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Manuel Marín: “Mi éxito es sentirme querido por clientes, vecinos y empleados”

Perfectamente se puede decir que a nuestro entrevistado de este mes le crecieron los dientes tras la barra de un bar. Ahí conoció su primer amor y ahí se convirtió en uno de los ciezanos más queridos. Siempre con una sonrisa te atendía y te recitaba, como un padrenuestro, la carta que tenía. Semana tras semana lo dio todo por su negocio, hasta que descubrió que eso de sentarse en el sofá a ver Netflix no estaba tan mal.

Ahora ya no corre por el diminuto espacio que tantas horas de sueño le quitó, sino que, como cantaba Julio Iglesias, ‘’Vuela alto’’ por los caminos de la Atalaya y su tierra, a la que tanto ha dado y de la que tanto recibe en  forma de saludo efusivo a cada paso dado.

Este mes se sienta con nosotros, sin un plato de cherry con salchicha seca, ni una caña, Manolo, el del Venus.

¿Qué niño fuiste?

Nunca he sido un niño. Nunca he sido un niño. No recuerdo mi infancia. Éramos siete hermanos, yo era de los mayores, mis padres eran muy humildes y, por lo tanto, infancia, ninguna. Por ejemplo, mi cumpleaños, yo nunca celebré mi cumpleaños porque mi madre, la pobre, nunca se acordaba. No tenía tiempo. Por ejemplo: fíjate, cuando mi hermano pequeño nació, nosotros vivíamos encima del Venus, mi madre dijo: ahora vengo, fue, lo parió en el convento y vino con mi hermano en brazos. Nunca he tenido infancia, era ayudar en lo que podía a mi familia.

¿El crecer rodeado de tanta gente te ayudó posteriormente a ser un empresario de éxito en el mundo de la restauración?

Yo no me considero un empresario de éxito, me considero una persona que ha trabajado. El éxito para mí es que la gente, a día de hoy, me diga Manolico con mis cincuenta y tantos. Ese es mi éxito. No me voy a llevar nada. Mi éxito es sentirme querido por clientes, vecinos y empleados, que he tenido toda mi vida un montón, para mí, ese es mi éxito.

Supongo que tantos años dedicados a la hostelería habrá dado para unas cuantas anécdotas, ¿cuéntanos con cuál te quedas?

Sin duda que la anécdota más fuerte fue la ocurrencia del cartel de los niños por la repercusión que tuvo, pero también he vivido anécdotas muy bonitas, por ejemplo: tener camareros que sus padres se hicieron novios en El Venus y después se casaron y tuvieron hijos, y sus hijos trabajaron en el bar. En definitiva, todas estas vivencias han hecho que varias generaciones, tanto gente de sesenta años, como gente muy joven que han pasado por El Venus, me saluden por la calle como si fueran de mi familia.

La paciencia es fundamental en los trabajos de atención al público, ¿la perdiste en algún momento?

No, creo que nunca he perdido la paciencia porque me ha gustado mucho escuchar a la gente y ayudarla; yo tenía un cliente, que es amigo mío, y que con dieciocho años iba todos los días al bar. Un día yo lo eché del bar y le mandé una carta, estoy hablando de hace muchísimos años, y en la carta le expliqué que lo echaba porque lo apreciaba, le dije que era muy joven para beber tanta cerveza. Al principio no entendía por qué lo eché a la calle, pero después me lo agradeció. Yo vivía de vender cerveza, pero todo tiene un límite, para mí no todo se puede comprar.

¿Qué es El Venus para ti?

Todo. Todo. Conocí a mi mujer, mis hijos. Ten en cuenta que con 15 años dejé los estudios y me metí en el bar. Mis compañeros de colegio siguieron estudiando y, con quince años, hace treinta y siete años, no era tan fácil como ahora. Ellos siguieron estudiando y yo me quedé solo. A partir de ahí conocí a la gente que he dicho antes. Todo en la vida tiene una época, una etapa.

¿Has tenido algún cliente ilustre? Además de Teodoro García Egea o el presidente de la comunidad, Fernando López Miras.

Para mí, ilustre, la gente de mi pueblo, mi día a día. Por supuesto, recuerdo un día que fue Carla Royo-Villanova, prima del Rey de España y esposa de Kubrat de Bulgaria, vino a presentar la Semana Santa de Cieza en el año 2014 y, aprovechando que pasó unos días aquí, la llevaron a mi  bar a probar mi pipirrana y mis tapicas. ¡Fíjate! Subió a su instagram que le encantó mi pipirrana y otras que le encantaron. Eso me honra, pero, ya te digo, mi día a día siempre ha sido mi gente. La que me ha dado, ya no de comer, sino mi vida. Con la que yo sufría, lloraba y me reía, hasta el punto de, cuando podía, ir a sus bodas. Volviendo a ilustres, con Teodoro tengo un cariño grandísimo, a él le gustaba mucho el jamón con bocas, el tomate cherry con la salchicha seca o los cojonudos. Además de Teodoro, la verdad que mucha gente famosa por la cercanía con el Capitol. Así, que recuerde, Rafael Amargo o Don Manolo. Pero, insisto, ilustres, mi gente del pueblo de Cieza. Yo soy un enamorado de mi pueblo.

