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Cieza, hoy. Los últimos caramelos de la abuela

¿Recuerdas el tacto de las manos de tu abuela? ¿Recuerdas la sonrisa del amigo que se fue antes de tiempo? ¿Puedes todavía oler la comida que te hacía tu madre y no consigues emular? ¿Sabes cómo duele su ausencia?

Gracias es lo primero que se me ocurre al escribir este artículo. No hace falta que les explique nada más, ¿verdad? Ustedes me entienden, porque aquí, alejado del ambón del Convento, ustedes están conmigo siempre. Cuando estoy más atinado y cuando no sé juntar una palabra con otra, pero, sin embargo, hoy quiero contarles una historia, la  historia de unas manos ancianas que ya no están con nosotros y que, el pasado Domingo de Resurrección, cogían sus últimos caramelos. Las manos de la abuela de Inma hoy son de ustedes.

El realizar el Pregón de Cuaresma 2023 me ha regalado grandes cosas, cosas que, por otro lado, no voy a venir a contar aquí, porque no es cuestión de quedar por encima de nadie, pero si quisiera contarles una sola cosa. El lunes recibí un mensaje privado de Instagram, quizás el mensaje que no esperaba y que da sentido pleno a mi pregón. El mismo decía: ‘’ El último Domingo de Resurrección le hiciste una foto a mi abuela, la cual me enviaste unos días después muy amablemente. Ella falleció el pasado diciembre y esa foto es un bonito recuerdo. Gracias por acordarte en tu pregón, a través de tu abuela, de todas las abuelas que tanto nos han enseñado e inculcado. ‘’ A veces, cuando me pregunto por qué sigo en el lío, por qué no paro y me tomo la vida con más calma y sin tantas historias, porque no salgo simplemente a ver y me dejo la cámara en casa, caigo en la cuenta de que, quizás, haga alguna foto que sabe Dios dónde podrá llegar. Cuando salgo a hacer foto no sé si la haré, solo sé qué si no voy con la cámara, no contaré nada.

El pasado Domingo de Resurrección volví a salir con mi cámara, la verdad que no con muchas ganas, puesto que ese día no me gusta nada -ya se pueden ustedes imaginar-. La cuestión es que a la altura de la Óptica Elio me di de bruces con una anciana que, sentada en una silla y rodeada de su familia, tendía las manos para que le dieran caramelos. Aquella estampa supuso un torrente incontrolable de emociones, primero por el recuerdo de mi abuela, sus manos eran como las de esa anciana y, segundo, por la especial sensibilidad que tengo con la tercera edad. La cuestión es que tardé unos segundos en reaccionar, incluso me plantee si hacer la foto, pero pensé que era un momento tan bello que merecía la pena ser captado, además, un momento de los que me gustan a mí, donde hay Semana Santa, pero sin tronos. A los pocos días me escribió Inma, su nieta, para que le pasara la foto ¡cómo no! Puesto que, como siempre digo, mis fotos son para el pueblo, no para mí, que, total, no soy más que un archivador.

Desde aquella mañana de Vida, Inma me sigue en redes sociales, y yo la sigo a ella, las manos de su abuela permanecen clavadas en mi subconsciente como el más fiel reflejo de la tercera edad. Hoy la abuela de Inma se prepara para recoger caramelos cuando, ante ella, pase la celestial procesión de un nuevo Domingo de Resurrección. Sus manos volverán a abrirse para coger los caramelos de las procesiones y aquí, en la Tierra, estoy seguro de que alguna lágrima se escapará al recordar aquel momento de la Semana Santa de 2022.

La abuela de Inma se fue por Navidad, no quiso esperar al turrón, pero sí quiso irse dejando a su nieta un recuerdo en forma de fotografía, un recuerdo que nunca olvidará y que siempre sabrá a caramelo, será del azul radiante de la Resurrección y por título llevará: TU ABUELA, TE QUIERE.

Que cada Semana Santa sea una nueva oportunidad para contar historias y albergar recuerdos inolvidables. Aléjense del ruido y mírenla en su pureza. Hay centenares de abuelas de Inma. Búsquenlas.