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Pegarse un tiro en un pie

El otro día se extendió por las redes una delirante réplica de un supuesto (o supuesta) simpatizante de la extrema derecha o de la derecha extrema españolas en la que se congratulaba de la derrota de la izquierda. Este ciudadano (o ciudadana), dotado de una imaginación poco menos que enfermiza, mezclaba sobacos con lubricantes para justificar lo bien que le viene a España, o a su España, esa de pandereta y miseria, la derrota de la izquierda.

Y no digo yo que no tenga derecho a expresar este personaje sus opiniones, aunque estoy seguro que si pudiera él (o ella) me negaría a mí el mío. Pero de lo que estoy seguro, absolutamente seguro, es de que esta persona o es millonaria o es masoquista. Seguro que lo segundo. Al igual que muchos otros españoles, y murcianos, y ciezanos, que han pretendido castigar a eso que la derecha llama “sanchismo” haciéndose, de paso, el harakiri.

Un ejemplo es Cieza. Una corporación municipal cuya labor ha sido valorada por la población de la ciudad en su mayoría como muy positiva ha visto cómo los votantes le han vuelto la espalda de una forma tan inesperada que hasta los propios vencedores en las elecciones han quedado sorprendidos. No importa que dicha corporación haya conseguido que la ciudad esté más limpia que nunca; tampoco importa que haya logrado para la Semana Santa de Cieza la declaración de Interés Turístico Internacional; ni que el melocotón ciezano haya conseguido la ansiada IGP; ni mucho menos que el paro en Cieza se haya reducido de forma drástica; ni que el abultado déficit del ayuntamiento haya desaparecido; ni tampoco otras muchísimas cosas que la corporación municipal saliente tiene en su haber y que la población de Cieza ha reconocido en su mayoría, pero que no ha premiado con su voto. Más bien lo contrario.

Y lo mismo puede ocurrir a nivel nacional. El balance de la gestión del actual gobierno del país no importa. Ni siquiera aunque los beneficiados por su gestión sean precisamente los que más tiene que perder. Ni aun habiendo tomado medidas para proteger al país durante las sucesivas crisis a las que ha tenido que enfrentarse, a toda la ciudadanía en general. Las derechas (más o menos extremas) han logrado un gran éxito inventando la palabra “sanchismo” y dotándola de todas las connotaciones negativas posibles sin dar contenido alguno al vocablo. Porque, ¿qué es el sanchismo? ¿Intentar y conseguir bajar los precios de la electricidad para evitar la ruina de los españoles? ¿Reducir o eliminar el IVA en productos sanitarios, energía o alimentos? ¿Subir el salario mínimo de forma nunca vista antes? ¿Instaurar impuestos a los escandalosos beneficios que bancos y eléctricas obtienen de la miseria progresiva de la población? ¿Subir las pensiones al ritmo de la inflación para que los jubilados no pierdan poder adquisitivo? ¿Proteger a las mujeres de la violencia de género e intentar fomentar su igualdad? ¿Lograr cotas de empleo desconocidas en España? ¿Reducir en casi un millón el número de personas en riesgo de exclusión tras la pandemia? ¿Ayudar durante ésta a unos autónomos que anteriormente nunca habían recibido ayuda alguna? ¿Hacer que España sea uno de los países con menor inflación de la UE? ¿Fomentar un diálogo social que ha salvaguardado la paz en nuestras calles? ¿Apoyar la igualdad y la libertad de colectivos como el de los homosexuales? ¿Reducir la fuerza de los independentistas e integrarlos en el gobierno nacional?

¡No, por Dios! ¡Todo eso es falso! El sanchismo es indecencia, mofa de la patria, claudicación ante los independentistas (aunque sea a otros a quienes se les rebelan y exigen referéndums), sexo, drogas, ateísmo, fomento del libertinaje y de la homosexualidad, okupación masiva, populismo, rojerío y progresía, antitaurinismo, odio a la caza, a la sagrada propiedad privada, a la familia cristiana… Es todo aquello que no tiene otro fin que destruir España y a los españoles. Es el cáncer que roe a la patria, al cual hay que destruir.

Y eso mismo es lo que muchos medios de comunicación, progresivamente mas conservadores, transmiten a un público poco crítico, a una ciudadanía que, por pereza o por falta de formación, o incluso por cerrilidad, a la que se convence de pegarse un tiro en el pie. Porque si gobierna la derecha todos sabemos (ya lo hemos visto) lo que subirán las pensiones. Y lo que aumentará el salario mínimo. Y lo que ocurrirá con nuestra educación y nuestra sanidad. Y con los sueldos en general. Y con el apoyo a los más desfavorecidos. Y lo que sucederá con la igualdad de la mujer. Y con los derechos de los homosexuales. Y con los impuestos a quienes más tienen. Y con el estado del bienestar en general.

En fin, en poco menos de dos meses tendremos la oportunidad de votar y elegir, que para eso somos una democracia. No estaría de más que nos pensásemos dos veces a quién confiaremos nuestro voto: si a quien quiere salvar nuestra alma inmortal pero también sus millones en Suiza o a quien quiere salvar más bien nuestro presente más mortal, aunque sea con parte de esos millones que los primeros atesoran. Aunque me temo que seguiremos el ejemplo de ese icono de la España más profunda, y pura y cañí que es el ínclito Felipe Juan Froilán y, como él… nos pegaremos un tiro en un pie.