El tiempo - Tutiempo.net
El tiempo - Tutiempo.net

Volvió a despertar marzo a los pies del Medinaceli

Un nuevo marzo ha llegado a nuestras vidas. Otro año más, la Cuaresma se abraza a marzo para no separarse hasta que el Perdón cruce el dintel del Convento y, de esa forma, ceda el testigo a abril. Ya lo escribió Bartolomé Marcos, de marzo a abril,  y de abril a marzo, pero antes pasando por un nuevo viernes de marzo, según la devoción de los ciezanos a su Medinaceli, el Señor de Géneros de Punto.

Desde las ocho de la mañana, el Convento volvió a ser ese punto de encuentro al que los ciezanos acuden cuando las primeras flores de los melocotoneros comienzan a estallar en la huerta ciezana. El Medinaceli volvió a ser ese punto cardinal en el que familias enteras se congregan para, de padres a hijos, enseñarles que al Medinaceli se le quiere desde que apenas se es niño, como la hija de Nuria lo quiere, pese a que, ante Él, el miedo la atraviesa y la distancia quiere guardar. Todos volvieron, y, entre todos, la ausencia que duele, que no cicatriza y que se extiende, de boca en boca, por todos los que ayer acudieron al encuentro de la talla de Palma Burgos. Fue el primer besapiés en el que Pascual Bermúdez no estuvo presente, como le gustaba a él, sentado en primera fila, con su chaquetón y sin quitarle ojo a su Señor. Su ausencia, como decía, dolió, mucho, pero su legado permitió que todo lo de ayer fuera una realidad incuestionable.

Marzo volvió a vestir el Convento de la luz de la devoción, la luz que el pueblo de Cieza le regala al Medinaceli en forma de vela que ilumina las capillas de un convento que, desde primeras horas de la mañana, fue un constante ir y venir de gente que se acercaba, se iba, volvía a ir y volvía a irse, pero no sin antes mirarlo a los ojos, tocarle su pie derecho y pedirle por esas cosas que se guardan en lo más profundo del corazón, ahí donde los sueños y los anhelos se acumulan en el trasiego de un día a día que arrolla sin miramiento alguno.

El besapiés de ayer volvió a reencontrarnos con la madera desgastada de tanto amor, con la túnica sobre la que se asentaron los pilares del presente, la música que lleva sonando igual diez años y el ancestral rezo de las estaciones que volvió a inundar de recogimiento el céntrico templo franciscano.

Hasta las doce menos cinco de la noche, los ciezanos quisieron acercarse a las plantas del Señor que nació gracias a la devoción de una fábrica de géneros de punto que, con el arrojo de quien creció en penuria y le costó la vida sacar adelante a sus familiares, se quitó casi el pan de la boca para regalar a los ciezanos la devoción de un Señor que camina por derecho, viste de penitencia y lleva por nombre: MEDINACELI.