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Estamos hipotecados (obviaremos la analogía)

Hipoteca. Palabra maldita, y sin embargo necesaria, que todo aquel que no puede permitirse el lujo asiático de comprarse un hogar directamente con sus ahorros ha de usar si quiere tener, en propiedad, un techo bajo el que cobijarse.

La hipoteca es una amante constante, absorbente, que nos acompaña durante décadas y que solo nos libera cuando ya no puede obtener nada más de nosotros. Y tras la hipoteca, ya lo sabéis, está el banco, que es el verdadero titiritero que maneja los hilos de nuestro destino.

Los españoles somos muy de hipotecas. Y mucho de hipotecas. De hecho, si no recuerdo mal, somos el país europeo con mayor proporción de vivienda en propiedad. Pero como nuestro nivel de vida no es para tirar cohetes, la propiedad de nuestras viviendas se logra atravesando el puente de las hipotecas. Y la cuestión es que hasta hace poco la hipoteca, todo hay que decirlo, suponía un medio práctico y sencillo para hacerse con la casa, si no de nuestros sueños, si de nuestros vivires.

¿Por qué? Pues porque los tipos de interés en los últimos años (incluso décadas) habían seguido una tendencia bajista continuada, llegando incluso el índice de referencia de las hipotecas, el Euribor, a tasas negativas. En consecuencia, resultaba relativamente fácil y barato pagar una hipoteca, llegándose incluso a no pagar interés alguno por el préstamo. También por ello casi todas las hipotecas se firmaban a interés variable, el Euribor más un diferencial, dadas las tasas bajísimas del primero. Pocas, muy pocas, se firmaban a interés fijo, dado que salían más caras que las variables.

Pero todo tiene su fin. En especial lo bueno. Y lo bueno en este caso, los bajos o incluso negativos tipos de interés, también. Y desde hace algo más de año y medio los intereses, y por tanto el Euribor, han comenzado una rapidísima escalada avivada por la guerra de Ucrania y la inflación galopante que se ha desencadenado. Este ascenso desbocado no es algo insoslayable, sino que es fruto en buena medida de las medidas contra la inflación tomadas por unas autoridades económicas que siguen al pie de la letra las recetas neoliberales que solo tienen un pequeño defecto: no funcionan, y además causan gravísimos perjuicios a la economía en general y a los ciudadanos en particular.

Y así nos encontramos con que quienes estaban pagando, por ejemplo, su hipoteca de tipo variable a Euribor+0,5%, tienen que pagar ahora ese mismo diferencial con un Euribor que ha pasado de una tasa negativa a un 3%. Es decir, de pagar prácticamente un 0% de interés por su hipoteca pasan a pagar un 3,5%. No parece mucho, ¿verdad? Pero hay que explicar estas cosas. El interés que se paga anualmente es sobre el total del capital prestado que se debe. Es decir, si debemos aún 120.000€ de nuestra hipoteca, con un Euribor al 0% más el 0,5% de diferencial pagaríamos al año 600€ de intereses, 50€ al mes, más la parte proporcional del capital. Pero si el Euribor sube al 3%, los intereses a pagar anualmente se dispararían a 4.200€, 350€ al mes, siete veces más que lo anterior, a lo que habría que sumar el capital.

Este es el problema, y muy grave, que afecta ahora mismo a millones de familias españolas. Naturalmente no todo el mundo está en las mismas condiciones. Quien deba una proporción menor del capital sufrirá también una subida menor, mientras que quienes deban todavía la mayor parte del capital se verán literalmente arrollados por una subida poco menos que inasumible.

¿Hay soluciones? En principio, para quienes fueron rápidos, la solución inmediata fue cambiar la hipoteca de variable a fija. Iban a pagar más, sí, pero se blindarían contra hipotéticas futuras subidas que se han hecho realidad y que puede que vayan incluso más allá. Lo malo es que los bancos también reaccionaron rápido, subiendo los tipos de interés de las hipotecas fijas para no perder beneficios. Y ganando, hay que decirlo, auténticas fortunas sobre el infortunio de sus clientes.

La cosa no pinta demasiado bien. El Banco Central Europeo y otras instituciones monetarias y económicas internacionales se emperran en subir los tipos de interés para atajar la inflación, sin que esto sirva de nada, ya que la inflación no está causada por un exceso de circulación de capital, sino por la especulación feroz permitida por el sistema globalizado y neoliberal imperante. Sí que hay unos grandes beneficiados, que son los bancos y las entidades de crédito en general, que ven multiplicados sus beneficios de forma escandalosa. De hecho, y a la hora de escribir esta columna, los principales bancos españoles (que son también de los más grandes de Europa) están haciendo públicos beneficios récords en sus cuentas de resultados.

Y mientras tanto el común de los mortales, nosotros los hipotecados, no sabemos ya de dónde sacar el dinero para pagar las disparadas hipotecas, dado que a estas se une el aumento imparable del coste de los alimentos, de la gasolina, de la electricidad, de todo lo que nos hace falta para seguir con vida en este valle de lágrimas en el que se está convirtiendo nuestra existencia. Y los sueldos o no suben, o suben tan poco que parece que no lo hacen.

Resumiendo: estamos hipotecados; obviaremos la analogía.