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«Ven, Pepe, con nosotros»

Noche de lágrimas a borbotones, ausencias que traspasan los más rígidos corazones, valentía, pero, sobre todo, noche de reencuentro, Esperanza, túnicas, primeras veces y procesión a la calle. Hasta cinco filas de público esperando ver pasar a la Dama de Jueves Santo; la mujer que, en bata, sale de casa a ver qué pasa cuando escucha a lo lejos ‘’Jerusalén’’; la niña que, desde su carricoche, se levanta a ver pasar a la Virgen o el anciano que, desde su balcón, se persigna ante la Virgen son, inequívocamente, los signos de un nuevo tiempo de pasión que camina detrás de los Hijos de María para avisarnos de lo que está por llegar cuando, al filo de las once de la noche, acompasada por el tañer de las campanas de la Basílica, la Dama de Jueves Santo volvía a su casa para esperar, en el silencio de su verde corazón, la llegada de un nuevo jueves de aroma a flores, cera y campanillas.

‘’Hijos de María, de Gracia y Esperanza’’ no hay más resumen que esta simple frase que, Dimás Ortega, capellán del Monasterio de la Inmaculada Concepción, pronunció en los primeros momentos del acto de entronización de la titular de la decimoséptima cofradía ciezana. Ayer, en el dolor de la ausencia, en la eterna pregunta sin respuesta y en la emoción desbordada, un Monasterio de las Clarisas hasta la bandera, vio como sus hermanos se acordaban de la voz de bronce del Jueves Santo ciezano, José Ortíz, Pepe, el de los Hijos, pero también de otros hermanos que se fueron llenando de pena a sus hermanos. Ausencias eternas como la de Pascual Bermúdez, José Antonio Márquez o el ya citado, José Ortiz, requieren, como dijo Antonio Morales ‘’ Toda una vida para comprender’’. Ausencias que duele hasta la extenuación, pero ausencias que nos permite conocer la fortaleza de quien en María confía, sin duda y sin temor. ‘’Todo parece repetido, siendo todo tan distinto’’ en estas palabras de D. Antonio Morales, secretario de la cofradía, reside la esencia de la jornada de ayer.

Cieza volvió a hablar cuando María se puso en la calle, volvió a hablar de silencios que solo entiende quien mira a los ojos, frente a frente, a la religiosidad popular en el compás que suena a apertura, en la primera vez de esos niños que lucen la túnica que les marcará de por vida y en las hermanas clarisas agarradas a las rejas de sus ventanas para despedirse de su hermana más querida, Nuestra Señora de Gracia y Esperanza. Los ciezanos ayer volvieron a evidenciar, cómo no podía ser de otra manera, que el universo se detiene cuando un solo nazareno pisa los adoquines de la historia y las calles de la pasión. La música procesional, excelsa, como siempre, el aroma a alhelíes que portaba la imagen y Ella, siempre tan guapa y estrenando diadema, donada por la familia del Hermano de Honor 2023, Francisco José Hortelano Rodríguez, conocido popularmente como Paco de Diamani, volvieron a mostrarle al pueblo de Cieza que en las procesiones todos tienen cabida, desde los más pequeñitos de la casa hasta las mujeres, ¡decálogo absoluto de igualdad, respeto y buen trabajo el que, otro año más, dieron las mujeres de la cofradía portando a su Madre! Siempre en la sombra, siempre tras el capuz o la túnica, pero, en esta joven cofradía, alma mater de Ella cuando llega el momento en el que la Cuaresma solo quiere correr para ver a la Dolorosa.

En apenas una hora, los Hijos de María cubrieron el recorrido que, de nuevo, trasladó a su titular hasta su casa  de hermandad. Una hora del verde de la Esperanza, del plata de la diadema de la imagen y de la solemnidad por bandera. Ayer, Cieza, volvió a ser pasión, respeto y, sobre todo, hermandad.

‘’Caridad del Guadalquivir’’ fue el último aviso sonoro. Ya todo está preparado, ya todo se encuentra en su lugar donde los sueños se duermen en las hojas del calendario. Los Hijos de María esperan, en la calma acelerada de estos quince días que están por venir, la llegada de un nuevo Jueves Santo de palio, recuerdos en forma de vela y la voz de bronce que nunca faltará junto a sus anderos, la voz de Pepe Ortiz, el eterno cabo de los Hijos de María.