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El Gobierno Regional y las elecciones autonómicas

El pasado lunes 16 de enero el presidente autonómico Fernando López Miras convocaba de manera inesperada una rueda de prensa que resultó sorprendente. De hecho, el presidente anunció una profunda remodelación del gobierno regional que, fuera de los círculos del poder, nadie esperaba.

Y digo fuera porque dentro de algunos de ellos ya se conocía, aunque fuera por parte de un reducido grupo de personas, lo que iba a ocurrir. Tal es el caso de la Consejería de Educación, cuya titular, María Isabel Campuzano, había provocado más de un dolor de cabeza al gobierno murciano y cuya actuación había sido como mínimo cuestionable. Sin embargo, el sentido de los cambios en general es más profundo y de carácter estratégico.

Y es que se acercan las elecciones locales y autonómicas, que se celebrarán el próximo 28 de mayo. Poco más de cuatro meses quedan para dar el toque definitivo a esta maratoniana campaña electoral que empezó prácticamente en el momento en el que se constituyó el actual gobierno nacional de coalición. Y es el momento de fijar posiciones más o menos definitivas, de dejar clara la oferta que cada partido presenta al electorado para que este después se pronuncie.

Y desde esta convicción es desde la que, creo, debemos analizar el significado del cambio de carteras en el gobierno de la Región. Porque los cambios se han dado también en los segundos niveles, y han afectado (y lo digo con literalidad) especialmente a aquellos y aquellas que apuntalaron al gobierno del Partido Popular cuando se produjo el esperpento de rupturas y transfuguismo que dejó a la política regional a la altura del betún. Este gobierno Frankenstein ha sido fuente de continuos problemas para el PP murciano, dado que estaba poco menos que en manos de Vox o de antiguos representantes de la misma, aunque esta formación contara con una representatividad es casa y rota. Y estar en manos de Vox resulta sumamente peligroso, ya que el Partido Popular tiene hoy por hoy difícil recuperar a su antiguo electorado más ultramontano que se cobijó en el partido ultraderechista, pero sí podría perder buena parte del suyo actual si se identifica en demasía con las ideas radicales de Vox.

Y este electorado que podría darle la espalda al PP no es otro que el desencantado de Ciudadanos, más tendente al centro que a la extrema derecha y que no es muy proclive al giro hacia el ultraconservadurismo que supone gobernar en alianza con Vox. Unos electores que resultan fundamentales si el Partido Popular quiere recuperar, aunque sea en parte, la fuerza electoral de la que gozó no hace mucho en la Región de Murcia.

No es por tanto extraño que el nuevo gobierno regional esté monopolizado prácticamente por el PP y algún que otro (u otra) político proveniente de Ciudadanos que ha mostrado su fidelidad a la formación de López Miras. Así se pretende monopolizar también para este partido la propaganda que alabe los logros de la gestión de la comunidad en los últimos cuatro años. Y por otra parte se pretende mostrar el máximo alejamiento posible de Vox y sus posturas extremistas, para mostrar así al electorado un espacio propio y no mediatizado por la ultraderecha. Una especie de declaración de principios ante las elecciones, un “aquí estamos y así pensamos” que refleje una moderación que se está convirtiendo para el partido en el gobierno regional en una necesidad política.

Y no es casualidad que estos cambios se apliquen ahora. En el Partido Popular de la Región de Murcia se están manejando encuestas internas que les acercan a la mayoría absoluta en las próximas elecciones. Una mayoría que les eximiría de depender de no ya solo de un Ciudadanos amortizado y prácticamente absorbido por el PP, sino sobre todo de Vox, dándole así la oportunidad de desarrollar sus propias políticas y no las dictadas por los ultraderechistas, que suelen provocar reacciones contrarias incluso entre los propios votantes populares. Además, una vez aprobado el presupuesto para el ejercicio de 2023, el Partido Popular no necesita ya el apoyo de los diputados y diputadas tránsfugas o sin partido que lo sostenían en el gobierno, por lo que les ha retirado sus prebendas y beneficios.

Y si a ello le sumamos una oposición desarbolada que ha perdido notables apoyos incluso siendo eso, oposición, y que ha sido incapaz de capitalizar la grave crisis y la impresentable solución con la que se superó, el panorama para el Partido Popular de la Región parece prometedor. Pero para poder aprovechar el actual momento es necesario extender su caladero de votos hacia el centro, y mantenerlo.

Y es desde esta óptica desde la que se puede explicar y entender la crisis de gobierno a la que acabamos de asistir en la Región.