Hace tan solo unos minutos, la Cieza cofrade recibía en una Basílica de la Asunción atestada de público a un nuevo grupo procesional. ‘’El Santo Entierro’’ de Yuste Navarro para la Cofradía de la Samaritana. Esta semana pudimos hablar con su autor y conocer todos los entresijos del proyecto, tanto artísticos como personales del autor.
Andrés Carrasco, Javier Bernal y tú. Una apuesta por la calidad absoluta ¿lo tenías/teníais claro desde el primer momento?
Yo tenía claro desde el primer momento a Javier Bernal. Necesitaba tener la ejecución del trono cerca del taller o, al menos, alguien muy cercano a mí que me permitiera trabajar. Tenemos que tener en cuenta que el trono es una pieza más del engranaje del conjunto. Es necesario para la obra porque, si no, la obra no se puede montar en otro trono ni en otro tipo de estructura que no sea la medida y la justa como se había establecido. Y, lo de Andrés Carrasco, se lo debemos a Javier Bernal que es quien me plantea la colocación de trípticos en los laterales. Pese a que él tenía varias opciones, yo tenía claro que debía ser Andrés Carrasco.
Después de tantos años has llegado al final del camino, ¿ahora qué?
Bueno, ahora toca reflexionar, que es importante. Esto parece que no, pero marca un antes y un después en mi carrera, en la forma de ver la escultura, la ejecución de las mismas y los futuros proyectos, pero, por otro lado, soy consciente de la envergadura de esta obra y que este es el nivel que ahora mismo pide Cieza y también el nivel que yo estoy ofreciendo. Lo que me lleva a tener que descartar otras obras, que me vienen y que me podrán venir, para exigirme lo máximo. No puedo tener un número de obras muy elevado porque es verdad que el tiempo también es importante.
¿Te has sentido superado en algún momento?
Muchas veces –el entrevistado lo dice sin titubear y con decisión-. Está bien ver el resultado final, pero esto lleva detrás un sufrimiento importante, más que de felicidad. La felicidad parece que llega al final, pero también va mermando poco a poco. Se va diluyendo. Disfrutas de la obra, pero de otra forma. No es que disfrute menos, pero las sensaciones son distintas. Ahora mismo, por ejemplo, estoy disfrutando del impacto que está causando el grupo. No lo había visto montado hasta hace poco. Se ha modelado y tallado todo por separado, pero el conjunto en sí, terminado y completo, desde hace unos días para acá. La sensación de monumentalidad la tengo, como digo, desde hace pocos días.
¿Qué ha sido lo peor de este largo proceso?
Lo peor es la ejecución del tridente de las tres piezas, San Juan, el Señor y Nicodemo. Bajo mi punto de vista, es la apuesta más arriesgada que puede tener un paso de Semana Santa, son tres obras conectadas a la perfección, ya no solamente entre ellas, sino con otra tercera pieza y una cuarta pieza que es el sepulcro. A todo esto hay que sumarle que Nicodemo pisa la peana inferior del trono, San Juan pisa también la plataforma de arriba mientras tiene una rodilla en la losa del sepulcro. Por último, Cristo no está en una posición recta, paralela al sepulcro, sino que está en una diagonal. Esto es muy arriesgado por las dilataciones del trono, con esos vaivenes y esos desajustes que se pueden producir en la procesión. Todo eso es un quebradero de cabeza importante. A fecha de hoy, y hasta que no salga en procesión, no veremos la realidad y cómo va a funcionar el paso. Como decían los Sucesores de Francisco Penalva, también claves en el proyecto: ‘’ Esta obra es una obra de retablo, de altar, para no tocarla’’, porque es cierto que ponerlo en marcha en una procesión es un riesgo. No es una obra cualquiera. No es una obra que pueda llevar movimientos bruscos. Todo tiene que ir con mucha suavidad. Insisto, estamos hablando de una obra delicada en la que se ha afinado muchísimo. Los acabados son tan finos y pulcros que en cualquier momento la madera puede decir hasta aquí.
Psicológicamente, ¿que ha supuesto para ti este grupo escultórico?
