El mar siempre ha sido el lugar perfecto para pensar,
tirar una toalla entre sus amigables piedras y escribir,
perderme escribiendo como si el tiempo no corriera,
convertir el dolor en versos,
reír con el corazón llorando.
Respirar, controlar la magia que hiciste ver que portaba,
flotar como si de un barco a la deriva se tratara.
Disfrutar,
de lo que un día fui y de lo que quiero ser.
Guardar en la memoria recuerdos que sin quererlo,
grabaste a fuego en mi piel y dejarlos arder,
por si un día de la nada como un ave Fénix
vuelven a nacer.
Altea,
paraíso, alegría y tristeza a la vez,
corto pero intenso fue el paseo que por tus playas
pude recorrer.
Paraje natural que llena de calma cada rincón de mi alma.
Eso fuiste y serás,
esta vez, desde la distancia.
Altea te permite conectar con la felicidad interna,
haciéndote ver que nada es tan malo como parece,
ni tan real como acaece.
Formar parte del camino,
fue una bendición,
más si no puedo formar parte del destino que te espera,
espero que con tu halo sigas haciendo todo con pasión,
pues a personas como tú que algo les salga mal,
solo ocurre con una maldición.
Con una vela blanca encendida,
desde lejos,
disfrutaré de cada logro de tu vida.
Porque decir adiós es crecer.