A ti,
que me pedías saber lo que significabas.
Tú,
que necesitabas leerte en uno de mis poemas,
jugabas a explicar mis propios versos,
te felicito,
conseguiste leer lo más profundo de mi corazón.
Nunca entendiste que si no te escribía,
era señal de que no dolías.
A pesar de todo,
me alegro de haberte conocido.
Espero que encuentres de una vez tu paz mental,
aunque no lo creas,
nunca me alegraré de verte tropezar.
Que hoy no estés no desespera,
hay personas que llamas casa,
y llaves que ya no encajan.
Aunque haga mucho que no sé de ti,
hace tiempo dejé de ver lo malo de la situación,
ya no me sirven tus premios de consolación,
los discursos emocionales,
lo siento, los convertiste en auténticas banalidades.
Ya nada iba en serio,
no,
conmigo nunca lo fue.
Agradecida a la vida por formar parte de tu camino,
más desaparecer de tu destino.