Psicológicamente ha dado para mucho. Es una obra que no se ha parado de pensar. Eso de cierro el taller y dejo ahí las preocupaciones, eso es muy difícil en este oficio. Te vas a casa y sigues dándole vueltas, ves las mejores decisiones; tienes dudas porque no sabes si lo que estás haciendo puede llegar a estar bien o mal. Yo he tenido dudas hasta el último momento, cuando estaba policromando la obra. Tienes dudas si la obra está a la altura o si el nivel que exige Cieza es el nivel que tiene el paso. Yo eso me lo sigo planteando. Yo no puedo pensar que lo que he hecho es extraordinario, porque la perfección no existe. Sé que a día de hoy es lo máximo que ahora mismo puedo ofrecer y que me gusta trabajar para mi pueblo, Cieza. Pero, insisto, la duda desde el punto de vista psicológico siempre va a estar y yo soy una persona que me lo planteo todo. Tanto lo positivo como lo negativo para ver si realmente lo que estoy haciendo está bien y si está a la altura de lo que Cieza exige.
¿De qué te has arrepentido?
Arrepentirme exactamente no es la palabra, normalmente un escultor cuando dibuja se ilusiona y parece que el lápiz se mueve por esa ilusión. Eso está muy bien en el papel, pero luego la realidad es otra y hay muchos bocetos que se han planteado en dibujos, que funcionaban muy bien y que luego en la realidad se han tenido que cambiar totalmente porque técnicamente es complicado. Yo, como os he comentado, el tridente de San Juan, Cristo y Nicodemo lo hubiera planteado de otra manera, no tan espectacular como este, por eso la balanza se nivela un poco para que no tengamos ningún tipo de sufrimiento de las piezas porque estamos hablando que la obra está montada en un trono a dos alturas, con un sepulcro y que eso a lo mejor puede dar problemas el día de mañana. Que me pueda arrepentir no creo que sea la palabra, que a lo mejor es algo muy arriesgado y que voy a estar dándole vueltas mucho tiempo, puede ser.
¿Qué ha fallado para que se dilatara tanto en el tiempo?
Precisamente por la dificultad de la obra. La obra es una obra complicada y es cierto que yo me eché a las espaldas que eso que yo había planteado en el dibujo se pudiera hacer realidad. Es una obra monumental. Estamos hablando que el Señor mide 1’84, si se pusiera de pie, José de Arimatea es un hombre de 1’78. Yo lo que quería es que la obra tuviera ese carácter monumental y que invada desde el primer momento al espectador. Eso lleva un trabajo y un esfuerzo que yo apostaba por él. Es cierto que se ha dilatado en el tiempo porque yo necesitaba tiempo para acabarlas como a mí me gustaba, es cierto. Que he tenido que acarrear críticas, pues también he tenido que asumirlas, además de una responsabilidad que va inherente a mi persona. Mi objetivo era dar la mejor calidad para Cieza.
Cuéntanos como viviste la Semana Santa de 2023. Una Semana Santa en donde se te puso en el cetro de la diana
Yo en eso he estado distante. Me han llegado comentarios, pero es cierto que yo asumí ese compromiso y, al final, en cierto modo, es una losa de críticas, opinión, etc… que llevas encima. La gente no era consciente de este tipo de obra. No es una obra al uso, es una obra en la que está todo muy empastado y muy medido, no hay nada casual. Yo sabía cómo iba a ser el resultado final, aun así, el resultado final supera las expectativas y el pensamiento que yo tenía, y asumí esa responsabilidad, no tenía otra. Yo sé que se me ha criticado, pero yo sabía que esta obra iba a perdurar en el tiempo y sacrificar un año merecía la pena para qué la obra hoy estuviera acabada de esta forma.
El grupo escultórico lleva un personaje nada habitual en la imaginería procesional ¿Por qué la muerte en un primerísimo plano?
