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Cieza, hoy. Letur

Son semanas difíciles, es innegable. Todos sabemos qué ha pasado. No voy a reiterarlo. Todas las muertes son dolorosas y todas las catástrofes, cercanas o lejanas, te dejan herido. Sin embargo, como es natural, a veces unas causas duelen más que otras, unos emplazamientos duelen más que otros y unos vídeos duelen más que otros. A mí me dolió y me duele Valencia, pero todavía me duele más Letur. Me duele porque ahí hay recuerdos, hay momentos y hay amigos. Letur es parte de mi vida. Seguro que ustedes también tienen un rinconcito de la geografía española que les ha robado el corazón sin ser de ahí ¿verdad?

Hace unas semanas hablaba de ser felices, de vivir el momento etc… todo muy Mr. Wonderful, vamos. Hoy, algunas semanas después, las tornas han cambiado. Nos pensamos intocables, irreductibles y eternos, pero, sin embargo, y ya lo dijo Valdés Leal a través de su pintura, todos tenemos un mismo final. Unos antes y otros después, pero, mientras llega ese final, nuestra vida es un camino que configuramos nosotros mismos a base de momentos, experiencias, viajes, comidas, fotos para Instagram y videos de Tick Tock. Es así, no hay muchas vueltas que darles.

La rutina nos lleva al: ‘’otro día iremos’’, ‘’ si no vamos hoy, pues ya iremos’’ Y yo, personalmente, no les voy a engañar, cuando vi los videos de Letur, cuál orilla de la playa arrasada por una ola en la pleamar, pensé: ‘’ y llevas tres años sin ir por ahí, inútil’’ Y es verdad que hay lugares, como decía anteriormente, en los que te sientes como en casa. Pisas sus calles, entras a sus bares y saludas a su gente y es ¡joder! Pero si parece el bar que hay al lado de casa que, por familiar, hasta conoces el año en el que se hizo la barra y el grado de congelación de la cerveza. Letur para mí es ese lugar, tengo dos más, pero Letur siempre fue un lugar al que volver, y volvía, siempre con mi novia. Además, volvía a la misma casa, al mismo lugar y con la misma dueña, María, una mujer mayor a la que llamé la semana pasada para, simplemente, saber si estaba viva y, aunque fuera obvio, saber si necesitaba algo. María y su casa de El Mirador forman parte de mi vida y de la de mi novia. Ahí vivimos puentes de diciembre y escapadas románticas en pleno otoño e, innegablemente, desde el momento en el que pisas sus calles, Letur ya forma parte de tu vida, como cualquier otra población, pero es que, además, los ciezanos tenemos la inmensa suerte de poder escuchar cada Viernes Santo por la mañana cómo suena ese pueblecito del interior de Castilla-La Mancha. Iván y su inseparable trompeta, Fernando -q.e.p.d- y sus ‘’Banderas Moradas’’ y su banda son parte de la sintonía de una de las mañanas más bellas de cuantas Cieza conoce. Por eso, me duele Valencia, ¡claro que sí!, pero más me duele Letur y más me duele ver las imágenes de desesperación, angustia, miedo y abandono. Se ha perdido mucho, está claro que sí, el otro día María me lo decía al otro lado del teléfono: ‘’ no me dejan acceder a mi casa -su casa está justo al final del pueblo, por donde toda el agua bajó desatada- no tengo electricidad, calefacción ni nada. Los seguros nos dan dos pesetas por todo’’, pero, al igual que se ha perdido, también se ha vuelto a demostrar que todavía se puede confiar en el ser humano. Todavía se puede confiar en su buena fe, en sus buenas intenciones y en su lado caritativo. Llevamos viendo día tras día como centenares de personas se han desplazado a Valencia a ayudar a limpiar las calles. Les da igual todo, solo quieren colaborar y ayudar a que en Valencia vuelvan a resurgir ‘’cantos de amor e himnos de paz’’. Que Valencia renazca y brille como sus brocados, pero que Letur también vuelva a ser ‘’ paisaje divino donde se alegra el alma’’.

Solo el pueblo salva al pueblo. No lo olviden.

Os espero dentro de quince días, mientras sigo observando la vida.