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¿Malos tiempos para la coalición de gobierno?

En la historia reciente de España no ha existido ningún gobierno de coalición hasta el actual. Y eso por varios motivos. El primero, las mayorías absolutas logradas en la mayor parte de las elecciones desde el inicio de la democracia por los dos partidos mayoritarios, el PP y el PSOE. El segundo, la negativa de los partidos nacionalistas, algunos de ellos transmutados hoy en día en independentistas, a entrar en gobiernos de coalición con los partidos nacionales a cambio de su ayuda.

Pero las transformaciones en el panorama político han variado tanto las mayorías que hoy en día parece imposible que se instaure un gobierno de un solo partido. Incluso a nivel regional. Así se vio cuando el Partido Popular, tras un primer periodo de gobierno en solitario con Rajoy, obtuvo una mayoría tan exigua que le obligó a buscar alianzas puntuales, sin existir en realidad en aquel momento la posibilidad de crear un gobierno de coalición, ya que no había con quién hacerlo en la derecha del arco parlamentario. La moción de censura del PSOE, que triunfó lisa y llanamente porque el Partido Popular se había granjeado la enemistad, cuando no el rechazo, de todos los demás grupos, sirvió para que los populares abandonasen el gobierno, pero poco más. Las posteriores elecciones de 2019, ganadas de forma clara por la izquierda, no trajeron consigo sin embargo un gobierno estable, ya que los dos grandes partidos de este signo fueron incapaces de llegar a un acuerdo aun a pesar de que sumaban una mayoría holgada entre ambos. Diferencias de perspectiva o personalismos exacerbados, el hecho es que hubo que convocar unas nuevas elecciones que minaban ya la moral democrática de la población que votó en cuatro generales en apenas cuatro años. Los resultados menguantes de PSOE y Unidas Podemos convencieron finalmente a ambos de que debían pactar, sí o sí, y hacerlo rápido si querían que el pacto sirviese para algo. Y así lo hicieron, aunque curiosamente apenas unos meses antes habían sido incapaces de lograrlo.

El caso es que por primera vez en nuestra reciente democracia se llegó a un gobierno de coalición entre dos partidos, aunque su insuficiente mayoría le obligaba a buscar constantemente apoyos para sus iniciativas. La cuestión es que se redactó un programa de gobierno consensuado y se repartieron cargos y ministerios. Y se inició la tarea que es la fundamental de todo gobierno: gobernar.

Al principio todo parecía ir bien. La maquinaria funcionaba sin demasiadas estridencias y los desacuerdos se trataban en privado, con escaso eco fuera de los despachos. Pero con el tiempo los roces por la táctica y la estrategia de cada coaligado se hicieron no solo más frecuentes, sino también más públicos. En principio los desacuerdos acababan siendo superados mediante síntesis de las posturas enfrentadas, pero a cada uno le seguía otro más duro, hasta llegar a la situación actual, en la que la fractura dentro de la coalición empieza a hacerse más que patente.

¿Es normal esto? En España es difícil decirlo, ya que salvo algún caso en comunidades autónomas nuestra experiencia en coaliciones es inexistente. En otros países sí podemos afirmar que siempre ocurre los mismo: tras agotar (si es posible) los años de gobierno de rigor, las coaliciones verifican un enfrentamiento interno que acaba por hacerlas estallar… justo antes de las elecciones. En realidad, las coaliciones tienen siempre una duración limitada, inferior por lo general a la legal de gobierno, por un motivo simple: gobernar en coalición difumina el perfil propio de cada partido, ya que llegar a acuerdos de gobierno exige siempre negociar y ceder en parte, desdibujando las señas de identidad de las formaciones políticas. Por ello los partidos que las forman, deseosos de recuperar su identidad para presentarse ante su electorado con sus ideas “de siempre”, rompen con sus coaligados y airean ante el mundo su independencia y sus esencias.

Esto es lo que suele ocurrir generalmente en otros países cuando de coaliciones se trata. Y viéndose lo que se está viendo, aquí no parece que seamos muy distintos. Aunque creo que la ciudadanía valoraría más la colaboración y la buena gestión, se trate de la coalición de que se trate, que el enfrentamiento, aunque éste busque la recuperación de las esencias perdidas. Lo que sí es prácticamente seguro, salvo cataclismo o sorpresa mayúscula, es que el próximo gobierno será forzosamente de coalición. De derechas o de izquierdas, pero de coalición.

En unos meses lo veremos.