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Cieza, hoy. El tiempo de julio

Hace unos días estaba tumbado en el sofá mientras veía a Inglaterra en la Eurocopa. Respiraba tras terminar de prepararme la defensa de mi unidad didáctica. Miré por la ventana y le dije a mi madre: “Mañana, otra vez julio”. Pronto tendré los resultados para los que he trabajado todo un año. Llevo dos años con ganas de revancha, no pocas. No sé si me habré cobrado mi propia revancha. Espero que sí, pero, mientras, ahí fuera, es verano y los mejores atardeceres vuelven a vivirse aquí, en Cieza.

Han pasado algunas lunas sin que nos volviéramos a ver frente a frente. La vida, a veces, exige parar. Yo paré de ustedes, y ustedes de mí, pero aquí estoy, tumbado en mi cama frente al ordenador después de salir a andar por el Ribereño –¡bendito tesoro el nuestro!-, ver los cuartos de la Eurocopa y leer, leer mucho, a Manuel Vilas. Ahora que puedo leo ‘’ORDESA’’ y ¿saben qué? Me enorgullece ver como muchos compañeros, y compañeras, de docencia, estaban deseando terminar las oposiciones para poder leer. Leer es una ventana al mundo, un sueño cumplido y un renglón desgarrador de cualquier otra vida.

A veces leo, otras salgo, pero siempre pienso que el tiempo es indomable, es un caballo desbocado, un huracán tocando tierra o un copo de nieve en invierno. Salgo sin prisas, con sonrisas y con esperanza. Unos días salgo para ver y otros por deber. Ahora espero, y, mientras espero, intento volver a reencontrarme con eso que llaman verano. Los que desde el principio me leéis bien sabéis que yo no soy mucho de verano. ¡La gente ama el verano! No lo entiendo. ¿Aman los 37 grados a las dos del mediodía? ¿Aman los alquileres vacacionales en primera línea de playa a 1000 euros cuatro días? No lo entiendo, la verdad. Yo soy más de otoño e invierno. Me encanta el sosiego de esos días en los que sabes que a la hora de la merienda el día se acaba. El sol baja la persiana y chimpún, cada mochuelo a su nido. Ahora veo el calendario y pienso: ¡joder, que estoy de vacaciones. Cuántas cosas! Y, estoy seguro, de que llegará el 1 de septiembre y no habré hecho ni el 20% de las cosas que mi lista de Google Keep tiene. Aunque espero que este año no sea así y, al menos, haber hecho el cincuenta por ciento de ellas. No depende de mí, lo sé. Depende del tiempo. Él me mece, me acuna y me hace trizas. Yo me planifico y, oye, cada vez que le viene en gana, me desarma mis rasgos autistas.

Tiempo atrás he visto como el tiempo me ha balanceado a su merced. Unos días tenía todo el del mundo y otros, en un abrir y cerrar de ojos, se acababa. Casualmente, cuando más lo necesitaba. Aprendí y entendí que esto no va de rigidez, sino de adaptabilidad. Supongo que la edad da la experiencia, que no es que yo sea ya un hombre a punto de jubilarse, pero en mi espalda ya cargo con algunas experiencias que me han construido como soy hoy, peor o mejor, pero al final, yo. Ese yo está de vuelta. He vuelto con julio, la tormenta pasó. Otros horizontes me esperan y el vis a vis con ustedes, también. Dejé muchos títulos apuntados sobre los que escribir. Imagino que los retomaré, aunque algunos se fueron con los vencejos al alba. ¿Volverán? No lo sé, tendrán que leerme cada quince días, aquí, en su casa, Cieza en la Red, para saberlo.

Os espero dentro de quince días, mientras sigo observando la vida.

Feliz chapuzón.