es una de las más bajas de Europa, si no la más baja, como afirman las propias instituciones de la Unión Europea. Sigue siendo excesiva y afectando sobre todo a los más débiles, en eso tienen razón. Pero insisten los organismos especializados, muchos de ellos extranjeros, en que las medidas tomadas han conseguido por un lado limitarla y por otro hacerla más llevadera (aunque no mucho) a los españoles.

Al igual que insisten en la buena evolución del desempleo en nuestro país. Datos que desde hace años la oposición intenta desmentir con total desfachatez, acusando al gobierno de engañar a la ciudadanía cuando es ella misma la que tergiversa las estadísticas y los resultados avalados por la propia economía nacional y por las organizaciones económicas internacionales. Lo mismo ocurre con el déficit, el crecimiento económico (si lo que dice la oposición fuera cierto aquí habría habido no una, sino varias revoluciones, y el país estaría desde hace años en bancarrota) y con prácticamente todos los ámbitos de la actuación gubernamental. España va mal, este es el resumen que hace la oposición de la situación de nuestro país desde el mismo día que se formó, hace ya tres años, el actual gobierno.

Insisto: no todo es positivo. Ni muchísimo menos. Hay cosas que no se han hecho y hubieran debido hacerse, y otras que se hicieron se hicieron mal. Pero el balance no es, ni por asomo, el trágico desastre que día tras día anuncia la oposición a voz en grito. Quizá esa sea la cuestión: mucho más grito que voz.

Resumiendo: yo, desde mi modesta posición, no veo a España hundida. Porque si lo estuviera, yo también lo estaría. Y me parece que, para la inmensa mayoría de los españoles, independientemente de su posición ideológica, la situación es la misma. Eso es, al menos, lo que decimos cuando se nos pregunta, aunque a continuación, incomprensiblemente, afirmemos que al país le va mal.

Curiosidades de las encuestas.