La muerte viene a cubrir un espacio que, desde el primer momento, desde el dibujo, quedaba cojo. Había que completar el grupo escultórico con una pieza, y se le dio muchas vueltas. No es algo casual que se haya colocado la muerte ahí. También es cierto que yo siempre incorporo algo nuevo que aporte desde el punto de vista iconográfico y también desde el sentido teológico. La muerte era la mejor opción, puesto que también se buscaba dar el mayor protagonismo a los Santos Varones que eran los únicos que, por la tradición judía, podían tocar el cuerpo de un muerto. En definitiva, era la opción y no había otra. Era lo que iba a aportar a la iconografía y a la Historia del Arte. Además de la parte original del grupo escultórico, sé que es una pieza arriesgada, que no va a pasar desapercibida, en efecto, creo que incluso puede condicionar el resto del grupo, lo tengo asumido, pero es lo que viene a incorporar el paso del Santo Entierro de la Semana Santa de Cieza a la Historia del Arte y a la historia de la imaginería.
¿Has alcanzado tu cenit creativo con este grupo?
Yo espero que no, porque si no, mal asunto, cierro el taller y me voy. Es cierto que hasta lo que llevo hecho es una obra clave, importante, el nivel va subiendo y estamos hablando del primer grupo escultórico, no tengo otro grupo escultórico. Es verdad que tengo grupos escultóricos en los tercios infantiles, pero que desfile con esta envergadura no tengo ninguno. ¿Podemos considerar un grupo escultórico el monumento a la Semana Santa?, pues sí, pero al final es una obra profana que tiene cierto matiz cristiano e imaginero. Como obra de imaginería, escultura religiosa de pleno, este es el primer grupo escultórico. Igual que pasó con el Cristo de la Expiración, hago el primer crucificado para Cieza y marca un antes y un después en mi carrera, aquí lo mismo, hago un grupo escultórico que creo que marca un antes y un después por diferentes cosas, sobre todo por la duración del proyecto.
¿Satisfecho? ¿Cuánto? ¿Por qué?
Medir la satisfacción es relativa, pero es cierto que la satisfacción ahora mismo es plena, porque es el feedback que ahora mismo me da el grupo. Con el tiempo, me irá dando otras satisfacciones, ni mejor ni peor, pero otra satisfacción distinta. Ahora lo miro desde una experiencia que ha llegado al límite. Con el tiempo, la experiencia será mayor y la satisfacción irá bajando, estaré satisfecho de la obra, pero esa sensación de los inicios, recién acabado el paso, irá mermando. Fijaros, creo que eso será buena señal, porque el nivel va creciendo, voy mejorando, incluido académicamente. Evidencia de que hay una evolución en mi carrera, evitando así el aburrimiento, la desesperación, etc…
¿Qué has sentido cuando el grupo ha salido por última vez por la puerta de este taller?
Bueno, cuando salen por la puerta del taller es como desprenderse, ya no forma parte de mi vida, lo voy a ver, pero es como que forma parte de la sociedad, forma parte de la cofradía, lo veo como algo mío, pero con nada de pertenencia. Sé que es una obra mía, como me pasa con otras, como por ejemplo el Cristo de la Expiración, o cuando voy a otra localidad a ver otras obras mías, sé que las he hecho yo, pero forma parte del pueblo, y eso es lo que tiene la imaginería, que pone en valor la obra en sí. Esa es la sensación que he tenido, de abandono, deja un hueco importante en el taller, pero, por otro lado, sé que hay otras personas que están disfrutando de la obra y que está funcionando.
Y ahora, ¿te tomarás un tiempo de ausencia y respiro?
Sí. Va a haber un mes que no entraré en el taller. Necesito oxigenarme. Necesito estar con mi familia también, es importante. Seguir con mí día a día. Retomar mi día a día de hace cinco años, de no tener la preocupación de cómo se va a quedar y cómo va a ser la ejecución. Al final, quiero volver atrás para tomar impulso para afrontar futuros proyectos.
Unas palabras para el pueblo y cofrades que ya conocen tu obra
Que puedan disfrutar, porque al final la obra de arte es para el disfrute. Como escultor no me siento realizado si hago una obra donde voy a disfrutarla yo solo, yo quiero que el espectador disfrute como yo, o más que yo incluso. Me llama la atención cuando vienen a verla y se emociona la gente, para mí eso es una satisfacción y es síntoma de que la obra está funcionando. Yo con eso estoy satisfecho. La mayor satisfacción que puede tener un imaginero es cuando una obra traspasa sentimientos y toca la Fe.