Esto no va de política. Esto no va de títulos ni de dineros ni de coches ni de trajes, esto va de echarle un par de lo que sea y salir hacia adelante. Chaves Nogales se definía como un intelectual liberal, yo prefiero definirme como un admirador de los valientes, porque sí, porque gracias a ellos somos lo que somos, vivimos como vivimos y soñamos como soñamos y que nadie os cuente milongas.
Crecí bajo las faldas de mi abuela. Aprendí mucho de ella, pero siempre tuve claro que la Juana era una valiente. La mayor de ocho hermanos. Huérfana de madre. Transición española. Para qué les voy a contar más ¿verdad? Ya conocen suficiente a la Juana, pero es que como la Juana hay mucha mucha mucha gente. Ellos son el motor de la sociedad, los que cada día de su vida se arriman al precipicio y, sin embargo, como equilibristas, se sostienen y evitan la caída; ellos que se juegan, si es necesario, el pan de sus hijos para sobrevivir y ellos que importándoles un bledo el qué dirán, buscan una vida mejor con quien les da la gana. Ellos y ellas son valientes, son admirables y son la base de una sociedad hastiada de mentiras, dimes y diretes y discursos vacíos. Los admiro a todos porque, cuando de normal una persona se hundiría en el fango, ellos sacan fuerzas de donde no las hay y, como la Victoria de Samotracia, levantan su bandera y al vuelo dejan un mensaje claro y directo: SOBREVIVIRÉ. ¡Claro que sobrevivirán! Porque si la vida les pone el color negro, ellos lo ponen azul, porque si la vida les pone cuatro trampas, ellos las saltan y todavía van por una quinta. Les admiro, de verdad.
Si miran a su alrededor, su entorno más cercano está rodeado de valientes, hombres y mujeres que luchan por sus sueños, sus anhelos y sus objetivos. Padres de familia, hijos, hermanos y abuelos que se rompen los cuernos porque todo vaya bien. ¿Cuánta gente conocen así? Centenares, no lo dudo. Yo siempre seré de ellos, seré de quien tiene enfermo a su padre y a su suegra y, sin embargo, cada día sale de casa con una sonrisa y con las mejores de sus palabras; soy de la hija que, teniendo a la madre muy enferma, lucha porque ni ella ni nadie olvide quien fue su padre; soy de esa joven que, haciendo tripas el corazón, coge su coche, prepara su maleta y se larga a latitudes más lejanas a perseguir su sueño y el de su padre; soy de esa mujer que, rompiendo estereotipos, coge las riendas de su casa y eleva las velas de su vida para, aquí sí, ser una mujer empoderada, para bien o para mal; soy de esa docente que deja su pasado para vivir mejor, ser feliz y disfrutar de la vida como merece; también soy de esa mujer divorciada que, cagándose en Dios y en lo que no es Dios, le echa un par de ovarios y se deja los cuernos para volver a nacer. Por ella y por su hija, porque ella lo vale, lo puede y lo sueña y, ¿si lo sueña? ¿Quién la va a parar? A todos vosotros GRACIAS, porque me enseñáis que la vida es un boxeador que, cuando menos te lo esperas, te lanza un puño y te deja K.O, ahora, tú tienes la decisión de seguir tirado en la lona o levantarte y contrarrestar el golpe. Yo prefiero levantarme y contrarrestarlo, pero prefiero ser así porque toda esa gente que he citado anteriormente es la que, día tras día, me enseña a luchar, a soñar, a esforzarme y a trabajar por mis objetivos, mis sueños y mis ilusiones.
Mira a tu alrededor, tómate tu tiempo, ¿qué ves? Yo lo tengo claro, ves un mundo de valientes. Un mundo de luchadores incansables, de trabajadores y de poetas del trabajo. Abrázalos, siéntate a su lado y repíteles una y mil veces: TÚ PUEDES, ESTOY CONTIGO.
Os espero dentro de quince días, mientras sigo observando la vida.