Hace unas semanas salí a primera hora de la mañana a hacer unos mandados. Nada significativo. Saludar a unos amigos, recoger una foto y pedir hora en el catastro. Cuatro cosas. En ese ir y venir pasé por el Paseo y, nada más pisarlo, miré a izquierda y derecha y pensé: ¡Vaya porquería de paseo! ¡Qué abandono! Ni la muerte de Pepe Lucas ha conseguido que las instituciones metan la pala y el pico y, de una vez por todas, musealicen las pinturas de Pepe y realicen una intervención integral sobre todo el conjunto urbanístico, pero claro, a Pepe Lucas solo lo querían para las fotos, y ahora ni eso.
Pepe Lucas para mí siempre fue como una leyenda, un dios inalcanzable, un ser superior o un fantasma. No sabría decir que fue exactamente. Sabía que existía, Paquita siempre me hablaba de él, pero yo no lo conocía, creo que nunca lo vi, nunca lo conocí y nunca pude ‘’disfrutar’’ de su temperamento tan volcánico, o eso decía la gente. La cuestión es que, cuando murió, pensé: ¡joder, se ha muerto y no he podido tener una charla tranquila con él! Y es verdad, me hubiera gustado poder hablar con él, conocer el interior de ese artista tan temperamental y que hizo de nuestro Paseo un paseo diferente. Ahora solo me queda joderme, disfrutar de su obra y lamentarme de no haber tenido la suficiente valentía para haber movido los hilos necesarios para tener una conversación con él, no sé sobre qué cuestión, quizás sobre sus personajes tan fantásticos, sobre el porqué se tuvo que ir de Cieza o porque ideó el Paseo de esta manera.
Pepe Lucas falleció hace algunos meses y todo sigue igual. Sí, cuando murió, muchas lamentaciones, declaraciones institucionales y patatin patatan, pero ahora, cuando la vida continua, Lucas sigue siendo un olvidado. Me enfada tremendamente el poco interés que nuestros políticos locales han mostrado por la cultura. Más allá de personas, que ha habido buenos concejales y concejalas de cultura, ninguno signo político ha planteado un proyecto cultural lo suficientemente fuerte y robusto para ponernos en el mapa cultural de la Región de Murcia. Nadie se ha detenido en cómo podemos crecer culturalmente a través de, por ejemplo, Pepe Lucas.
Hace unas semanas leía en La Verdad una entrevista a Pablo Cano, Alcalde de Blanca, el cual decía textualmente: ‘’No somos conscientes del valor que tienen las cosas, y la Medalla de Oro de Pedro Cano ya no es solo suya, sino del pueblo de Blanca, pero personalizada en Pedro Cano, Es un tesoro lo que tiene Blanca con él, por su transcendencia, por su trayectoria y por su figura’’ Cuando terminé de leerla pensé: ¡Joder, yo quiero un Pablo Cano en mi pueblo! ¡Qué envidia! Y es verdad, qué envidia que nuestra clase política no tenga el conocimiento, las ganas o el dinero -poderoso caballero es don dinero- para darle la vuelta a la tortilla y aprovecharse, sí, aprovecharse, de la figura de Pepe Lucas para convertir a Cieza en un punto artístico de relevancia de la Región de Murcia. Si miramos a nuestro alrededor, Mula tiene el Museo Cristóbal Gabarrón y Blanca tiene la Fundación Pedro Cano ¿nosotros? Un legado en forma de paseo hecho un cristo y una artista inconmensurable que solo sirve para decorar los salones de algunas casas del pueblo. Ahora hablo con el título del Master en Educación y Museos por la UMU bajo el brazo ¿Por qué no apostamos de una vez por todas por la cultura y hacemos de Cieza una ciudad clave para conocer y admirar la obra de Pepe Lucas? ¿Por qué no comenzamos arreglando El Paseo, musealizando sus pinturas y continuamos con la creación de una fundación que ponga en valor la figura de Pepe Lucas, custodie su legado y permita a propios y extraños conocer su obra? ¿Tan difícil es apostar por la cultura y, de una vez por todas, tomarnos a Cieza en serio? En fin, sé que sueño mucho, pero ojalá Pepe Lucas tuviera una fundación, que estuviera en Cieza y en un lugar concreto que yo me sé. Ahí donde el maestro pasó muchas horas de su vida, primero como asesor, luego como artista y luego como amigo.
Qué pena, Pepe, pero solo te querían para las fotos.
Os espero dentro de quince días, mientras sigo observando la vida.