¿Por qué de repente decides cambiar de aires?, laboralmente hablando.

La pandemia me hizo ver que había otra vida, que había algo más. Yo estaba encerrado en mi círculo y no conocía otra cosa, la pandemia fue un punto de inflexión que me abrió los ojos y me hizo ver que podía tener una vida normal, más libre y, aunque yo soy libre y feliz en mi casa, quería conocer otra vida, tener mis días libres, tener vacaciones, dejar de ser autónomo y poder compartir con mi familia una paz. Ya no quiero dinero, quiero vivir simplemente.

¿Cómo fue tu último día en el negocio que te ha hecho uno de los ciezanos más queridos? ¿Le tuviste miedo a ese día?

A día de hoy sigo teniendo miedo. A día de hoy sigo teniendo esa espina de sí lo he hecho mal o bien, pero he ganado en calidad de vida y estoy feliz, pero El Venus siempre será algo mío. El último día fue el 22 de marzo de 2022 y no me lo tomé como punto y aparte, sino como un punto y seguido, porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Fue un punto y aparte, pero, como en la vida he luchado tanto, pues fue como algo más, no me lo tomé como algo drástico, fue algo natural.  Es como un matrimonio, que se separan porque no se aguantan. Yo si aguantaba al Venus, pero quería cambiar. Yo quería otro camino, pero no podía seguirlo estando en El Venus, aunque me doliera, pero tenía que abrirme otro camino, por mí y por mis hijos. Ahora voy a reuniones del colegio, que antes nunca podía ir, estoy aquí hoy, un jueves, no estoy sufriendo en qué tengo que comprar mañana. Yo llevaba proveedores, facturas etc.. Lo llevaba todo y ojo, lo  llevaba fácil porque, como he ido poco a poco,  ha sido todo más fácil. Cuando yo empecé en El Venus en el 87/89 todo era almendras, frutos secos, nada más. Fíjate, El Caco de la farmacia fue quien me dijo que comprara una sandwichera, por eso hay un bocadillo que se llama Caco. Yo no vengo de ninguna escuela, y menos de hostelería. Yo lo he aprendido todo de la gente. Los cojonudos, eso fue en Pamplona, porque conocía gente de Pamplona y me lo dijeron. La gente, cuando se iba de viaje, venía y me contaba que había visto fuera para que yo lo hiciera, pero con mi punto personal. Eso sí, el tomate y la salchicha es cosa mía. Fue un flechazo.

Lo que no te has dejado ha sido el running, ¿Qué te aporta?

Me da paz. Es libertad. Salgo sin hora a un entorno como el que tenemos que es espectacular, estamos rodeados de belleza, una belleza que disfrutamos a cualquier hora, vas saludando a la gente que conoces. Me encanta,  me da mucha paz y me motiva a superarme a mí mismo e ir sumando cada vez más kilómetros.

¿Qué te has perdido en tu vida?

Mi familia, mis hermanos, mis padres. Yo cerré el 22 de marzo, fue mi último día y el treinta mi sobrino hizo los 18 años y lo celebramos en Ascoy en casa de mi hermana, pues bien, fue mi primer acto sin Venus porque yo, cuando mis hermanos se juntaban, que somos 7, o no iba o iba el primero y me iba el primero o llegaba el último, cuando todo estaba terminado. Nunca he podido disfrutar de eso, pero, ese día, entré el primero y me fui el último. ¡Qué cambio! ¡Qué sensación de libertad! Retomando la pregunta, me ha hecho perder momentos con mi familia, porque amigos, no, porque ellos iban al Venus a verme. Siempre me he sentido muy arropado y muy querido por la gente. Ha sido sobre todo mi familia, porque yo no he querido involucrarlos en El Venus, aunque siempre he contado con su ayuda cada vez que la he necesitado. Pero eso, nos veíamos en Nochebuena y poco más. En definitiva, la familia.

¿Qué te da tu nuevo trabajo que no lo hacía el anterior?

Libertad. Además, quiero agradecer al Grupo Empresarial Petrogo la oportunidad que me han dado a mi edad. Me siento muy querido trabajando con ellos. Han visto en mí, veteranía y experiencia con el público. En mi trabajo doy lo máximo que puedo porque me gusta trabajar, sigo en contacto con el público, que me encanta, pero no tengo esa responsabilidad de estar pendiente las veinticuatro horas del día.

Por último, si te pudieras quedar con un solo momento en El Venus ¿Cuál sería?

Algo que nunca voy a olvidar, porque es muy importante en mi vida, mi mujer. Mi gran apoyo siempre y, por supuesto, sigue siéndolo. Ella era clienta del bar en el año 1991 y, como he dicho, yo estaba solo en el  bar y, al ir la cosa a más, le dije a ella que si le importaba echarme una mano. Comenzó y, al final, es mi mujer. El día que yo le dije: ‘’échame una mano’’ ahí me cambió la vida, porque mi mujer me aportó a mí mucha más limpieza, la posibilidad de poner terraza en la calle, nos gustaba lo mismo. En resumen, para día importante, el día que conocí a mi mujer, me cambió la vida, el 14 de febrero del 92, cuando comenzamos oficialmente como pareja. Me cambió todo, porque me ha dado mis hijos, seguimos bien etc… Mi mayor herencia es sentirme querido.